La otra hora de la verdad

Pilar Cernuda
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Sánchez confía en que Podemos no salga tan perjudicado como se augura, ya es el partido con el que quiere negociar su investidura

La otra hora de la verdad

No gusta a los candidatos a Gobiernos regionales, Alcaldías y Parlamento europeo que se vean las elecciones de hoy como una segunda vuelta de las generales, pero lo son. La prueba es que el que Sánchez no ha tomado ninguna medida de cara a su investidura porque sabe que está condicionado a las negociaciones que empezarán mañana. 

Hay un dato que confirma que la continuidad del madrileño en La Moncloa depende de los resultados del domingo: en la sesión constitutiva del Congreso, cuando Junqueras se dirigió hacia el escaño donde estaba sentado Sánchez mientras disparaban hacia ellos todas las cámaras, lo que le dijo fue:«Tenemos que hablar». Y tanto. Si estuviera seguro de que el partido independentista respaldaría su investidura, los socialistas no estarían nerviosos a la espera de lo que digan las urnas.

A partir de mañana, la España política se convertirá en un zoco. El apoyo a un Gobierno regional a cambio de que se respalde a otro o se den los votos necesarios para conseguir una Alcaldía, permitir que mande un partido determinado en una región o en un municipio a cambio de un Ministerio -en eso está Iglesias, a quien no le llega la camisa al cuerpo porque está seguro de que va a ser ministro; aspira a Trabajo-, o seducir al grupo más irrelevante convertido en oscuro objeto del deseo cuando se entra en la siempre complicada etapa de intercambiar Ejecutivos y repartir el poder. El más importante, el de la gobernanza de España desde sus distintas instituciones, no solo el Consejo de Ministros, sino a través de los Gabinetes municipales y autonómicos. Y también en las instituciones europeas, donde hay cargos de poder a los que se accede por elección.

Ante las elecciones de hoy, Sánchez confía en que Podemos no quede tan deteriorado como auguran las encuestas, pues es el partido con el que le será más fácil negociar su investidura y también Alcaldías de capitales que aspira conquistar. No le quita el ojo de encima a Ciudadanos, del que no se fía -como tampoco el PP-, y del que ha dicho por activa y por pasiva que jamás negociará, que es lo mismo que dice Cs de Sánchez y su partido. Pero saben los socialistas, los liberales, los populares y los morados, que una vez conocidos los resultados de unas elecciones, se hace borrón y cuenta nueva. De lo dicho nada, y lo que importa son las matemáticas: a qué puerta hay que llamar en función de los escaños o concejalías conseguidas, y qué se puede ofrecer a cambio del apoyo para hacerse con un puesto concreto. Así que, para acertar sobre qué ocurrirá, lo mejor es olvidar todo lo que se ha escuchado, incluidas las promesas y las propuestas presentadas como inamovibles, y poner en marcha todos los dotes de observación para estar atentos.

Campaña de perfil bajo. Pablo Casado ha realizado una campaña de perfil bajo que demuestra que sus ánimos no están tan arriba como los días previos a las generales, cuando estaba convencido de que el calor y entusiasmo que encontraba en su gira por España se traduciría en un resultado que le abría las puertas de La Moncloa. No ha sido así, en campaña todo el mundo demuestra calor, pero el único voto asegurado es el de la militancia, y no siempre. La única esperanza del palentino de poner al PP nuevamente en primer plano tras el pírrico resultado de abril, cuando perdió la mitad de los escaños en el Congreso, es no solo mantener los principales Gobiernos municipales y autonómicos que ya tiene sino conseguir algunos de los que tradicionalmente eran feudos del PP y se perdieron por los pactos de Sánchez con Iglesias.