Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Generación Potter

27/11/2021

La semana que viene hará veinte años. Fue un viernes por la mañana, me desperté nerviosa, deseando ver a mi amigo José, que la noche anterior había estado en Madrid, en el estreno. Quería que me lo contase todo, pero en realidad, no quería que me contase nada. Deseaba que llegase la noche y pudiera verla yo, con mis propios ojos. Cuando por fin le vi, solo me dijo una frase, la que necesitaba oír: Es como me imaginaba que sería cuando leía el libro. Tras una tarde interminable, por fin llegó la noche. A las diez hacía cola en el cine, con una rana de chocolate y una caja de grageas Bertie Bott de todos los sabores, que habían traído especialmente para el ansiado estreno de Harry Potter y la Piedra Filosofal. Cuando por fin se apagaron las luces y comenzó a sonar la música de John Williams tuve ganas de llorar de la emoción, al poder estar por fin viendo la película que llevaba tanto tiempo esperando. Y cuando dos horas y media después acabó, estuve totalmente de acuerdo con mi amigo José, era tal y como me había imaginado el libro en mi cabeza. A la salida del cine, brillaban las luces de Navidad de vuelta a casa. La magia había llegado.
Este recuerdo que es muy vivido, pero que levaba años sin evocarlo, con el reestreno de Harry Potter en los cines, volvió nítido. He visto todas las películas, pero he de reconocer que no las veo con mucha frecuencia. Lo que si que llevo haciendo los último veinte años sin parar es leer los libros, hasta tal punto que se encuentran en un estado lamentable: el tercero tiene el lomo pegado, el quinto sueltas las primeras hojas y el segundo ha desaparecido sin dejar rastro. No es un mal balance para unos libros que prometo que tengo cuidados, pero que han sucumbido al uso continuado durante dos décadas. Crecí con la historia de un joven mago, huérfano, cabezón, bastante insoportable a veces, pero buena gente en el fondo, que luchaba por cumplir con su destino. Esta historia no solo me ha acompañado durante toda la adolescencia, sino que se ha convertido en un refugio, como lo son los buenos libros, aquellos que significan algo importante en nuestras vidas. Hace cinco años, en la exposición que la Biblioteca Británica llevó a cabo sobre la historia de Harry Potter, estaba una nota de la hija del editor que, tras muchos rechazos, decidió publicar a Rowling. En ella que le decía que quería seguir leyendo la historia "porque la hacía sentir calor por dentro", y compartí totalmente esa sensación, pues es lo mismo que siento con las historias del joven mago.
Todos tenemos uno, el libro especial al que volvemos una y otra vez cuando estamos tristes, preocupados, nerviosos o simplemente aburridos. Esos libros nos arropan, nos acompañan y nos consuelan porque al final esa es la magia, el poder de las historias. Y Harry Potter se ha convertido en ese libro para mucha gente. No en vano Martin Puchner divagó en su obra 100% recomendable (apunten para sus cartas de Reyes) "El poder de las Historias" sobre la posibilidad de que aquellos que teníamos nueve o diez años y crecimos con Harry, podríamos ser considerados la verdadera generación Potter. Yo me apuntó: ni millenial, ni Y, ni nada, a mi considérenme generación Potter. Y entre ustedes y yo, dice mucho de la magia de un libro que tantos lectores vivamos a su amparo.Potter. Yo me apuntó: ni millenial, ni Y, ni nada, a mi considérenme generación Potter. Y entre ustedes y yo, dice mucho de la magia de un libro que tantos lectores vivamos a su amparo.