El paisaje, un elemento común que hay que preservar

E.C.B
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El catedrático de Filosofía Francisco José Martínez reflexiona en el curso de verano de la UNED 'Pensamiento y paisaje' sobre el hecho de que el paisaje «no es un elemento natural, sino construido, y por tanto cultural e histórico»

El paisaje, un elemento común que hay que preservar

El Centro Asociado de la UNED en Ávila acogió este martes el curso de verano ‘Pensamiento y paisaje’, dirigido por el catedrático de Filosofía Francisco José Martínez, quien destacó que «es una reflexión sobre el concepto del paisaje desde distintos puntos de vista, abordando fundamentalmente un planteamiento filosófico y deontológico, desde un punto de vista histórico, literario, pictórico y de la ética ambiental como uno de los elementos comunes a toda la humanidad y que tenemos que preservar».

En ese sentido, explicó Martínez, se trata de «una especie de reflexión múltiple sobre el tema del paisaje, destacando justamente la idea de que se trata de un elemento construido y que, por lo tanto, es cultural e histórico y que no todas las culturas ni en todas las épocas han tenido paisaje, porque un paisaje es un constructo que en nuestra tradición empieza a construirse, más o menos y en sentido completo, a partir de los siglos XVI-XVII, es decir, en el Renacimiento y el Barroco».

El catedrático de la UNED señaló que «normalmente, se considera que para que haya paisaje existen cuatro condiciones: que haya palabras específicas referidas a la noción de paisaje; que haya representaciones pictóricas, es decir, una consideración del paisaje no sólo como fondo, sino como algo sustancial y único; una descripción literaria y una literatura dedicada al paisaje; y, finalmente, una construcción empírica del paisaje, que son los jardines, la noción de jardín como algo distinto al huerto o de la plantación, utilizando el medio natural y mineral desde el punto de vista estético y no desde un punto de vista utilitario».

También hizo referencia a los diferentes elementos que se han ido añadiendo al tema del paisaje. De esta manera, expuso, «el paisaje empieza con lo más bello, que son los prados al lado del río, con una ovejita, un poco haciendo referencia a la poesía bucólica pastoril de Garcilaso, con esa imagen de los álamos y los chopos reflejándose en el arroyo. A partir del siglo XVII-XVIII se empieza a introducir la montaña y el mar como objetos estéticos, cosas que, hasta entonces, se habían considerado cosas a parte del hombre e incluso demoníaco. Y esto, supone un paso de lo bello a lo sublime, de modo que lo bello es un sitio en el que estamos reconciliados con ello gracias a la armonía y a la proporción, mientras que lo sublime es algo que nos anonada, que nos aterroriza, que nos hace pequeños ante ello».

En ese punto, continuó, «a partir del siglo XIX y fundamentalmente el siglo XX, aparece la ciudad moderna como objeto estético, que hasta entonces no había aparecido y lo que podemos llamar, lo sublime tecnológico, es decir, toda la representación de la tecnología. Empezamos a finales del siglo XVIII con las locomotoras de vapor, los barcos de vapor, luego las fábricas, la ciudad industrial, los puentes, los puertos y demás elementos arquitectónicos… y ya en los siglos XX y XXI, las autopistas, los centros comerciales o los aerogeneradores».

Martínez insistió en que «el paisaje no es algo natural, sino que es algo cultural, es algo en parte objetivo -las cosas de la naturaleza- y en parte subjetivo -nuestra mirada- y que, por lo tanto, al ser cultural, también es histórico y, además, no es inmediato y ese es el objetivo fundamental del curso, que piensen que la relación con el paisaje es una relación muy compleja y muy construida que depende mucho de la cultura y que no es inmediato».