Y Morante se despeinó

Leticia Ortiz (SPC)
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El torero sevillano deja los mejores pasajes de toreo en la reinauguración de La Malagueta. Enrique Ponce levanta al público con una faena enfibrada que emborrona con la espada

Morante de la Puebla.

Se despeñaba la puesta de largo de La Malagueta por un vacío insípido y sin alma, como los toros de Juan Pedro, con cuatro verónicas y una media de Javier Conde y la entrega y raza de Enrique Ponce como únicaos salvavidas a los que tratar de aferrarse, cuando las musas hicieron acto de presencia para acompañar a Morante de la Puebla en su faena al sexto. No había querido o podido en su tercero, tan declasado y desrazado como toda la corrida. Música de viento acompañó el paseíllo del sevillano cuando se dirigió a las tablas a por la espada tras una faena de poco más de un minuto. Pero en el sexto se impuso Morante a las nulas condiciones del astado regalando tres tandas de naturales de largo trazo y bella factura. No fue un trasteo de partirse la camisa porque faltó enemigo, pero sí quedaron ese puñado de muletazos con la franela en la izquierda, libre del armazón de la espada, de un Morante despeinado, que es como gusta ver a los artistas. Brotaron los pañuelos de una plaza emocionada, pero el palco aguantó la petición, a pesar de las burdas triquiñuelas del tiro de mulillas para presionar al presidente. No deja de tener algo de justicia poética ese palco sin pañuelo blanco ante un torero que aseguró que la mejor noticia de la Feria era, precisamente, el cambio de los equipos presidenciales.

'Guachinago', un bonito jabonero de Juan Pedro Domecq ya tiene su hueco en la Historia. Suyo fue el honor de abrir la Feria de Málaga de 2019 con la que se reinauguraba la plaza. Puesta de largo de una Malagueta rejuvenecida por fuera y por dentro en una apuesta de la Diputación por poner en valor un edificio declarado Bien de Interés Cultural. Respondió el público al acontecimiento con una gran entrada, acorde al cartel de figuras preparado para la ocasión. Faltó a tan señalada cita el toro, tanto en presencia como en esencia. Sería mentir hablar de una corrida de Juan Pedro mal presentada. No lo estaba, pero quizá no estaba al nivel visto en esta plaza en años anteriores. Habrá que ver si ese descenso de la seriedad de algunos astados ha sido algo puntual o si se mantiene el listón a lo largo de la Feria coincidiendo con el cambio de equipos en el palco presidencial. Le faltó casta a la de Juan Pedro en líneas generales, que cumplió, sin más, en varas, y mostró un comportamiento soso y desclasado en la muleta.

Lo intentó, sin más, Ponce en el que abrió plaza. No había mimbres. El jabonero no quería fiesta, con su ir y venir cansino. Tampoco estaba por la labor el cuarto que, además, se defendía al sentirse superado, lo que dificultaba aún más la labor del diestro. Pero como si acabase de tomar la alternativa y no tuviera ni un solo contrato firmado, el torero valenciano se la jugó a carta cabal, con la disposición por bandera y un valor de veterano curtido en mil batallas. Colgado el chaqué y silenciada la banda sonora de La Misión, Ponce robó muletazos que solo él parecía ser capaz de ver cuando presentaba la muleta, en una batalla emocionante que levantó a La Malagueta de sus asientos. De uno en uno, tiró de raza el de Chiva, convencido de ganar la partida, pisando esos terrenos en los que la verdad se presenta cruda. De no haber fallado en la suerte suprema, suya hubiera sido la primera oreja de la Feria.

Enrique Ponce.
Enrique Ponce.

Completaba el cartel Javier Conde, en un guiño a Málaga en un día tan especial. Quizá ese hueco llevaba el nombre de Saúl Jiménez Fortes, por local y por ser el triunfador de 2018, pero una inoportuna lesión le mantiene alejado de los ruedos, precisamente en un año en el que, por ese toreo que atesora, podría haber entrado en ese grupo de jóvenes matadores que quiere tomar el mando. Cumplió expediente un Conde casi de vuelta de todo que dejó, eso sí, cuatro verónicas y una media de esas que ponen cursis a los cronistas taurinos con los relojes parados.