El Vencejo, Ave del año 2021 visitante habitual de la ciudad

VICENTE GARCÍA
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Los vencejos se suman a una triste lista de aves comunes como son gorriones o golondrinas con un claro declive poblacional, una crisis que requiere un cambio de hábitos ante una alarmante pérdida de biodiversidad

El Vencejo, Ave del año 2021 visitante habitual de la ciudad - Foto: Vicente García

Un año más, SEOBirdLife ha realizado una votación popular para decidir que especie representaría «El Ave del Año 2021». En esta ocasión tres eran los aspirantes a este a veces triste galardón, ya que generalmente se otorga a un ave delicada debido a su fragilidad o declive poblacional: el vencejo común, alcaudón real y el aguilucho cenizo.

El más votado de los tres ha sido el vencejo común, una especie muy ligada a los entornos urbanos y gran protagonista también de los veranos abulenses ya que siempre ha estado ligado a la muralla abulense, al aprovechar los huecos existentes en ella para anidar y ofreciendo un espectáculo impresionante, especialmente durante el verano, con sus vuelos rápidos y giros vertiginosos, acompañados de unos chillidos clásicos que dan alegría a la ciudad. También utilizan oquedades de muros viejos, espacios bajo tejas, y cualquier orificio por el que quepan, situado a media altura.

En el pasado algunas restauraciones de nuestro emblemático monumento llevaron a tapar muchos de sus nidos generando la crítica de ecologistas y biólogos; las últimas actuaciones de este tipo han sido más respetuosas con ellos dejando algunos huecos para que sigan anidando en ellos y dando alegría y vitalidad a la ciudad amurallada, fusionando patrimonio cultural con el ecológico y natural. Además hay que recordar que se trata de una especie protegida.

Vencejo a entrada del nido, cebando a sus polluelos.Vencejo a entrada del nido, cebando a sus polluelos. - Foto: Vicente GarcíaLos vencejos son unas aves fascinantes. Su forma aerodinámica les permite un vuelo perfecto y la capacidad de mantenerse en el aire durante gran parte de su vida. De hecho no se posan nunca salvo para anidar en los huecos mencionados y siempre a gran altura ya que si se posan o caen al suelo serán incapaces de remontar el vuelo debido a que poseen una patas muy cortas; esto unido a su gran envergadura de alas hace que si caen de forma accidental al suelo no puedan remontar el vuelo; cuando está en el aire parece una flecha viviente que surca los cielos de los núcleos urbanos.

Los primeros ejemplares llegan a nuestra ciudad en el mes de mayo y permanecen entre nosotros hasta el final de verano.

Es fácil su identificación no sólo por su forma, hábitos gregarios y velocidad de vuelo, sino también por su color pardo oscuro, casi negro; sólo la parte inferior de las alas presenta una tonalidad algo más pálida, destacando una mancha blanquecina en su garganta. Su adaptación extrema al vuelo hace que incluso duerman en el aire subiendo a miles de metros de altura para evitar obstáculos (aunque algunos puedan dormir en el nido, sobre todo en época de cría). Resulta espectacular contemplar sus vuelos y piruetas en grupo entre las calles de Ávila debido a la gran velocidad que consiguen y sobre todo, porque en la mayoría de las ocasiones están acompañadas de una algarabía de chillidos en el aire. Es como si estuvieran compitiendo a ver quién llega primero. Pare casi imposible que no se choquen entre ellos o se ‘estampen’ en cualquier pared, cable o cristal en alguno de esos vertiginosos quiebros. Hay que tener en cuenta que pueden alcanzar los 170 kilómetros por hora en horizontal y es un migrador de largas distancias pudiéndose desplazar hasta 1.000 kilómetros en un solo día, esto nos hace una idea de su gran capacidad.

(Reportaje completo en la edición en papel y suscripción digital).