José Manuel Maíz

La bombonera

José Manuel Maíz


Vacío

20/01/2022

Vacío. Cada vez que llega una cita electoral es la sensación que me queda después de escuchar las proclamas de los candidatos que concurren por parte de las distintas formaciones políticas. Discursos llenos de frases hechas, de formalismos retóricos que cada vez escapan más de las ideologías, que se repiten constantemente para calar en el subconsciente de la ciudadanía, basados en críticas al oponente y con unas ligeras pinceladas (mínimas en la mayor parte de las ocasiones) de lo que ese candidato puede ofrecer, pero sin ahondar en la profundidad que requieren los temas, como si hubiese miedo a que el dar a conocer las ideas que uno defiende pueden herir sensibilidades. Y casi siempre se trata de captar el respaldo basándose en desprestigiar al oponente, sacando a relucir sus carencias y sus defectos, magnificándolos, antes que realzando los valores que uno representa y que deberían ser, a la postre, lo que generase que se deposite en ellos esa confianza que buscan alcanzar en las urnas. Y cuando se buscan realzar esos valores se añaden compromisos y promesas que, en vista de la experiencia acumulada, difícilmente se podrán llevar a cabo en la mayor parte de los casos.
Pero la política en este país se ha instalado en el reproche, en la acusación, en vender los errores del contrario. Como también se ha instalado en esa venta de humo que ya apenas sorprende al ciudadano, que asume con resignación que se le hagan promesas que después no llegan a cumplirse, por mucho que se repitan y pasen los años. Y pocos, por no decir nadie, apuestan por realzar esos puntos que pueden existir en común y que pueden llevar a sacar lo mejor de todos en pos del beneficio de la sociedad, de todos los ciudadanos a los que van a representar en el Parlamento. A pesar de que luego estén condenados a entenderse, pero un debate sosegado, riguroso, cabal, parece que no cuadra en el subconsciente de las formaciones políticas cuando llega el momento de la campaña electoral.
La celebración el próximo 13 de febrero de elecciones en Castilla y León, convocadas de manera anticipada basándose en un juego de cálculo político sobre el rédito que se podía alcanzar si no se esperaba a cumplir la legislatura completa, viene a poner sobre la mesa, una vez más, la importancia que tienen los ciudadanos cuando se les convoca a las urnas. Y a tenor del momento de la convocatoria la sensación que queda es que poca consideración se ha tenido con unos ciudadanos que en estos instantes están más preocupado por sobrellevar y superar la sexta ola de la pandemia provocada por la covid-19 que de acudir a las urnas para dar su apoyo a los que deben ser sus representantes en las Cortes de Castilla y León se supone que para los próximos cuatro años. 
Se actúa dejándose llevar por los impulsos del momento, buscando el resultado y el aplauso del instante, pero esa precipitación en la propuesta, carente de contenido, cae luego por su propio peso, quedándose un hueco, vacío. El problema es que este fenómeno cada vez se extiende más a la actividad política, que cada vez es más superficial, buscando lo que llame la atención, pero dejando a un lado lo esencial, lo que hace transformar a las sociedades. Y se pierden oportunidades que luego será muy difícil recuperarlas. Quedando un vacío que cada vez es más difícil de llenar.