Pablo Serrano

CARTA DEL DIRECTOR

Pablo Serrano


El turismo con otros ojos

12/12/2021

Repite hasta la saciedad Díaz-Castilla «mi querida Ávila» y «mi Ávila querida», y lo dice con la convicción de conocer los entresijos de una gran ciudad que se esconde tras unas 'pocas' construcciones que apenas albergan a 50.000 personas. No se puede hablar con más cariño de una ciudad, hasta convertirla en una de las grandes querencias de su vida. Ni la desesperación por no haber visto hacer todo lo que se podía hacer resta posibilidades a su "querida Ávila" de ser la plaza cultural que él siempre sueña y reivindica.
Viene al hilo esta reflexión, por un lado, de la exposición antológica que aún podemos visitar en Lienzo Norte de Díaz-Castilla, el legado de toda una vida de un pintor que hoy con más de 80 años ha adquirido una maestría forjada a golpe de experiencia, desde aquellos primeros carboncillos (también expuestos), que aún guardan el visto bueno del profesor. Dice que es la última de sus exposiciones que podremos contemplar. No me lo creo porque su mirada y su mano aún guardan magia. Los últimos ángeles de Ávila que ha dibujado este pasado puente (y lo siento si revelo algún secreto) es una prueba de ello. Sus ángeles, otra de las pasiones, adquieren otro protagonismo si descienden por los recovecos de Ávila, la ciudad que sabe dibujar en unos pocos trazos como nadie, y que cualquiera de las miles de personas que han visitado nuestra ciudad este pasado puente reconocerían a simple vista. 
Y por ahí va la otra reflexión que quería hacer este domingo. Podíamos imaginar la ciudad como la hemos visto si hubiera habido una previsión meteorológica amable, y si no estuviéramos en modo pandemia. Pero ni el clima ha acompañado y la sexta ola pandémica se encuentra en su pico y, a pesar de todo, la ciudad ha estado rebosante. Hay que desterrar algunos mitos de esta ciudad y seguir mirándola con los ojos abiertos, porque nos puede seguir sorprendiendo, además de tener un horizonte. No sirve el conformismo de haber superado cifras de visitantes de hace dos años, en momento prepandemia, porque las circunstancias, para bien o para mal, son tan diferentes que ni siquiera hubo tantos días festivos por los caprichos del calendario.   
Descubrir la ciudad fría y heladora, contrapuesta al calor de una hostelería y un comercio que dan pasitos hacia adelante puede ser la vuelta a la tortilla. La debilidad se puede convertir en oportunidad si se sabe gestionar, como los países árticos que con -20 grados que congelan hasta las pestañas reciben a miles de visitantes en estas fechas. Pero aún no se ha trabajado ese filón. 
El turismo sigue siendo fundamental para esta ciudad, al margen de las quejas de los agoreros. Y, se quiera admitir o no, lo seguirá siendo. Y puede ser aún más significativo si se sigue construyendo. Pero como cualquier asunto de Estado, éste necesitaría de un consenso pleno porque si no se puede construir un país con una división silenciosa en el ambiente, tampoco se puede impulsar una ciudad si cada uno tira para un lado. O sea, como estamos.

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