Un minuto. No hace falta más para pasar de la alegría a la tristeza, de la felicidad a la rabia, de la tranquilidad a la tormenta. Un minuto fue lo que necesitó el colegiado para convertir lo que podía haber sido un triunfo con mayúsculas del Colegios Diocesanos Aqualia en un final tormentoso. Un minuto, el que pasó del gol anulado por un más que dudoso fuera de juego de Pablo Negro, y que hubiera supuesto el 3-2, al tanto de JC y que suponía el 2-3 a favor del Atlético de Madrid, que nunca se hubiera imaginado tener que sufrir tanto para llevarse tres puntos vitales en su pelea por el campeonato. Tuvieron que bajar al barro y agarrarse a un tenso final para evitar un tropiezo que, en cualquiera de los casos, victoria o empate, hubiera sido oro para los colegiales. Porque nadie contaba en la calculadora particular de la permanencia con sumar ante el líder. Hacerlo hubiera sido un extra inesperado.