Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


París, Roma, Abu Dhabi

25/01/2022

Isabel, Alfonso, Juan Carlos. No, no juego con los nombres de las ciudades ni nombres de anteriores monarcas. Es el capricho o el sino de los tiempos, aquellos que con sus conductas y actuaciones, terminaron marcando el devenir suyo pero también el de este quejumbroso país. Sedicente de sí mismo. Inhóspito de nostalgias neutras. Aquí siempre la trinchera, timorata y cainita. El que hay de lo mío y el saltar a la yugular del otro. De construir juntos bastante poco, salvo la excepción de la transición. Lo verdaderamente ejemplar, quizá lo único en todo el siglo XX. Ahora bien, al precio de mirar en todo para otro lado y consentirlo todo, incluidas todo tipo de censuras. Lástima que la ética empodreció bajo la hojarasca de políticos y empresarios de medio pelo que leyeron siempre en clave personal o de fundo propio lo público y las oportunidades de negocio.
Desde el miércoles noche solo se habla y ve en los espacios televisivos la imagen de un ex duque. Bien, carnaza para la España que se recuesta en su regazo de desidia y abulia propia para consumir su tiempo. No se hablan de los problemas de verdad, pero a los manos hay que arrojarles los cacahuetes propicios en cada momento, y mientras, algunos, a lo suyo. Todos tenemos pasado, lo que pasa que algunos entre mirtos de algodón y espartos de amnesia, cárceles de mujeres y reglamentos penitenciarios muy benignos. Pero eso sí, la justicia es igual para todos, claro, la Justicia, otra cosa es cómo algunos la quieren luego aplicar. Pero nunca desfallezcamos. Una sociedad sin justicia es solo mediocre y arbitraria hasta los tuétanos y todo se erosiona, empezando por la credibilidad de todas las instituciones de este país. En una década no ha quedado una casi sin quema ni rastrojo impenitente.
Silencio en platea, que España sigue jugando a lo que más le gusta, la fusta y la indiferencia consigo misma. Ay españolito de a pie que ya nadie te canta y a nadie pareces importar. Cuánto problema de complejos vivimos siempre o casi siempre.
A nadie le importan ni encuestas ni mucho más allá un programa. Se vota contra, contra alguien, se abuchea al otro, sobre todo los de una parte sin darse cuenta que hace mucho que ya no hay partes. Ni trincheras pero quieren que creamos que las hay. Tal vez en la conciencia agnóstica de muchos eso de las trincheras y el tú contra mí, funcionó como la España goyesca.
Malos tiempos para la sociedad donde los que deberían hablar y pensar y ser conciencias críticas hace mucho que han preferido replegarse y callar o hablar en los vomitorios del futbol o los toros, entre tanto, el ruedo ibérico sigue así, afanado en no devorarse así mismo. Y es que el fondo el viejo canciller prusiano tenía razón hacia los españoles y el suelo que pisaban. 
Siempre en el recuerdo los puertos o pistas de salida hacia destinos por los que nunca nos dicen o dijeron las verdaderas razones de aquellas y estas salidas. El lenguaje es caprichoso, sobre todo, cuando la verdad muere o es anestesiada. Todo tiene un precio.