«Enfrentarse al dolor desde la poesía ayuda a superarlo»

D.C
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El pintor y poeta David Alberti participó ayer en el ciclo literario 'El Donoso escrutinio' destacando los grandes valores de dos libros apenas conocidos en España: 'Dolor', del checo Vladimir Holan, y 'Barioná, el hijo del trueno', de Sartre

David Alberti, pintor, y poeta, participó este martes en el ciclo literario El Donoso escrutinio, una cita titulada 'Poesía y sufrimiento, ese misterio maravilloso' en la que apostó por destacar dos libros que forman parte de muy pocas bibliotecas en España: Dolor, del checoslovaco Vladimir Holan, y Barioná, el hijo del trueno, de Jean Paul Sartre.

Al primero de ellos le regaló Alberti un poco más de tiempo, y al segundo se dedicó «menos extensamente pero no con menor intensidad», recordando que «el dolor es la conexión central, el hilo de unión entre los dos libros, pero enfocado desde el ángulo de la belleza». Dolor, de Holan, «es una vivencia personal, y en el caso de Sartre es la capacidad que demostró de adaptarse al sufrimiento de los demás, que es un matiz importantísimo ese de preocuparse por el sufrimiento de los otros, creo que hace muchísima falta hoy esa especie de empatía con el sufrimiento ajeno para contribuir a mitigarle». A pesar de sus diferencias, resumió, «ambos libros conectan muy bien con la idea central de lo que quiero exponer, que es el misterio de lo que es el dolor en la poesía, el estudio de lo que la poesía ve en el dolor».

Saltando de esas dos 'particularidades' magníficas a lo general, reflexionó Alberti que «la poesía siempre ha estado muy ligada al dolor, como un desahogo interior, entre otras razones porque enfrentarse desde la belleza al dolor es de algún modo una manera de sublimarlo, y sublimar un concepto es, desde mi punto de vista, una manera de superarlo y de hacerlo soportable».

«El tema del dolor en la poesía es fundamental, y para explicarlo siempre acudo a una imagen bellísima, al mismo tiempo que muy ingenua y muy simple, que es la de Oscar Wilde en el cuento El príncipe feliz, cuando el príncipe le dice a la golondrina que no hay misterio más grande que el del sufrimiento». 

Por eso, añadió, «si la poesía busca fundamentalmente lo más grande, el nivel más intenso o más elevado de belleza, yo siempre he defendido que lo más maravilloso que existe en poesía es describir el dolor y acercarse a él, en parte como forma de superarlo porque la poesía tiene efectos sanadores, incluso la poesía del dolor los tiene. Y yo puedo decir abiertamente que a mí me ha sanado, tanto que si no fuera porque he tenido la suerte o el acierto de leer a grandes poetas que han padecido el dolor o lo han descrito, o que han descrito dolores del sufrimiento humano en general, a mi me hubiese resultado muy difícil superar ciertas cuestiones personales».

Pero ese dolor abordado desde la poesía «nunca debe ser para regodearse en él sino para superarlo, porque no se debe uno centrar en el dolor, recrearlo y rumiarlo, es improductivo y también autodestructivo. El dolor es algo con lo que tenemos que saber convivir y hay que utilizarlo fundamentalmente como un aprendizaje y con efectos sanadores, como una especie de antiálgico. Hay que saber encauzarlo, dirigirlo, y unirlo al amor, porque si combinas ambas cosas, si eres capaz de hacerlo, estás en vías de sanación».

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