Mundos y tiempos desdoblados, con Mingorría como inspiración

Jesús María Sanchidrián
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'Siete disparates y un capricho' es el título del libro de Clara Martín Muñoz que se presenta en Mingorría el sábado 2 de octubre coincidiendo con las fiestas patronales de este pueblo en honor de la Virgen del Rosario

Mundos y tiempos desdoblados, con Mingorría como inspiración

Una novela para una fiesta. “Siete disparates y un capricho” es el título del libro de Clara Martín Muñoz que se presenta en Mingorría el sábado 2 de octubre coincidiendo con las fiestas patronales de este pueblo en honor de la Virgen del Rosario. Con ello, la escritora abulense, de larga trayectoria y reconocimiento en concursos literarios (XIICertamen Fernando Quiñones de relato corto, XXI Premio Ana Mª Matute de relato, XVI Certamen Jóvenes creadores del Ayuntamiento de Ávila y XXIX Certamen de Narrativa María Fuentetaja del Ayuntamiento de El Escorial), se reencuentra con algunos espacios y lugares que se posaron en el universo narrativo de su escritura. Y a esta tierra vuelve con un libro que apareció a principios de año, con el que, desde entonces, ha paseado por numerosos medios de comunicación, foros y escenarios contagiando sus reflexiones y pasiones, estando ahora casi al final de una intensa gira entre animosos lectores.  

Clara Martín Muñoz me contó que hace más de diecisiete años escribió una novela, ahora olvidada, que transcurría casi por entero en el pueblo de sus ancestros maternos, Mingorría, ambientada en dos épocas, una actual y otra de finales del siglo XIX. Después, en agosto de 2011, su ansia por la escritura y por contar cosas hizo que se dedicara en cuerpo y alma a la novela que ahora presenta: «tardé cinco años en la escritura y otros cuatro en corregir y revisar», declara. Y su fervor por el paisaje y el ambiente que rodea esta tierra hace que Mingorría, aún sin citar este nombre, se convierta por momentos en en las bambalinas del tablado literario de la historia que nos cuenta, lo que se adivina, por ejemplo, en el monte que forma el entorno adehesado del municipio surcado por el río Adaja y en la palabras de Lucila Camfora, protagonista de la novela: «Recordé con nostalgia mi pueblo: la ermita recortándose en el atardecer naranja que incendiaba con su luz las encinas del monte, las fuentes heladas, las manos ajadas de los canteros y el aroma a chocolate que inundaba la plaza del pueblo.  La dehesa donde vivía era para mí la morada de la paz donde los verdes eran puros y presente y pasado se unían en un silencio granítico y luminoso», Y es que no en vano, los antepasados de Clara Martín Muñoz fueron dueños de parte del encinar que ocupa ese campo, y aquí tiene la herencia familiar de sus abuelos maternos y paisanos nuestros, Martina Álvarez y Florentín Muñoz, quien fue secretario del Ayuntamiento de la localidad. «De ahí que la mayoría de los protagonistas de sus novelas tengan raíces en estos dominios abulenses», lo mismo que ocurre con otros tantos escritores que convirtieron ciudades y pueblos en un personaje más de sus novelas.

Los Disparates y Caprichos de Goya se utilizan en la novela como trasfondo, no solo porque el pintor tiene relación con las antepasadas de la protagonista, sino como metáfora de los temas que quiere abordar. De la atracción sugerente por la visión goyesca de la sociedad de su tiempo mediante el dibujo, queda la ilusión infantil de la autora por ser “pintora, escritora o misionera”. Lo mismo que para completar la historia «recupera unos relatos que hablan de la vida de la tatarabuela de la protagonista que ya había publicado en la revista cultural Atticus», editora ahora del libro. Y es que, dice: «existe una misteriosa relación entre mi vida y los Disparates que Francisco de Goya pintó entre 1815 y 1819. Enigmática, incomprensible, pero certera. Este vínculo se remonta a muchos años antes de mi nacimiento, con la extraña y hermosa relación que mi tatarabuela entabló con el pintor y todos sus fantasmas. Mi abuela Martina me relató muchas de las historias que se han transmitido en mi familia de generación en Generación».

Mundos y tiempos desdoblados, con Mingorría como inspiraciónMundos y tiempos desdoblados, con Mingorría como inspiraciónDeteniéndonos en la lectura de la novela, ciertamente, resulta interesante, atractiva y sugestiva, lo que demuestra satisfactoriamente las grandes cualidades como narradora de la autora, a lo que ayuda la originalidad en emplear los grabados de Goya como guía de los capítulos que se suceden. Aquí, se da la circunstancia de que antes de la edición impresa, pude leer un avance del relato novelesco al tiempo que, casualmente, acababa de visitar la exposición fotográfica de J. Laurent en la Real Academia de Bellas Artes, y también, otra vez, la obra de Goya, lo mismo que recientemente acabo de recorrer las salas del Museo de Goya en Zaragoza. Así pues, el escenario goyesco que se recrea en la novela me resulta enormemente familiar, igual que me sucede con el paisaje del monte y dehesa de Mingorría que en la novela nos traslada a la visión de las mansiones victorianas inglesas y las calles grises y brumosas de Londres.  

La historia que se cuenta, original y entretenida, discurre en dos mundos paralelos y dos tiempos espaciales distintos  entre la campiña inglesa y la dehesa castellana, unidos en un imaginario profundo y reflexivo, a veces inquietante, de la protagonista. Así, se presentan diversas escenografías y contrastes, donde se mezclan ambientes, personajes y sociedades dispares.  Todo transcurre en un viaje por el tiempo y el espacio en distintas  situaciones donde se entrecruzan diversas historias en las que Lucila Camfora nos sirve de guía. Dibuja realidades, recuerdos, pensamientos, sueños y pesadillas, crea suspense y situaciones inquietantes, igual de misteriosas que los dibujos de Goya: «Desentrañar el significado de un capricho puede ser tan apasionante y a la vez tan arriesgado como pretender conocer la verdad que duerme en nuestro corazón, sobre todo si ese capricho es la disparatada quimera de un pintor universal».

La protagonista, Lucila Camfora, mujer de provincias que con pasión aprendió de sus ancestros rurales y de una familia que es todo un referente en su vida, resulta innovadora y transgresora de las viejas costumbres asentadas en la conservadora sociedad inglesa de principios de siglo, a la cual lleva aires de modernidad, igual que hicieron las sufragistas y otros rompedores  personajes. Y esto, sin olvidar continuas añoranzas  y otros sucesos ocurridos en la dehesa castellana o en el Madrid universitario. Ser mujer y convertirse en una atrevida detective de crímenes y desapariciones aporta al relato un peculiar método de novela negra, el cual permite incorporar  infinidad de misterios por resolver y otras tantas reivindicaciones a través de este recurso estilístico, como dice la autora: «Tanto los crímenes como el personaje de Ashton son una “excusa” literaria que sirven para crear tramas y no ser demasiado aburrida a la hora de integrar en un contexto la metáforas y reflexiones que se quieren transmitir, como las sombras que existen en todo ser humano, la búsqueda del sentido de la vida». Igualmente, curiosa resulta la alegoría que encierra la "humanización" de los gatos domésticos, incorporados en elocuentes relaciones con los personajes, alcanza  la simbología amorosa y protectora que se les concedía en el antiguo Egipto. Las alucinaciones y visiones oníricas, o sueños y viejos recuerdos que se insertan a modo de intermedios o paréntesis discursivos suman trazas de narrativa fantástica, semejante a los guiños a los disparates de Goya. 

De la misma manera, muy sugerentes son los personajes que pululan por la novela, son como actores que posan en distintos cuadros movidos por los hilos de la protagonista, quien además incorpora pensamientos reflexivos abstraídos de cuanto le rodea. En ello se aprecia una buena técnica narrativa que se nota en diálogos muy bien logrados y en un correcto manejo del lenguaje, a la vez que se notan los conocimientos médicos de la autora, médica de profesión, y de las distintas culturas que se mezclan en la obra. Podemos estar seguros de que se trata de una historia atractiva y sugerente para el lector, y la temática ofrece puntos de "enganche" suficientes para una lectura entretenida en las distintas tramas abiertas. 

El espacio temporal de la novela se centra en el primer cuarto del siglo XX, especialmente los años 1913-1914, y entre el discurso narrativo de los personajes se cuelan los ecos de algunos acontecimientos históricos de aquellos años. Así, la mujer protagonista, heroína en la sociedad patriarcal inglesa, vive de cerca sucesos de gran relevancia histórica en los que se ven implicados los personajes, en lo que coinciden todas las reseñas de prensa, tales como las manifestaciones por el derecho al voto de las mujeres que reivindican las sufragistas; el atentado de Sarajevo que desembocó en la I Guerra Mundial; la declaración de la guerra de Reino Unido a Alemania; el surgimiento del psicoanálisis de la mano de Sigmund Freud y su discípulo (o compañero) Carl Gustav Jung. De igual forma, en la novela, a todos los lectores nos llaman la atención agradablemente, y también a los editores, las «continuas referencias a escritores y poetas como Rabindranath Tagore, san Juan de la Cruz, Santa Teresa, el propio Jung y el escritor británico John Keats». Todo un alarde reflexivo, poético y filosófico de la culta protagonista metida a investigadora criminal. Efectivamente, la novela, deducimos de las palabras de las palabras de la autora, son el resultado de la relectura de poemas, de evocaciones de placenteros recuerdos, de la búsqueda de la belleza y la verdad, del  reclamo de la pureza del verso, y de las tribulaciones entorno a la muerte y el amor

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MUÑOZ MARTÍN, Clara. Varios disparates y un capricho. Valladolid: Revista Atticus, 2021. PVP: 20 euros, 518 págs.