"El órgano más sensible del humano es el bolsillo"

Agencias
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Ha llegado a estar hasta 15 años en prisión, por lo que sabe lo que es estar aislado, una situación ante la que Mujica llama a conocerse a uno mismo, al tiempo que insta a los gobiernos a invertir más en investigación y dejar de hacer "disparates"

"El órgano más sensible del humano es el bolsillo"

José Mujica sabe lo que es vivir encerrado. El expresidente uruguayo (2010-2015) fue un guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), que luchaba contra la dictadura político-militar, desde la década de los 60. Fue arrestado y llevado a prisión hasta en cuatro ocasiones -se fugó dos veces de la cárcel montevideana de Punta Carretas-. Esto le llevó a estar recluido 15 años en condiciones inhumanas. Su último período de encarcelamiento duró 13 años, entre 1972 y 1985, cuando fue puesto en libertad gracias a una amnistía decretada con la vuelta de la democracia. 

La crisis sanitaria creada por el coronavirus que azota al mundo ha llevado al ahora senador, de 84 años, a un nuevo confinamiento, aunque esta vez en unas condiciones muy distintas. Pero, lejos de tomarlo como un problema, Mujica asegura que aprovecha el tiempo para caminar por su finca y pensar. Y recomienda a todos aquellos que sufren el aislamiento durante esta pandemia que se reencuentren consigo mismos, conozcan al ser que llevan dentro y valoren la vida.

¿Cómo afecta la epidemia de coronavirus a su vida?

Es sencillo. Vivo en una chacra -finca rural-, tengo mucho espacio, como 20 hectáreas para dar vueltas: soy una especie de campesino frustrado. Me gusta la tierra no por lo que me dé, sino por lo que me sugiere y, entonces, estoy muy entretenido. Pero, por otro lado, soy un viejo que estuvo muchos años preso y en condiciones terriblemente difíciles en materia de soledad. Estuve siete años sin un libro y solo. Así que alguna cosa aprendí.

Hay algo que se llama introspección, que se puede resumir en aprender a hablar con el que se lleva adentro. Ese personaje que no conocemos mucho porque qué difícil es aquello de conócete a ti mismo. Es muy útil hacer balances en la vida vistos desde una perspectiva lejana cuando el tiempo ha pasado y nos vamos a sorprender. Esto ha roto todos los esquemas. Si hay algo globalizado, es esto, no ha respetado fronteras ni pobres ni ricos. Me parece que vamos a tener un tiempo en el que vamos a tener que aprender a convivir con este enemigo que anda suelto y que no va a desaparecer por arte de magia. Hasta que la ciencia no sea capaz de darnos un ramillete de respuestas que no están a la vuelta de la esquina. Por lo tanto no sabemos el coste que va a tener esto todavía.

¿Estamos ante la posibilidad de cambiar el sistema capitalista por algo más colaborativo?

El capitalismo no va a cambiar por eso. Los que podemos relativamente cambiar somos los humanos, de ver ciertas cosas con otro criterio. No nos damos cuenta de que el Estado es una herramienta imprescindible por la complejidad creciente de las sociedades modernas. Podés pensar políticamente lo que quieras pero estamos condenados a tener Estado y por lo tanto tenemos que luchar para que el Estado sea lo mejor posible. Puede ser que aprendamos que el mercado es importante pero no todo es mercado porque hay cosas que no va a arreglar jamás. Para esos baches que no puede arreglar el mercado necesitamos del Estado.

Además, hay que tener un poco de humildad, gastar más dinero en la ciencia. No puede ser que los países ricos no tengan mecanismos previstos para gente que dedica científicamente a trabajar toda su vida. No se pueden hacer disparates, como un presidente de una nación muy rica que está negando en un momento de batalla los recursos a un organismo que será bueno, malo o regular (la OMS), pero que es lo que tenemos para pelear globalmente esta pandemia. Ya tendrás tiempo de ajustar las cuentas, pero no rompas la única herramienta que tenemos para globalizar esta lucha -en clara alusión al estadounidense Donald Trump, quien ha quitado los fondos a la OMS y ha abierto una batalla contra la institución de la ONU-. Hay que aprender lecciones políticas. Nos enfrentamos a una civilización que ha desatado esto y ahora no la podemos gobernar.

¿La falta de Estados fuertes y políticas públicas ha hecho que colapsen algunos países como España o Italia?

Por lo menos no estuvieron a la altura de las circunstancias porque, además, nos sorprendió el asunto y se empezaron a tomar decisiones con criterios de «me parece» o «esto es una gripecita» -en referencia al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que sigue negando la pandemia- y le dieron una ventaja al virus que nos pasó por arriba. Son los casos en que la decisión política tiene que estar respaldada por la recomendación científica. Hay que darle valor a las advertencias de los expertos. 

Por eso, hay lugares en los que se está pagando un coste demasiado alto, muy inútil, por no haber instrumentado a tiempo la única herramienta que teníamos que era cultivar el aislamiento y creo que ahí hubo un fallo.

Europa, Estados Unidos y otras potencias mundiales se han visto arrasadas por esta enfermedad. ¿Qué está haciendo Latinoamérica para resistir el avance del coronavirus con la crisis social y económica que padece?

Por eso va a pagar un coste más alto, como siempre. Tendremos que entender que hay que organizar compulsivamente la solidaridad. En las sociedades modernas no se puede discutir: el órgano más sensible de los seres humanos no es el corazón, es el bolsillo. Hay gente que espontáneamente da lo que puede y todo lo demás, pero, en realidad, esto no se arregla con caridad; necesita un largo tiempo de una sistemática y planificada solidaridad que significa que los sectores que tienen mejores ingresos pongan algo a favor de los otros tal vez durante un par de años. ¿Por qué? Porque va a llevar tiempo. 

¿Se abrirá más la brecha en Latinoamérica después de esto?

Sí, es probable que se abra más la brecha. Que esa tendencia de las economías contemporáneas donde la economía crece, pero concentra mucho más de lo que crece se acentúe si la política no logra corregir. La vida me enseñó que ningún cordero se salvó balando, todo depende de lo que la voluntad humana organizada colectivamente pueda pelear: derechos, igualdad, mitigar las diferencias, será parte de los avatares de los tiempos que vienen. Tendremos sociedades mejores si somos capaces de combatir por ellas y si, a su vez, mejoramos nosotros.

¿Qué cosas buenas nos deja esta crisis sanitaria global?

Creo que me deja una sensación de humildad, que hay que darle mucha importancia a la ciencia, que no todo lo que brilla es oro y que en realidad no hay que andar tan apurado y que la vida es el único milagro que tenemos por delante. El único milagro para cada uno de nosotros es haber nacido. La aventura de la vida es maravillosa a pesar de todas sus contrariedades; por lo tanto hay que trabajar para vivir y cubrir nuestras necesidades materiales y esforzarse pero hay que dejarle tiempo a la vida, a los afectos, cultivar los afectos. No todo es negocio, no todo es progreso tecnológico, no todo es multiplicar bienes materiales.

Hay una cosa que es la sensación de vivir colectivamente con las pequeñas grandes cosas que rodean la vida. Es tiempo de gastar parte de nuestro tiempo con los hijos, los amigos, la pareja, con la aventura de las relaciones humanas. ¿Por qué? Porque la vida se te va y no podés ir a un supermercado a comprar años de vida y cuando querés acordar estás condenado y tenés que hacerte esta pregunta: ¿qué ha sido de mi vida? ¿He gastado todo mi tiempo juntando recursos para pagar cuentas? Puede ser que alguna gente aprenda esto, el valor que tiene el estar vivo.