Una herida perpetua

Agencias-SPC
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«Tres generaciones de imbéciles son suficientes» fue el argumento esgrimido por el juez del Tribunal Supremo de EEUU Oliver Wendell Holmes para aprobar la ley de esterilización forzosa en Virginia en 1927. Casi cien años después, estas intervencione

Una herida perpetua

Todo empezó en 1883 con el británico Francis Galton, creador del término eugenesia, la aplicación de las leyes biológicas de la herencia para lograr una mejora de la especie. Sus estudios llevaron a «los blancos educados» a asumir «con naturalidad» una superioridad racial y cultural injustificada, explica Ruth Engs, profesora emérita de Salud Pública de la Universidad de Indiana.

Así, en los albores del siglo XX surgieron teorías como la de «la degeneración», según la cual la pobreza o el alcoholismo se transmitían de padres a hijos. O la de la «jerarquía de razas», que situaba a los europeos como los más inteligentes del planeta. Suecia, en 1922, fue el primer país en crear un instituto nacional de «biología racial».

Pero Engs tiene claro que el empleo de la esterilización forzada para la mejora de la raza «se originó en EEUU», donde unas 60.000 personas, en su mayoría pobres e inmigrantes, fueron sometidas a esta práctica. Indiana, en 1907, fue el primer estado en legalizarla.

«Tres generaciones de imbéciles son suficientes». Ese fue el argumento del juez del Tribunal Supremo estadounidense Oliver Wendell Holmes al aprobarse la ley de esterilización en Virginia, en 1927. 

La eugenesia era «socialmente aceptable», afirma la senadora canadiense Yvonne Boyer, la «voz» de las víctimas en su país. Los científicos la acogieron con entusiasmo porque creían que «la genética de los pobres les impedía enfrentarse a los problemas», corrobora el experto español en bioética Daniel Soutullo. Más tarde, en Alemania, el nazismo (1933-1945) llevó esta práctica a su culmen, esterilizando a 400.000 personas.

Tras la II Guerra Mundial, la eugenesia perdió popularidad por el descrédito nazi. Sin embargo, con el paso de los años, algunos países desarrollaron vastos programas para diezmar a una parte de su población, casi siempre femenina, pobre, indígena y analfabeta.

Es el caso de Perú (foto principal), donde el Gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) articuló una brutal campaña que dejó a 300.000 mujeres, la mayoría indígenas, sin posibilidad de reproducirse

Pero no solo fue cosa de dictaduras. En Suecia, unas 63.000 personas fueron esterilizadas sin consentimiento entre 1935 y 1975, según los datos de Maciej Zaremba, el periodista que conmocionó a la sociedad sueca destapando este escándalo en 1997.

Canadá es otro ejemplo notable: una democracia consolidada que se cebó con las mujeres indígenas. «Algunos lo llaman genocidio», dice la senadora Boyer sobre las miles que fueron esterilizadas sin autorización en el siglo pasado, aunque la última denuncia es de 2017.

Actualmente, la esterilización forzosa es legal en una cuarentena de países. «Está tan extendida por la discriminación de género existente en todo el mundo», asegura Lola Liceras, portavoz de Mujeres en Amnistía Internacional España.

«La prohibición del aborto en El Salvador, la obligación de las mujeres en Irán de procrear o la expulsión de la escuela de las niñas embarazadas en Sierra Leona muestran el poder estatal para aplastar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres», resalta.

La esterilización forzada se practica hoy a personas con discapacidad en el Reino Unido, Australia o Francia. En Europa, 16 países obligan a esterilizarse para cambiar de sexo. También ocurre en Eslovaquia o Uzbekistán, donde se ha denunciado un programa secreto con 10.000 afectadas, muchas gitanas.

 

El futuro 

La eugenesia ya mira al futuro: diagnóstico prenatal, exploración fetal, fecundación in vitro, reprogenética o bebés de diseño. Los más críticos denuncian que se esconde en las investigaciones sobre el ADN. Los partidarios de la manipulación genética total o «transhumanismo» atisban una nueva especie «superior».

«Sí, muchas técnicas de ingeniería genética y reproductiva hoy en día se considerarían eugenesia, pues tratan de mejorar la salud de la próxima generación», señala Engs. Para ella, esto solo acaba de empezar: «se convertirá en una práctica cotidiana en las naciones desarrolladas».

Esta experta cita como ejemplo al «investigador chino que modificó el material genético para que los bebés no contrajeran el VIH de su padre», en alusión a He Jiankui, que en 2018 anunció la creación de las primeras niñas genéticamente modificadas del mundo resistentes a ese virus, lo que le costó tres años de prisión y el rechazo de la comunidad científica. 

«La Historia ha demostrado que a medida que la tecnología avanza, tiende a usarse para bien y para mal. Si bien una técnica en particular puede estar prohibida en una cultura, es probable que se use en otra», señala Engs.

Más crítico es Soutullo, para quien la manipulación genética que defiende del «transhumanismo», según el cual se podrán elegir las características de los hijos o detener el envejecimiento, «aumentará las diferencias sociales».

De momento no hay en el horizonte técnicas seguras para asumir ese postulado, «pero supongamos que en un futuro próximo sí se pueda: ¿quién se beneficiaría?. Los que tengan capacidad económica», responde este experto.