"El Sitio de Baler trasciende la historia y las ideologías"

J.C. Huerta
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Jesús Valbuena presenta este sábado en Ávila (18 h Auditorio Pasaje de los Reyes Católicos) su documental sobre los Últimos de Filipinas, un episodio «insólito en la historia militar moderna»

Cuando Jesús Valbuena apenas era un adolescente solía visitar en silencio la tumba de su bisabuelo Jesús García Quijano, una sepultura vetusta y polvorienta en el cementerio del pueblo de la familia, Viduerna de la Peña, de 50 vecinos. 

A Jesús siempre le intrigó la figura de su bisabuelo, los retazos de una biografía que, como las piezas de un puzle, fue obsesivamente reconstruyendo hasta descubrir que Jesús García Quijano, el cabo Jesús García Quijano, fue un héroe, uno de los Últimos de Filipinas, aquel puñado de hombres de un ya derrotado ejército colonial español que, sin saberlo, afrontó en Baler (Luzón, Filipinas) uno de los asedios más heroicos de la historia militar moderna. Entre ellos, el soldado abulense, de Aldeavieja, Domingo Castro Camarena, cuya historia publicó en un Documentos especial Diario de Ávila el 13 de mayo de 2017. El Sitio de Baler se estudia en las principales academias militares del mundo, incluida la norteamericana, como paradigma del valor, del instinto de supervivencia y del ingenio, esa virtud tan quijotescamente española. 

“El episodio de los Últimos de Filipinas trasciende las épocas, la historia y las ideologías», declara a Diario de Ávila Jesús Valbuena, periodista de profesión, a quien le molesta «la instrumentalización política» del suceso y de los personajes.

"El Sitio de Baler trasciende la historia y las ideologías" - Foto: JUAN LAZAROLos Últimos de Filipinas fueron 33 soldados españoles y los dos franciscanos que los acompañaron en la numantina resistencia que protagonizaron en el interior de una iglesia, rodeada y atacada con balas, artillería y fuego durante 337 días y 337 noches por centenares de milicianos filipinos que, además de intentar el asalto, se afanaron, con ayuda de oficiales españoles, en convencerles de lo inútil de su obstinada lucha, primero porque estaban condenados a capitular y, después, porque España ya había perdido Filipinas. Bajo la disciplina de un teniente, Saturnino Martín Cerezo, nunca se creyeron «las patrañas» de los filipinos ni de los emisarios españoles que se acercaron a parlamentar y que fueron tomados o por rehenes del enemigo o por traidores. 

Jesús Valbuena fue tejiendo poco a poco la historia de su bisabuelo y después la del propio Sitio de Baler y es desde hace años una referencia obligada para estudiar y dignificar este capítulo de la memoria histórica. El próximo sábado, 8 de junio, estará en Ávila presentando su documental ‘Los Últimos de Filipinas. Regreso a Baler’, invitado por la Cátedra de Cultura de Defensa de la UCAV (18 h. Auditorio Pasaje de los Reyes Católicos). «Lo más perentorio que queda por hacer es divulgar estos hechos, homenajear a sus protagonistas, compartir su historia, única, singular». Lo es, subraya Valbuena, porque además de la peculiaridad del episodio en su aspecto estrictamente militar, como hazaña defensiva, es también una batalla extraordinaria porque en ella los vencedores rinden honores a los vencidos. «Es algo insólito en la historia». En el momento de la capitulación española, el 2 de junio de 1899 (se cumplieron el pasado domingo 120 años), los tagalos, a quienes los españoles habían causado centenares de muertos, formaron en señal de homenaje. Por aquel pasillo desfilaron los 33 enjutos resistentes. El líder de los rebeldes filipinos, Emilio Aguinaldo, firmó inmediatamente el siguiente decreto: «Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su Bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa (...) Vengo en disponer lo siguiente: Artículo único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas, no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá, por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar á su país (...)». No hubo, por tanto, ni vencedores, ni vencidos, sino el respeto, la ofrenda y la admiración hacia quienes habían sobrevivido a situaciones límite.

Esa corriente de noble afecto y mutuo reconocimiento también ha sobrevivido a decenios, e incluso a un cambio de siglo y de milenio, y a ella se debe buena parte de la tarea que desde hace años lleva a cabo Jesús Valbuena, y en la que ha implicado a los gobiernos español y filipino, con el permiso de uno de nuestros más ilustres cantautores, el filipino de nombre Luis Eduardo Aute, quien ha alentado con su colaboración el acabado final del documental que Jesús Valbuena traerá a Ávila el sábado. «En esta cinta se muestra el episodio desde el punto de vista filipino», aclara el autor, quien ha viajado a Baler en varias ocasiones, y en especial a su iglesia, que aún se conserva en pie. En 2003, guionizó el reportaje de TVE ‘Los Hijos de Baler’, con la participación, entre otros, de Manu Leguineche (autor del libro ‘Yo te diré. La verdadera historia de los últimos de Filipinas’) y Tony Leblanc, quien debutó en 1945 en la célebre película de Antonio Román, un clásico de nuestro cine.

En 2016 se estrenó otra película bien distinta ‘1898. Los últimos de Filipinas’, que ganó un goya, dirigida por Salvador Calvo con Luis Tosar, Álvaro Cervantes, Javier Gutiérrez y Karra Elejalde. A pesar de las críticas históricas, ha servido para avivar el episodio y erigirlo en argumento de actualidad, junto con la publicación del libro de ‘Los Últimos de Filipinas. Mito y realidad del Sitio de Baler’, de Miguel Leiva y Miguel Ángel López de la Asunción. «Sin olvidarnos -recuerda Valbuena- que el Ejército ha amplificado durante 2019 su interés por el Sitio de Baler y su conocimiento».

En 2005, en Viduerna de la Peña ya no hay polvo sobre las tumbas. El recuerdo del cabo Quijano, el bisabuelo de Valbuena, el primer herido en el asedio, cojo, sorteando los derrumbes, las balas y el beri beri para dar instrucciones a sus hombres, inunda de dignidad al pueblo, hermanado con el de Baler y presidido por el Monumento a la Concordia Universal.