"Pensar que para ser feliz hay que tener de todo es erróneo"

E.Carretero
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Tiene el abulense José Luis Díaz Segovia dos grandes pasione que heredó de su padre: la naturaleza, ligada además a un claro compromiso medioambiental, y la fotografía, que él convirtió además en profesión

"Pensar que para ser feliz hay que tener de todo es erróneo" - Foto: David Castro

 

De su padre, que está a punto de convertirse en centenario, descubrió José Luis Díaz Segovia (Ávila, 1957) la afición por la fotografía, que él convirtió en profesión, y la pasión por la naturaleza que derivó también en un firme compromiso medio ambiental. «Mi padre me enseñó Gredos siendo un niño, cuando no iba nadie», recuerda José Luis cómo surgió esa afición por la montaña. «Allí arriba, tan cerca del cielo, la vida se ve de otra forma», asegura este fotógrafo abulense que, reconoce, siempre va con la cámara al hombro porque se confiesa un enamorado de su profesión. «Me gusta todo de la fotografía que me permite mirar la realidad desde un punto de vista personal». 

 

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

El cielo azul diáfano de Ávila. El granito de la Muralla, de sus iglesias y palacios. Las cigüeñas en las torres. El vuelo de los vencejos. El sonido de las campanas. El aire limpio de la montaña.

¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?

El silencio, el sosiego y la luz de los atardeceres en El Rastro. El sonido de unos pasos sobre el adoquinado en las callejuelas. El encanto de las noches de Ávila.

¿Y lo que menos?

Que la gente joven tenga que irse fuera, porque en Ávila apenas hay oportunidades de futuro.

Un lugar de la ciudad para perderse.

No hay que ir muy lejos para alejarse del ruido, del tráfico y del bullicio urbano. En los alrededores de la ciudad hay muchos lugares perfectos para perderse. Riofrío, Sotalvo, Mironcillo... la provincia guarda auténticos tesoros.

Un recuerdo de su infancia.

Los inviernos severos de antes, con la nieve en las calles. La mezcla de olores de la tienda de ultramarinos donde iba a comprar. A bacalao, sardinas, pimentón, manzanas... La estación de tren, con las viejas locomotoras de vapor, la pareja de la Guardia Civil con la capa y el tricornio en el andén. Los abulenses que emigraban, con las maletas de cartón atadas con cuerdas... El lechero con el borriquillo, el colchonero vareando la lana, el churrero con su cesta de mimbre y los churros unidos con los juncos del río Chico.

Un personaje abulense que le haya marcado.

Mi padre, un personaje popular abulense, querido por todos los que le han conocido. Me inculcó el amor por la naturaleza, por la fotografía, sentido común, el respeto y la educacion.

El mayor cambio que necesita Ávila es …

Mejora en las comunicaciones con otras ciudades limítrofes. Por carretera y por tren. Facilidades para la creación de empresas y tejido industrial.

Y que tiene que mantener …

El legado de su historia. La conservación y divulgación de su espléndido patrimonio. La armonía entre el pasado y el presente.

¿Qué le parece la ciudad hoy en día?

Ávila es un regalo. Poder pasear por sus calles y rincones, junto a la Muralla es un privilegio que a veces no se valora. Pero la ciudad ha perdido mucha vida en los últimos tiempos.

¿Cómo ve la ciudad en el futuro?

Muy incierto, la verdad. Aunque creo que Ávila tiene muchas posibilidades que no son suficientemente aprovechadas.

¿Qué puede aportar a la ciudad?

Como ciudadano siempre he tenido un compromiso activo en la mejora del bien colectivo de los abulenses, especialmente en lo relacionado con el Medio Ambiente y otras demandas sociales. Y por mi profesión de fotógrafo, intentando transmitir la belleza de esta ciudad en la que he vivido y que tanto amo.