El mundo se divide inexorablemente en dos bloques de poder desde hace siglos, que incluyen intereses geoestratégicos, económicos y de defensa militar. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría llevó a separar el planeta en dos áreas bien definidas: la capitalista y la comunista. Ya en esta centuria, después de la caída del monopolio socialista ruso, la bipolaridad mundial se trasladó a las dos superpotencias económicas: Estados Unidos y China, una pugna que ha traído consigo nuevos conflictos paralelos.
España, como fiel aliado estadounidense, ha participado junto a la primera potencia mundial en numerosas acciones de apoyo militar y logístico durante todo este tiempo.
Pero uno de los espaldarazos más importantes del país a la política de Washington fue cuando hace 40 años el entonces Gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD), dirigido por Leopoldo Calvo Sotelo, firmó el 10 de diciembre de 1981 la integración de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Aunque no fue hasta el 30 de mayo de 1982 cuando España se convertiría oficialmente en el miembro número 16 de este selecto club militar.
Unos años más tarde, el Gobierno socialista de Felipe González ratificó la permanencia de España en la Alianza a través de un referéndum que tuvo lugar en 1986. Los progresistas giraron en su política militarista y pidieron entonces el Si a la continuidad en la OTAN, una consulta que ganaron con solo el 52,54 por ciento de los votos a favor.
Sin embargo, España no se incorporó plenamente a la estructura militar integrada hasta el 1 de enero de 1999. A pesar de ello, el Ejército desplegó por primera vez tropas a las operaciones de la OTAN en la antigua Yugoslavia entre 1992 y 1995, y ese mismo año Javier Solana fue nombrado Secretario General de la Alianza. La primera misión oficial fue en 1999 en Kósovo (KFOR), encargada de vigilar el cese de las hostilidades y adiestrar a los componentes de las nuevas Fuerzas de Seguridad del territorio balcánico.
Modernización
Recién estrenado el siglo XXI, la OTAN moderniza su concepto de seguridad y de amenazas y crea en 2003 la Fuerza de Respuesta Rápida (NRF), una unidad concebida para dar cobertura a un ataque a uno de los países de la Alianza y también ante una posible crisis en otro tipo de escenario, ya sea rescate de rehenes o ataques a embajadas. Según establece la OTAN, este destacamento debe ser capaz de desplegarse a una zona de forma urgente e inmediata para hacer frente a un conflicto en cualquier parte del planeta. Precisamente, las Fuerzas Armadas españolas aportan el 80 por ciento de los efectivos de la NRF, la mayoría procedentes de unidades de Operaciones Especiales de los Ejércitos de Tierra y Aire, además de la Armada.
En las últimas dos décadas, España ha sido uno de los países que mayores esfuerzos ha realizado tanto en el flanco Este como en el Sur para garantizar una OTAN capaz de responder mejor a los retos y amenazas. España aporta un buen número de capacidades militares y es uno de los aliados con presencia más destacada en misiones internacionales, como la de Bosnia-Herzegobina, la citada de Kosovo, la operación Unified Protector en Libia o la lucha contra la pirateria en el Cuerno de África.
Las bases de rota y morón
El operativo de la OTAN en España se completa con dos instalaciones militares clave para Estados Unidos y la Alianza como son las bases de Rota, en Cádiz -con más de 4.000 efectivos-, y Morón de la Frontera, en Sevilla -con unos 2.000-.
El origen del uso compartido por España y EEUU de estos emplazamientos se remonta a 1953, fecha en la que ambos gobiernos firmaron los Pactos de Madrid, mediante los cuales se instalarían en territorio español cuatro bases con presencia estadounidense -en Zaragoza y Torrejón de Ardoz (Madrid) ya no está presente EEUU desde 1992-.