El Mundo Maya, un reencuentro con la esencia de la vida

Alida Juliani (EFE)
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Una ruta recorre los últimos vestigios de la civilización mesoamericana a través de kilómetros de selva que permiten conectar con la naturaleza

El Mundo Maya, un reencuentro con la esencia de la vida - Foto: Alida Juliani

Recorrer las huellas que la antigua civilización Maya dejó en el sureste de México y Centroamérica no es hacer una simple ruta turística, sino transitar de la mano de sus descendientes un camino en el que la vida se funde con el entorno natural, la cosmovisión, las tradiciones y la calidez del contacto humano.
Cuando uno se aventura a la experiencia de la Organización Mundo Maya, nacida en 1992, las fronteras entre Guatemala, Chiapas (México), Belice, Honduras y El Salvador desaparecen, porque en su ADN sigue intacta una manera de ver la vida que forma parte de nuestra esencia como humanos y que poco a poco está desapareciendo.

 

Los mayas del lago

En el lado suroccidental de ese lago, el más grande de Guatemala, amanece San Juan la Laguna desde lo alto del cerro de Las Cristalinas, el Kyaq Aaba’aj y el Kajnom, nombres mayas que marcan el entorno donde desarrollan su vida los indígenas tz’utujiles. Ellos son una parte pequeña de los diferentes pueblos que han conservado idioma nativo, 24 en total en todo el área.
Despertar en una de las casas comunitarias que las propias familias habilitan para los turistas o compartir tortillas de maíz recién cocinadas son solo el inicio de una experiencia que atrapa. Por eso, rápidamente se aprenden las técnicas decorativas con las que los locales visten las paredes de sus hogares con impresionantes grafitis espontáneos o los telares con los que las mujeres crean dibujos imposibles.

 

Desconectar en Uaxactum

A 25 kilómetros de Tikal, el gran emblema maya de Guatemala, abre sus puertas al viajero Uaxactum, una comunidad de más de 100 años que constituye el corazón de la Reserva de la Biosfera Maya.
Pasar un tiempo con sus habitantes supone desconectar en el tiempo porque no hay cobertura ni internet. Todo es auténtico. Tanto como compartir almuerzo en uno de sus cálidos restaurantes. Desde allí, una estrecha carretera lleva a Tikal, en la que, la fauna autóctona puede ofrecer visitas inesperadas, como zorros plateados o jaguares.

 

La desconocida Belice

La travesía continúa en lancha por el New River, el río que recorre el norte de Belice rumbo a Lamanai, su principal centro arqueológico.
Belice es un auténtico desconocido que guarda tesoros naturales e históricos que sorprenden a cada paso. Allí, es imposible no dejar de visitar a la familia Carrillo, originaria de Yucatán (México), que invierte su esfuerzos en recuperar los vestigios que la civilización dejó, no solo en el país sino en los cimientos de su casa, levantada sobre los restos de un antiguo asentamiento.

 

La selva lacandona

En un simple viaje en barca Guatemala se convierte en México. Unos kilómetros después de cruzar la frontera de Corozal, el micromundo ecológico de Top Ché espera para sorprender con un ambiente cálido y familiar que encabeza doña Julia, quien a sus 97 años representa el alma de los indígenas lacandones, tejiendo con finas hebras canastos artesanales con una energía que saca cada mañana.
En Top Ché la vida se detiene porque las horas se dedican a transitar por los ríos, caminos fluviales desde los que atravesar la selva, o explorar senderos de vegetación increíble, donde cada planta tiene su propia historia.

 

Las ruinas de Copán

Los esfuerzos por rescatar los vestigios mayas en Belice contrastan con el rico patrimonio de Copán, principal asentamiento en Honduras de la civilización mesoamericana.
Custodiado por las ruinas que le dan nombre, alberga piezas de un increíble valor escultórico, todas originales, entre las que destaca la impresionante réplica a escala natural del Templo Rosa Lila, también conocido como Templo del Sol, descubierto en perfecto estado.
Además, nadie puede olvidar tras la visita al rey 18 Conejo, el decimotercer gobernante de esa ciudad-Estado, cuyo amor por el arte dejó una huella imborrable.

 

Una pompeya singular

Esa misma huella quedó sepultada bajo la lava de los volcanes de El Salvador, último país en el que se estableció la civilización sin contar con que la fuerza de la naturaleza arrasaría con sus últimos vestigios. Quizá por eso puede asemejarse a la Pompeya italiana.
Sin embargo, ese pequeño país alberga ocho ciudades mayas, la más célebre Cerén, pero también lugares más desconocidos como Santo Domingo de Guzmán, que han recuperado no solo la tradición de sus cerámicas artesanales, sino también el nahuat, única lengua indígena que hablan muy pocos habitantes y que comparten con el turista con clases particulares.