Editorial

25-N: un día de reivindicación para acercarse más a la igualdad

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La jornada de hoy, el 25 de noviembre, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la violencia contra las mujeres en todo el mundo en pocos años. Desde la primera vez que se celebró, muchos pasos se dieron en pos de una igualdad plena entre los hombres y las mujeres, pero todavía queda mucho camino por recorrer por desgracia. Todos los años cientos de mujeres son asesinadas a manos de sus parejas, pero otras miles en todo el mundo son oprimidas y lo sufren en silencio por el miedo al rechazo social. Hoy es un día para alzar la voz ante estas injusticias simplemente por razón de sexo y así lo expresarán miles de mujeres sin tapujos en la multitud de actos que se celebran en todo el mundo.

La violencia contra las mujeres es una de las lacras que sufre la sociedad contemporánea. Después de siglos de una desigualdad muy marcada, vista como algo coyuntural a los sexos, en este siglo XXI, cada día que pasa se abren nuevas puertas para acercarse a la igualdad plena. Las mujeres demuestran cada día su valía y empiezan ya a romper los techos de cristal impuestos culturalmente desde tiempos inmemoriales. La incorporación de la mujer al mercado laboral supuso un cambio radical en la estructura de la sociedad y una mayor visibilidad del sector femenino. Ahora, el partido se juega en la llegada de la mujer a puestos de responsabilidad dentro de las empresas, un hecho cada vez más habitual, pero muchas se quedan en el camino cuando deben elegir entre su vida familiar y su carrera profesional. Las primeras abandonan el trabajo para criar a sus hijos y cuando quieren reengancharse al mercado laboral no son admitidas por motivo de la edad y queda en una situación de exclusión, incluso social, difícil de asimilar.

Pero los casos más importantes son aquellos en los que la violencia contra las mujeres dejan a éstas al borde de la marginación social. Sin recursos económicos y, normalmente, con hijos a su cargo, corren un riesgo enorme de caer en una situación de pobreza extrema. La sociedad debe ser consciente de las consecuencias de los casos de violencia contra las mujeres y socorrer a aquellas que tienen la valentía de denunciar a su agresor, con el peligro incluso de perder su vida, y la de sus hijos. En los últimos años, la red de servicios sociales avanzó mucho en ese sentido, pero hay que ir a la raíz del problema, no a las consecuencias. Y en este sentido, la educación es la pieza clave para que las próximas generaciones estén concienciados de que la convivencia de la pareja tiene unos límites que nunca se deben traspasar y, si sucede, los protocolos de actuación deben de ser rápidos y eficaces para que no haya que lamentar más muertes.

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