Noche de emoción junto al Cristo de la Ilusión

J.M.M.
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La procesión, que partió de la ermita de las Vacas cuando se ocultó el sol y tras superar la amenaza de lluvia, hizo su estación de penitencia para encontrarse, un año más, con la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza

Noche de emoción junto al Cristo de la Ilusión - Foto: David Castro

Con los últimos rayos del sol del Lunes Santo, y con la luna en cuarto creciente empezando a iluminar la noche abulense, la imagen del Santísimo Cristo de la Ilusión sobrepasó el atrio de la ermita de la Virgen de las Vacas para alzarse al cielo abulense impulsada por los 24 braceros que le portan sobre sus hombros y comenzar su estación de penitencia, que le llevó desde su barriada hasta la Catedral, donde vivió una año más el emotivo encuentro con su madre, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza, y regresar de nuevo a su hogar. 

Fue una tarde de nervios, de miradas constantes al cielo, donde por momentos las nubes, aparentemente cargadas de agua, parecían ganar terreno para descargar con fuerza sobre Ávila (de hecho, apenas media hora antes de comenzar, dejaron caer unas gotas) y echar por tierra el trabajo de preparación de los últimos meses. Pero, finalmente, a las nueve menos cuarto de la noche, la hora prevista de salida de los hermanos del Ilustre Patronato de la Santísima Trinidad y Nuestra Señora de las Vacas, ese peligro se había desvanecido y la procesión del Cristo de la Ilusión pudo desarrollarse según lo previsto. En un año especial para este patronato, no en vano se cumplen treinta años desde que la imagen del Cristo de la Ilusión sale en procesión, y salvo el primero, en que salió en carroza, en todos ellos ha recorrido las calles de Ávila a hombros, arropada por los cientos de cofrades que la veneran.

Ese fervor se sentía en el ambiente existente en la ermita de las Vacas, donde se fueron congregando los hermanos, pertrechados con su túnica y capucho verde y su cíngulo, guantes y capa blanco, dispuestos a vivir con profunda y honda devoción una estación penitencial donde se transmite la sobriedad y la austeridad de la Semana Santa abulense, en la que solo se rompió el silencio de la noche que se va adentrando en Ávila por el sonido de la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, de Madrid, que puso el acompañamiento musical a esta procesión.

La salida de la ermita de las Vacas del Cristo de la Ilusión (obra del escultor Manuel Ortega en 1987, majestuosamente adornado con arreglos florales en tonos rojos a base de rosas, clavelinas, orquídeas  y espinas), siempre emocionante, complicada, milimétrica, sumando el esfuerzos de todos los braceros para salvar el pórtico, se vivió con expectación y, tras culminar, y alzarse al cielo de Ávila en el centro de la plaza de las Vacas, una salva de aplausos, acompañada de los sones de la marcha de la banda, dio brillo al momento. La estación de penitencia ya estaba en marcha.