Tranquilidad desde Italia

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El Diario ofrece los testimonios de dos abulenses que viven o han vivido cerca la expansión del coronavirus en Italia. Por un lado está Patricia, una profesora en el norte del país; y por otro, Teresa, que cuenta su experiencia en primera persona

Tranquilidad desde Italia - Foto: MATTEO CORNER

ESTAMOS haciendo vida normal, igual ponemos algo más de cuidado en las pautas relacionadas con la higiene, pero no mucho más». Es el tranquilizador testimonio de Patricia, una abulense que trabaja como profesora universitaria en Bolonia desde hace años y vive con su familia en Imola. Las dos ciudades pertenecen a la región de Emilia-Romagna, en el norte de Italia, una de las provincias afectadas por la expansión del coronavirus en el país transalpino y donde esta semana se han suspendido las clases en todos los niveles, desde la guardería a la Universidad. No saben hasta cuándo se mantendrán cerradas las aulas, pero Patricia asegura que, más allá de esa circunstancia, ni en su entorno está cundiendo la alarma ni ella está viviendo la situación de aislamiento que nos puede llegar de otras partes del mundo a través de los medios de comunicación.

«En varias provincias están cerrados los colegios, las guarderías y los institutos y en la Universidad tampoco hay clases, pero el resto de departamentos funcionan con normalidad y yo estoy yendo a trabajar», nos explica esta abulense durante una pausa. Esta semana está siendo atípica por esta circunstancia –tiene a sus hijos en casa–, pero asegura que ni Bolonia ni Imola son ciudades fantasma, como se pudiera llegar a pensar. «Yo cojo el tren todos los días y es cierto que hay menos gente, pero también porque al estar los niños sin clase muchas personas se han cogido vacaciones o teletrabajo», apunta. Su marido también acude a su puesto de trabajo sin incidencias, siendo el cambio más destacado que para comer les han dividido en tres turnos para evitar aglomeraciones.

La normalidad, nos cuenta, es la nota predominante en el día a día. «Bolonia está llena de gente, sin mascarillas y sin nada, igual hay alguien con mascarilla, pero muy pocas personas, ni yo ni nadie de mi entorno las está usando», señala.La tranquilidad también es una constante entre los más pequeños, que «salen al parque, no están encerrados ni nada de eso».

Tan solo reconoce, eso sí, que cuando el domingo les informaron de la suspensión de las clases por la aparición de los casos «parece que muchas personas habían ido a la tienda a comprar y que el lunes las estanterías estaban algo más vacías, pero supongo que la situación ya se habrá estabilizado», subraya. 

En este contexto, insiste en que hay que tener cuidado, no alarma, y en este sentido agradece la información que les está llegando a través de los medios de comunicación italianos, con las pautas a seguir (lavarse las manos, no salir de casa si tienen fiebre..), y también cómo se está empezando a informar en España. Y es que, explica, sus familiares en nuestro país les estaban transmitiendo más inquietud de lo que ellos mismos estaban viviendo allí. 

Patricia tiene previsto visitar Ávila en Semana Santa. Ahora su mayor miedo es que esta situación continúe o se agrave y luego tenga problemas durante su estancia, en cuanto a, por ejemplo, una posible cuarentena.Con todo, quiere ser optimista y espera que todo lo que rodea al coronavirus se controle y en las próximas semanas todos aprendamos a convivir con él sin alarmismos injustificados.

los erasmus. También a las universidades de aquí se están dirigiendo muchas miradas esta semana principalmente por el programa Erasmus, de intercambio de alumnos con el extranjero. La UCAV ha informado que cuenta con dos alumnas que viajaron la semana pasada a Pisa para estudiar el segundo semestre en la Universidad de esa localidad y, en el sentido contrario, acogen a unas alumnas de Milán durante este semestre. De momento la región de Pisa no se encuentra entre las afectadas por la suspensión de clases.

 

Italia coronada por el virus. Por Teresa Rodríguez Jiménez

Puente de carnaval. Sábado 21 de febrero. LLegada a Barajas, cientos de vuelos con destino: Italia.

Milán, Roma, Pisa... vuelos completos. Cientos de pasarejos recorremos la terminal esperando embarcar. Hasta el momento se puede observar alguna que otra mascarilla, pero se repira bastante normalidad.

Llegada a Pisa, situada en la Italia central. Bajamos del avión y nos miden pasajero a pasajero la temperatura, a la par que comienzan a llegar informaciones confusas y, sobre todo, alarmantes, de la situación del coronavirus en Italia, procedentes en mayor medida de los medios de comunicación.

Al día siguiente, llegamos a la capital de la Toscana, Florencia. Recorrimos sus céntricas calles, junto a mascarillas andantes, a las que se suman guantes de látex y un olor a alcohol desinfectante, material todo ello agotado como muestran los carteles en las puertas de todas las farmacias y supermercados.

Italianos expectantes ante la evolución del virus, pero tranquilos, sin protección. Taxistas, dependientes, personal de hostelería, trabajan y actúan con total normalidad, mientras los turistas alentados por las noticias que cubren las portadas de los periódicos y las redes sociales, aprovechando el puente de carnaval, todos disfrazados de personajes de la serie ganadora de 10 Emmys, Chernobyl.

Un estornudo, una tos, a derecha o izquierda, provoca la mirada atenta y perpleja de cuantos allí concurren. Cuerpo a tierra, alguien ha estornudado. Tener catarro, o síntomas del mismo en estos días, se hace difícil para pasar desapercibido.

Cientos de asiáticos que recorren las calles de Florencia lo hacen con los ojos puestos en ellos.

Gente sin mascarillas, porque están agotadas, utilizan las bufandas como cámaras de gas.

Noticias confusas de cierre de tráfico aéreo, estaciones con trenes cancelados, nos hacen plantearnos no seguir con la ruta planteada hasta Bolonia (norte del país, cercana a la zona cero del covid-19), y buscar otro vuelo para regresar a España, cuestión que se hace difícil si queremos regresar en la fecha prevista, ya que no quedan plazas.

Decidimos continuar con nuestro viaje, y al llegar a Bolonia, capital de la región Emilia-Romaña, lejos del caos anunciado: cierre de escuelas y universidades, escasez de víveres en los supermercados, etc., para nuestra tranquilidad nada que ver con la realidad que allí se palpa. Se ha terminado el carnaval, se acabaron los disfraces masivos, la gente respira sin protección, encuentras algún que otro turista precavido, mientras se sigue leyendo en las noticias que en Italia crece el número de muertos por el coronavirus, y no para de crecer el número de infectados. Hablando con el personal local, la tranquilidad es mucho mayor, muertes existen, son reales, con el coronavirus, no por el coronavirus, que no es lo mismo. Pacientes en su mayoría octogenarios con complicaciones respiratorias, renales o cardiopatías previas en su mayoría.

De vuelta a España, en un avión en el que pocos respiran sin mascarilla, nunca un regreso había sido tan mediático en nuestro caso. Decenas de WhatsApp, al aterrizar... ¿Habéis llegado bien? ¿Os harán controles al salir del avión? Tener cuidado, mirar a ver estos días si aparece algún síntoma, muchas bromas tipo: hasta dentro de 14 días no quedamos por si acaso, poner bien de lejía en la lavadora...

En el aeropuerto de Barajas nos reciben con un maravilloso atardecer con las cuatro torres de fondo. Nada de controles de temperatura, la que marca el coche que está a nuestra espera para regresar a casa, 12.5 grados a finales de febrero.

Sin duda alguna el Coronavirus ha sido el gran protagonista de este viaje. Este artículo de opinión ha sido enviado con total protección. Se puede leer sin peligro a ser contagiado.