Tesoros en los pasillos de la ONU

J. Fuentelsaz (EFE)
-

Cuadros, esculturas, tapices y mosaicos convierten la sede de Naciones Unidas en Nueva York en un particular museo que reúne piezas históricas de todo el mundo

Tesoros en los pasillos de la ONU - Foto: Jorge Fuentelsaz

Una vidriera de Chagall, una pequeña sección del muro de Berlín, una kiswa o un mosaico romano de hace 1.700 años son algunas de las obras, regalos y pequeños tesoros que esconden los pasillos de Naciones Unidas en Nueva York.

El emblemático revólver con el cañón anudado, obra del artista sueco Carls Frederik Reuterswärd, da la bienvenida a la entrada de la sede de la organización con un poderoso mensaje contra la guerra.

El escultor concibió esta pieza tras la muerte de su amigo John Lennon, asesinado de un disparo en 1980. Reuterswärd quiso que su país donara la obra a la ONU, pero Suecia no accedió, por lo que el artífice pidió a Luxemburgo que intercediera por él y así lo hizo, lo que explica que sea el nombre de esa pequeña nación el que aparece en el pedestal de la pistola truncada.

Tesoros en los pasillos de la ONUTesoros en los pasillos de la ONU - Foto: Jorge FuentelsazLa jefa del servicio de visitas del complejo de Nueva York, Elisabeth Waechter, cuenta que todas las obras tienen un significado, bien para los estados donantes o bien para la propia organización, y destaca, además del revólver, la reproducción del Guernica, la célebre obra de Pablo Picasso.

Precisamente, este tapiz donado por Nelson Aldrich Rockefeller Jr., símbolo universal contra la barbarie de la guerra, ha protagonizado una reciente polémica que llevó al cierre temporal de la web de los regalos y piezas de arte de la ONU. Naciones Unidas decidió revisarla después de que se detectara que la información sobre el cuadro del español responsabilizaba al Gobierno republicano del bombardeo que sufrió la población de Guernica en 1937 por aviones alemanes de la Legión Cóndor, que apoyaban a los rebeldes franquistas.

Waechter también elogia la obra Good defeats evil (El bien vence al mal), un San Jorge clavando una lanza al dragón, de dimensiones ciclópeas. La bestia mitológica está hecha con fragmentos de misiles soviéticos SS-20 y estadounidenses Pershing, destruidos tras la firma del tratado para la eliminación de cabezas nucleares de corto y medio alcance y cuya vigencia venció este año sin que fuera renovado.

Tesoros en los pasillos de la ONUTesoros en los pasillos de la ONU - Foto: Jorge FuentelsazLa escultura, donada por la antigua URSS en 1990, se levanta en el patio norte de la sede, donde comparte espacio con Arrival (Llegada), de John Behanun, un regalo de Irlanda en reconocimiento a la contribución de los refugiados y emigrantes a sus países de acogida. En medio del jardín abierto al río Este de Manhattan, también se halla una sección de tres bloques del muro que una vez dividió Berlín.

Por su parte, en un rincón del vestíbulo de entrada, La vidriera de la paz, de Marc Chagall, rinde homenaje al segundo secretario general de la ONU, el sueco Dan Hammarskjöld, muerto en 1961 en un accidente de avión cuando se dirigía a negociar la paz a la República Democrática del Congo, el mismo que abrió la sede de Naciones Unidas a las donaciones de arte de los estados miembro.

Así, fueron llegando una reproducción del Sputnik 1 -el primer satélite artificial de la Historia-, una estatua rescatada de las ruinas de Nagasaki, un manto tradicional que cubrió la Caaba -el cubo situado en la Meca- o una campana japonesa que el secretario de la ONU hace sonar cada 21 de septiembre por el Día Internacional de la Paz.

Alguna piezas son visibles desde el exterior, otras se visitan a través de los recorridos, pero hay obras que solo están reservadas a las miradas de los integrantes de las delegaciones, como un mosaico romano de la ciudad tunecina de Haidra elaborado hace 1.700 años.

Waechter explica que hay una comisión de arte que recibe las sugerencias de donaciones de los países, que se encarga de aceptarlos. Asimismo, también hay obras, como la vidriera del francés Chagall, un fresco del español Jose Vela Zanetti o los dos enormes murales del brasileño Cândido Portinari, que muestran a las delegaciones los males del mundo que Naciones Unidas debería solucionar en sus reuniones, como la cumbre anual de la Asamblea General.