El pasado día 13 de enero una vecina de la localidad de Villatoro, Gumersinda Hernández Gómez, llegaba al centenar de años de edad. La situación de crisis sanitaria en la que nos encontramos ha impedido que lo celebrara por todo lo alto y con los vecinos de su municipio, como hubiera sido de su agrado, como reconoce su nieto Santiago Salgado, con el que la anciana vive, junto a los padres de este. El ayuntamiento aprovechó, con su alcalde a la cabeza, David San Segundo Conde, para rendirle un pequeño homenaje entregándole ese día una placa conmemorativa y un ramo de flores. Además, si la situación sanitaria se estabiliza a lo largo del año se piensa organizar un acto de homenaje del pueblo hacia Gumersinda y a otro de los vecinos que el próximo mes de noviembre también llegará a los cien años de edad.
Gumersinda tiene una salud de hierro, aunque este verano estuvo algo «pachucha», como reconoce su nieto David. Le tuvieron que quitar una verruga de la cara y le tuvieron que poner un injerto. «Pero ya está bien». Reconocía su nieto, que destacaba que su abuela ha recuperado su apetito y ya «vuelve a comer más que yo». Señalaba también que tiene una gran cabeza, pues recuerda con nitidez su vida. Su único problema es el oído, desde siempre, como dice su nieto. Pero lo resuelve con el aparato que tiene desde hace tiempo.
Su marido, Marcelo Hernández Sánchez, falleció en el año 2001. Tuvieron cinco hijos. En la actualidad tiene 11 nietos y otros tantos biznietos, el mayor de 16 años y el menor de tres.
Le gusta salir de a pasear cuando hace buen tiempo. Lo hace de la mano de su hija y siempre pide ir a su casa, para darse una vuelta y departir con los vecinos de su barrio, en el que siempre ha vivido.
Estos día con el frío no sale de casa. Se entretiene viendo la televisión. Le gusta ver los informativos. No se pierde el de Susana Griso y también le gusta mucho ver los programas de Tele-5. Dice su nieto que también le gusta leer la prensa del corazón.
Conserva una vista prodigiosa. Le gusta mucho coser. Tanto es así que «cuando en nuestra casa hay algo que coser, es ella la que se encarga», dice Santiago con un cierto orgullo de nieto.