Un sí quiero vestido de azul

M.M.G.
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Daniel aprovechó el día de su jura como Policía Nacional para pedir matrimonio a su novia, Verónica, que espera la llegada de su primer hijo y que, como se esperaba, dijo sí

Un sí quiero vestido de azul

Posición de firmes. Discursos de las autoridades. Entrega de diplomas. Gorras al aire. Éste podría ser más o menos y a muy grandes rasgos el guion de una jura tradicional en la Escuela de Policía Nacional de Ávila. Pero en la de este lunes, y salvando las variaciones motivadas por la odiosa crisis sanitaria, ese guion tuvo un precioso epílogo a manos de Daniel, un romántico empedernido, y de la que en breve será su mujer,Verónica.

Una vez concluido el acto de la jura en sí, que en esta ocasión no pudo ser presenciado por los familiares de los nuevos agentes, Daniel puso en marcha un plan ideado durante muchas noches repletas de nervios e ideas y para el que contó con la ayuda de no pocos cómplices.

Y es que Daniel quería pedir la mano de Verónica «a lo grande», en un día que los dos estuvieran muy guapos («y cuando voy a estar yo más guapo que en mi jura», bromeaba con nosotros a través del teléfono) y que les quedara en el recuerdo para siempre.

La verdad es que el plan A y el plan B de Daniel no pasaban en un primer momento por hacerlo en la Escuela de Policía. Pero el embarazo de riesgo de Verónica, que se encuentra en la semana 27 de gestación pero cuyo fin podría adelantarse bastante en el tiempo, le empujó a tirarse a la piscina y a desechar esas dos primeras opciones: una pedida a orillas del mar, con música y luz de velas; y la posibilidad de hacerlo en un cine de verano, sorprendiéndola con fotos de ambos en la pantalla gigante.

Pero Kilian, que es como se llama el peque que viene en camino, tiene prisa por nacer. Y Daniel, que además de todo un romántico es un chico comprometido y responsable, quiso dejar todo listo antes de esa llegada adelantada.

Y ahí fue cuando empezó a maquinar. Su primer problema fue descubrir que a la jura, a pesar de que iba a celebrarse en Ávila, no podrían entrar los familiares de los agentes. «Me llevé un berrinche terrible», reconoce este simpático madrileño, que pese al primer sofoco no se rindió y comenzó a mover hilos para ver de qué manera podía hacerlo.

Llamadas de teléfono, conversaciones con profesores, con inspectores... todo era poco para lograr que Verónica pudiera entrar al centro para que pudiera, como él dice, «hincar rodilla» y declararle su amor a los cuatro vientos.

Su tenacidad y la especial situación de la pareja dieron frutos. Y a Daniel se le permitió de manera excepecional que Verónica pudiera entrar una vez concluido el acto para poder llevar a cabo la pedida.

Así que Verónica pudo acceder a la escuela algo engañada, eso sí. Sin tener muy claro qué estaba pasando, pero contenta porque Dani hubiera conseguido que pasara («a él le hacía muchísima ilusión que yo estuviera allí, así que cuando supo que no podían ir familiares me dio mucha pena por él», explica sobre lo que pensó cuando ni se podía imaginar lo que iba a pasar en Ávila) Verónica llegó a la explanada delCentro de Formación buscando con la mirada a su chico.

«Cuando le vi al final del pasillo con el micro en la mano pensé que le iba a matar», se ríe ahora al recordar ese momento tan especial. Porque fueron los compañeros de Daniel (compañeros de la Sección 8, de sus prácticas enMoratalaz y otros amigos de la escuela) los que formaron el pasillo por el que Verónica caminó hacia Daniel.

«La verdad es que somos muy románticos los dos», se emociona ahora Verónica al hablar del que será su marido, y aunque confiesa que en esos momentos sentía mucha vergüenza, disfrutó mucho un momento en el que, pese a todos los que les rodeaban, la música y las circunstancias, era sólo para ellos dos.

Lo cierto es que Daniel jugaba con ventaja, le ‘picamos’ con cariño. Sabía que el sí de Verónica estaba asegurado. «Es verdad que ya sabíamos que nos queríamos casar, es un tema que ya habíamos hablado», comparte con nosotros. Pero