Conocer el daño macular para evitar la ceguera

María Albilla (SPC)
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La Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE) es una alteración crónica y la principal causa de pérdida de visión en mayores

Los tentáculos de la pandemia han llegado a todos los ámbitos del sistema sanitario, una situación que tuvo su culmen el año pasado en los meses de confinamiento estricto, cuando no solo estaban limitadas las visitas a los especialistas, sino que los propios pacientes temían acudir a los hospitales por miedo a contagiarse de la COVID-19. Esta situación no discriminó y tuvo un importante impacto en los servicios de Oftalmología y en sus pacientes, entre ellos los que padecen Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE), una alteración en la que, como en todas las crónicas, la adhesión al tratamiento y el seguimiento resultan claves para frenar su avance.

El procedimiento que se sigue en la actualidad para tratar esta enfermedad es el de las inyecciones intravítreas con las que se administran fármacos antiangiogénicos -generalmente ranibizumab y aflibercept y, en un futuro, se espera la aprobación en Europa de brolucizumab- unos agentes que inhiben o reducen la formación de nuevos vasos sanguíneos en el ojo a partir de vasos preexistentes que secan la retina. 

«Una vez diagnosticada la enfermedad, el tratamiento va a ser de por vida», explica Lourdes Macías, jefa de sección de Retina-Vítreo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU). La oftalmóloga detalla que este empieza con una «fase de carga» que consta de una inyección al mes durante tres meses. Posteriormente, «las pautas de tratamiento pueden ir cambiando. Una de ellas implica que cuando los pacientes vienen a revisión cada mes y si la enfermedad está activa se pincha; si no, se revisa al mes siguiente», explica la oftalmóloga del HUBU. Y esto es lo que ha sido imposible realizar durante la pandemia y todavía hoy es muy complicado debido al alto número de pacientes que sufren esta alteración.

«En el caso concreto de Burgos, estuvimos tres meses sin consultas y sin inyecciones y hemos visto que  algunos pacientes han perdido visión como consecuencia. Una vez que se inició la desescalada, empezamos a establecer prioridades para atenderlos», explica.

Cuando la enfermedad está estable, hay veces que el tratamiento puede esperar porque incluso se puede pautar cada tres o cuatro meses,  «pero cuando estamos en las primeras fases o en función del tipo de DMAE de la que hablemos, no hacer el tratamiento y dejar que la retina esté inflamada nos va a hacer que después, por muchas pautas que intentemos, no consigamos que disminuya con la consiguiente pérdida visual, que es irreversible», explica Lourdes Macías. 

Para mejorar el tratamiento y la calidad asistencial, en la actualidad se está implantando en la sanidad pública lo que se denomina  acto único, para lo que se quiere impulsar el modelo de UTIV (Unidad de Terapia Intravítrea) que garantiza la consulta, el tratamiento y el seguimiento de los pacientes en una sola visita al hospital.

«Estamos muy cerca de esto. Ahora lo que se hace es que si el paciente viene a la consulta de retina y necesita que se le ponga su inyección, todos los días hay una persona dedicada a ello en una sala estéril, por lo que podrá recibir el tratamiento en un acto único», explica Macías. De esta manera, no solo se atiende a los pacientes que están en la agenda del día, sino a los que se les detecta activa la enfermedad aunque tengan pautada su inyección en otro momento.

Esta ha sido una de las lecciones  de la pandemia. Aprovechar el tiempo y los recursos para evitar visitas al centro sanitario. «Antes, las personas que tienen afectados los dos ojos tenían que venir en días diferentes. Ahora se pueden hacer los dos ojos en la misma visita». 

Signos de alerta

La doctora Macías insiste en la importancia  que tienen campañas como #MuchoPorVer (www.muchoporver) impulsada por Novartis para dar a conocer esta enfermedad. «Son fundamentales por varios motivos. El primero de ellos, para que se sepan reconocer los síntomas», aclara.

Esta alteración tiene tres fases. La primera de ellas, la inicial, se suele confundir con las cataratas porque los síntomas son relativamente inespecíficos. Por eso, no es hasta una etapa más avanzada de la enfermedad cuando se suelen identificar y estos «son los fundamentales», explica Macías. 

La distorsión visual es clave. «Los oftalmólogos lo llamamos metamorfosias, pero los pacientes lo que ven es las líneas torcidas. Por ejemplo, una farola, los marcos de las puertas o ventanas... Esto es que hay algo en la mácula. También puede haber puntos ciegos en el campo de visión», agrega.

Conocer cómo se presenta la DMAE es clave para acudir de una forma temprana al médico. Además, la oftalmóloga considera fundamental concienciar a la familia del paciente para que se implique en el tratamiento, ya que hay que ser extremadamente exahustivos con ello y suelen necesitar ayuda.