Acuerdo imposible... de momento

Pilar Cernuda
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A pesar de las duras acusaciones entre Sánchez y Casado, el entorno del presidente y del líder del PP no descartan una negociación en el futuro para alcanzar pactos por el bien de España

Los reproches entre la bancada del Gobierno y la popular han sido constantes y recíprocos en las últimas sesiones parlamentarias. - Foto: Ignacio Gil / Pool

El Gobierno acusa al PP de un radicalismo cada vez más exacerbado que lo aproxima a Vox; PP acusa a Pedro Sánchez, más que al Ejecutivo, de no tener palabra y engañar sistemáticamente; el Gobierno acusa al PP de falta de sentido de Estado y no marcarse más objetivo que derrumbar el Gabinete de Sánchez; el PP acusa al Gobierno de pactar con el diablo, con cualquier diablo, con tal de mantenerse en el poder.

El mes que viene la Comisión Europea tendrá que dar el visto bueno al objetivo de déficit y techo de gasto español, condición indispensable para que el país tenga acceso a los 140 mil millones de euros de ayuda acordados por la UE, el FMI y el BCE; en septiembre, el Gobierno presentará a las Cortes sus Presupuestos Generales del Estado, que serán mirados con lupa por la UE y que condicionarán las ayudas, porque no solo los países frugales –Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Austria- muestran una fuerte resistencia a que lleguen esos fondos a España, sino que se han sumado otros miembros que sienten una profunda desconfianza hacia la presencia de Podemos en la coalición de Gobierno.

Sánchez sabe por tanto, mejor que cualquier otro político español, las dificultades a las que se enfrenta para cumplir la legislatura. Sin la ayuda europea no podrá sobrevivir a la difícil situación que ha provocado la COVID-19, tanto desde el punto de vista económico como el social. Algunas de las medidas sociales y fiscales pactadas para formar coalición con Podemos no serán aceptadas por los miembros de la UE, y necesita la unanimidad pues sin el respaldo del Parlamento Europeo y de cada uno de los 27 parlamentos al programa de ayuda, no saldrá adelante el plan europeo de reconstrucción. Y si se pone muy estricta la Unión Europea y echa abajo algunas de las políticas que exige Podemos, teme el presidente que se rompa la coalición. 

En el entorno de Sánchez piensan que de producirse esa ruptura sería cuando falten pocos meses para finalizar la legislatura. Es más, están convencidos de que la ruptura se va a producir y además supondrá una campaña muy dura contra el PSOE, como estrategia electoral necesaria para superar las malas perspectivas que les auguran las encuestas.

En Moncloa no temen ese momento de separación, lo que les preocupa es contar con el respaldo parlamentario suficiente para aguantar unos años y, lo más urgente ahora, es aprobar las Cuentas.

El primer acercamiento fue con Ciudadanos, que ha tenido éxito hasta ahora tanto para el Gobierno como para Cs, que ha dado un giro respecto a los tiempos de Rivera e intenta hacerse con el centro. 

A pesar de que el Gobierno cree que Podemos no tiene actualmente la menor intención de romper la coalición y a pesar de que Sánchez insiste hasta la saciedad que la alianza con Pablo Iglesias es muy sólida -mensaje a un PP que se ha pasado meses diciendo que para llegar a algún acuerdo con el Gobierno sería indispensable que Podemos no formara parte de ese Ejecutivo- el presidente reitera que su disposición a negociar con el PP es total. 

Casado también quiere negociar, la prueba es que ya no exige la ruptura de la coalición sino que no se promuevan las iniciativas de Podemos que consideran perniciosas y que coinciden prácticamente con las que rechaza también Ciudadanos. Pero aunque los dos bandos afirman que quieren negociar, uno de ellos, el de Moncloa, se queda en palabrería; el otro, el del PP, se queja de que Sánchez no llama a Casado desde hace más de un mes. Al mismo tiempo, los dos políticos que se presentan públicamente con la mano tendida para negociar, arremeten uno contra otro en el debate parlamentario, con una dureza impropia de quienes afirman que buscan pactos de Estado por el bien de España.

En Moncloa alegan que con Casado es posible sentarse a hablar, pero creen que se encuentra muy condicionado por la estrategia de confrontación de su número dos Teodoro García Egea y la portavoz Cayetana Álvarez de Toledo. 

 

Nueva fórmula

Casado, más allá de sumarse al verbo parlamentario encendido, está dando algún paso de acercamiento al Gobierno con miembros del Ejecutivo a través de dos exministras y miembros de la actual dirección del PP: Ana Pastor y Elvira Rodríguez. La intención es que utilicen su experiencia para iniciar un diálogo que esperan constructivo. Solo cuando se produzca un resultado en ese escenario en el que se moverán las dos mujeres que intentarán establecer un nuevo clima entre el PP y el Gobierno, podría concertarse un encuentro entre Sánchez y Casado.

La difícil situación que vive España, más que difícil angustiosa, ha provocado que desde sectores muy distintos de la política y del empresariado se retome una antigua idea: intentar la formación de un Gobierno PSOE, PP y Cs. O de Gobierno de PSOE con Ciudadanos apoyado desde fuera por el PP. 

El principal obstáculo es obvio: Podemos. Sánchez no quiere desprenderse de Iglesias, aunque sigue sin fiarse de él a pesar de sus declaraciones públicas -lo confiesan personas de su círculo-, pero se fía menos de Casado, que podría intentar ponerle contra las cuerdas si su apoyo se convierte en indispensable. Pero sobre todo siente una profunda resistencia, casi emocional, hacia el PP actual, que considera inmaduro desde el punto de vista político. Pablo Casado, por su parte, ve en Sánchez un político sin principios y, lo más grave, incapaz como presidente de defender las instituciones del Estado y la Constitución. 

Sin embargo, ya se sabe, en política los escenarios cambian en cuestión de minutos, y nada impide que la tensión actual entre Gobierno y Partido Popular acabe con una de esas fotos tan habituales en las que dos adversarios se estrechan, sonrientes, las manos.