Qué es la responsabilidad

María Jesús Álava
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Cuando el ser humano carece de esta cualidad, conviene fomentar comportamientos y actitudes que suelen estar más alentados por el refuerzo positivo que por el castigo

Si nos preguntasen si somos personas responsables, ¿qué responderíamos? ¿La responsabilidad es una actitud?, ¿o es inherente a la forma de ser de cada uno? ¿Se puede desarrollar? ¿La responsabilidad favorece la convivencia o limita nuestra libertad de acción y de pensamiento?

Podríamos formular muchas preguntas, pero antes conviene que nos pongamos de acuerdo en la definición de responsabilidad.

 

¿Qué entendemos entonces por responsabilidad?

La acepción más conocida es la que considera la responsabilidad como una cualidad y un valor del ser humano. Se trata de una característica positiva de quienes son capaces de comprometerse y actuar de forma correcta. 

En general, la sociedad espera que las personas actúen de forma responsable ejerciendo sus derechos y desempeñando sus obligaciones como ciudadanos. 

Pero, llegados a este punto, podríamos preguntarnos si hoy somos más o menos responsables.

 

¿Somos más responsables a raíz de la pandemia que padecemos?

Esperar que, de la noche a la mañana, la gente cambie y que se vuelvan responsables quienes antes no lo eran es más un deseo que una realidad.

Es verdad que muchas personas pueden tener una reacción de miedo que condicione su forma de actuar, pero esas reacciones se mantendrán solo mientras el miedo o la inseguridad prevalezcan en sus emociones.

 

Cómo podemos fomentar comportamientos responsables

En psicología hay un axioma fundamental: determinadas conductas se incrementarán o disminuirán en función de sus consecuencias. Es decir, si alguien tiene una conducta irresponsable y las consecuencias derivadas de esa conducta no son suficientemente disuasorias como para que no la vuelva a repetir, lo habitual es que esa persona siga con sus patrones de comportamiento.

Hemos comentado varias veces que a los adultos no les gusta que les castiguen, y que obedecen más al refuerzo que a la sanción; por ello, habrá que combinar ambas estrategias para conseguir los resultados buscados.

La primera acción es cortar de raíz las conductas irresponsables que puedan ser peligrosas para esa persona o para su entorno, y habrá que hacerlo fijando unas consecuencias inmediatas, ajustadas a la gravedad de los hechos y continuadas en el tiempo (tantas veces como esas conductas se repitan).

En paralelo, habrá que trabajar los mecanismos que favorezcan conductas más responsables. Para ello, convendrá informar con absoluta nitidez sobre las consecuencias positivas y negativas de determinadas conductas y habrá que tener programas de aproximaciones sucesivas para ayudar a la gente a que pueda incorporar esos nuevos hábitos. Por aproximaciones sucesivas nos referimos a que si alguien es incapaz de no transgredir una determinada norma un día entero, será más fácil si al principio le pedimos que respete esa norma durante 15 minutos, y vayamos aumentando progresivamente el tiempo, sin poner en peligro el objetivo final.