Castilla y León suma más de 2.000 perros de razas peligrosas

ICAL
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El veterinario Adrián Romaidone afirma que esa catalogación "es un título a nivel de ordenamiento porque, en principio, la mayoría de estos canes son afables"

Los perros de razas potencialmente peligrosas están de moda y pese a las restricciones que la normativa impone para el manejo de estos animales, lo cierto es que siguen creciendo en la Comunidad año tras año. Y es que Castilla y León suma 10.320 perros catalogados como potencialmente peligrosos en 2019, lo que supone un 24,8 por ciento más en comparación con el año 2016, es decir, 2.050 canes más en apenas tres años, según los datos facilitados a Ical, por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural.

El número de animales censados aumenta sucesivamente año tras año, con 8.270 y 9.228 perros en 2016 y 2017, respectivamente. Durante el curso pasado, esa cifra ascendió hasta los 10.060, solamente 260 ejemplares menos que en el año actual, siempre según el censo de la Junta, desde donde reconocen que faltan por censar animales, porque algunos ayuntamientos no les facilitan información.

La legislación cataloga como perros potencialmente peligrosos a todos los que pertenecen a las nueve razas y sus cruces considerados como tal o aquellos cuyas características se correspondan con todas o la mayoría recogidas en el Anexo II del Real Decreto 287/2002, de 22 de marzo. Entre ellas, destaca una fuerte musculatura, aspecto poderoso, pelo corto, mandíbulas grandes, boca robusta, cuello ancho, musculoso o pecho macizo, entre otras supervisadas por la autoridad veterinaria. Una consideración que se complementa con aquellos ejemplares que manifiesten un carácter marcadamente agresivo o que hayan protagonizado agresiones.

Según los datos facilitados, la provincia de León se posiciona a la cabeza con 2.423 licencias, seguida por Valladolid, con 2.129, Salamanca, con 1.523, y Burgos, con 1.344 perros considerados como potencialmente peligrosos. Tras ellas, ya en la mitad de la tabla y con cifras por debajo del millar, se encuentran los abulenses (689), palentinos (668) y segovianos (658). En el furgón de cola se localizan las provincias de Zamora y Soria, con 563 y 323 canes, respectivamente.

Estos ejemplares crecieron desde 2016 a 2019, un 37,2 por ciento en Salamanca (413); un 33 por ciento en Ávila (171); un 30,2 por ciento en Palencia (155); un 24,7 por ciento en Burgos (266); un 21,4 por ciento en Soria; un 23,9 por ciento en Valladolid (410); un 19,5 por ciento en Zamora; un 19,2 por ciento en León (390); y un 17,1 por ciento en Segovia (96).

Aunque, todos los ejemplares pertenecientes a las razas introducidas en el Anexo I del citado Real Decreto 287/2002, de 22 de marzo (Pit Bull Terrier; Staffordshire Bull Terrier; American Staffodshire Terrier; Rottweiler; Dogo Argentino; Fila Brasileiro; Tosa Inu; Akita Inu y el Dogo del Tíbet) son consideradas automáticamente como potencialmente peligrosas, el veterinario, Adrián Romaidone, reconoce que esa catalogación “es un título a nivel de ordenamiento porque, en principio, la mayoría de estos perros son tan afables y mascotas como otros cualquiera”, quien afirma que en su experiencia personal como clínico no ha tenido ningún perro que “sea potencialmente peligroso y tenga un carácter agresivo, sino todo lo contrario”, aunque, en algunos casos el animal responde a “unas características que lo encasillan”.

Los ataques, minoritarios

No es ninguna novedad escuchar en los medios de comunicación o leer por las redes sociales ciertos sucesos sobre mordeduras o conflictos con este tipo de perros, que causan gran conmoción y alarma social entre la población. Sin embargo, el veterinario deja claro que son “la minoría de los casos” y que todas estas noticias sobre ataques a personas “son una parte mínima de la relación entre el perro y el ser humano”.

En este contexto, explica que “un posible ataque o comportamiento agresivo depende mucho del entorno de su desarrollo y si, en realidad, se le ha estimulado para ello”. Una demonización de una tipología de perros por el mero hecho de estar encasillados en la legislación vigente, sin embargo, un animal que “no pertenezca a ellas, pero que tenga un carácter agresivo y considere al ser humano como un objetivo, podría producir un ataque”, destaca.