Y ahora... ¿a quién pitamos?

A.S.G.
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Dos puntos de los últimos doce hacen caer al Real Ávila a la cuarta plaza. María Hernández deberá tomar los mandos de un vestuario roto y fracturado. Jugadores determinantes se encuentran lejos de su mejor nivel

Y ahora... ¿a quién pitamos? - Foto: David Castro

Se acabó la segunda etapa de José Manuel Jimeno en el Real Ávila, pero no se acabaron los problemas de un equipo que ante el Mirandés B fue incapaz de romper una inercia que le ha llevado a perder la segunda posición y con ello toda la ventaja de la que gozó en su momento –siete puntos con la Arandina y Numancia B– para hacer soñar a todos con un férreo candidato a la pelea por el ascenso. Puede seguir siéndolo, porque hay jugadores para ello. Ya había suficientes argumentos en verano y subieron el nivel en invierno, cuando el club, ahora decepcionado por lo que ve, apostó decididamente, desde lo económico y lo deportivo, por lanzarse a por el ascenso. Y ahora aquello que parecía tan cerca parece tan lejos.

Se miró a José Manuel Jimeno como único culpable de los males de un equipo que se extienden mucho más profundo y que alcanzan a un vestuario que durante mucho tiempo se ha protegido tras la cuestionada figura del madrileño. Frases como «ya no tenéis la coraza de Jimeno, ahora sois vosotros los que dais la cara» se llegaron a escuchar en un complicado martes  dentro del Adolfo Suárez donde todos los acontecimientos se precipitaron. No se aceptó la dimisión del técnico madrileño en la noche del sábado, cuando puso su cargo a disposición, pero su reacción en la noche del lunes en las redes sociales llevaron a tomar una decisión con la que no se contaba.   

El madrileño ya no está. Tomará el mando María Hernández, un entrenador que ya supo demostrar su carácter y personalidad en el Salmantino UDS. Se marchó del Helmántico cuando desde la presidencia le intentaron hacer las alineaciones. Se lo impidieron entonces sus principios, los que ahora deberá poner sobre la mesa para tomar decisiones complicadas pero necesarias en un vestuario que ha dejado de hablar el mismo idioma.

«El vestuario es una bomba de relojería» dicen fuentes cercanas al club después de la imagen ofrecida por el equipo ante el Mirandés B. «Está roto» señalan otros cuando se les pregunta por el ambiente dentro del equipo, que vive una situación de fractura y división con varios frentes abiertos. Toca recomponer el puzzle.

Tenía carta blanca Solano para mover piezas, pero contó con los mismos. Ahora le toca a María Hernández, aunque el calendario –Arandina y Numancia B– deja poco margen a los experimentos, aunque sí a las necesidades. Y la necesidad habla de toque de atención. Porque por actitud y aptitud –físicamente algunos están muy lejos de su nivel– hay jugadores que requieren de un toque. Han desconectado.

Es el momento de que la afición esté con el equipo pero también que el equipo esté con la afición. Ya no está Jimeno. Ahora, ¿a quién pitamos? Con partidos como ante el Mirandés B puede que la respuesta sea contraproducente.