La utopía con la que soñó Chillida

Ana Burgueño (EFE)
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El museo que logró integrar la obra del escultor con la naturaleza cumple 20 años con el optimismo como bandera

Vista de una obra del donostiarra en los exteriores de Chillida Leku. - Foto: Javier Etxezarreta

Chillida Leku, el museo consagrado a la obra del escultor vasco cerca de San Sebastián, cumple este miércoles 20 años. Con la pandemia, el espacio ha sumado una nueva vicisitud a las ya vividas y, aunque este verano ha perdido visitantes, sus responsables afrontan el futuro con optimismo.

«Era algo esperable. Los números nos han parecido muy buenos para las expectativas que había y acabaremos superando estos momentos de incertidumbre», cuenta Luis Chillida, presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, quien destaca la ventaja de ser un museo al aire libre.

El primer aniversario de la reapertura de Chillida Leku tras ocho años de cierre no se pudo celebrar el pasado abril debido al confinamiento, algo que sí podrá hacerse por sus dos décadas.

La conmemoración será sencilla, muy diferente al gran acto del 16 de septiembre de 2000, cuando acudieron al caserío Zabalaga de Hernani, donde se extienden las campas de este espacio, Don Juan Carlos y Doña Sofía, el presidente José María Aznar y el canciller alemán Gerhard Schroeder, entre otros.

Sí habrá algo en común entre ambas celebraciones, pues volverá a sonar Bach, el compositor preferido de Eduardo Chillida, en esta ocasión en versión jazzera de la mano de los pianistas Iñaki Salvador y Alexis Delgado, que tocarán el próximo sábado en el exterior del museo.

El acto institucional se ha programado para pasado mañana, cuando Amancio Prada interpretará el Cántico Espiritual sobre los textos San Juan de la Cruz, poeta por el que el escultor sentía gran admiración.

A diferencia de la inauguración, a la que asistió un Chillida ya enfermo, este aniversario tendrá lugar en una Euskadi en paz, con ETA ya desaparecida, la misma que buscó protagonismo hace 20 años cuando la Policía vasca halló varios lanzagranadas apuntando al museo.

La víspera de su apertura, la mujer de Chillida, Pilar Belzunce, y sus hijos Susana y Luis, dijeron que apostaban por la «autonomía» de la familia para gestionar el espacio, por lo que solo accedería a ayudas públicas para «proyectos muy concretos».

Chillida Leku funcionó de esa forma en los primeros años, hasta que la situación de déficit llevó a los herederos del escultor, quien falleció en 2002, a negociar la venta del museo, una operación que se frustró y que les obligó a anunciar un cierre temporal a partir de enero de 2011 que se prolongó ocho años. 

 

Sin tirar la toalla

El 10 de abril de 2019 se materializó su reapertura. El museo volvía a funcionar con normalidad gracias a los «compañeros de viaje» que los Chillida encontraron en la galería suiza Hauser & Wirth. «En este largo recorrido ha habido de todo, pero para nosotros es muy importante el haber conseguido mantener el sueño de nuestros padres, incluso en momentos complicados. En ningún instante pensamos en tirar la toalla y lo que fue una utopía para mi padre, va logrando volver a ponerse en marcha ahora de una manera más enérgica. El balance no puede ser más positivo», afirma Luis Chillida.

Con la incorporación de la galería, la gran novedad fue que Chillida Leku se iba a abrir a otros artistas. El pasado 13 de marzo la escultura Eye Benches III de Bourgeois se convertía en la primera pieza en entrar en el universo Chillida y en inaugurar el programa Obra invitada, pero ese misma día el museo comunicó su cierre por la COVID-19.

Reabrió el 20 de junio y, entre esa fecha y el 31 de agosto, recibió 14.000 visitas, una caída del 47 por ciento respecto al mismo período del año anterior, una cifra que Chillida da por buena en las actuales circunstancias. La participación en las actividades de verano se ha incrementado un 60 por ciento, además con asistencia de público local y joven, un reto para esta nueva etapa.

En 2021 se organizarán nuevas exposiciones en este lugar en cuyo exterior se muestran una treintena de grandes esculturas de Chillida, y más de un centenar de menor tamaño entre las paredes del viejo y restaurado caserío Zabalaga.