"La culpa nos hace avanzar más lentas por la vida"

María Albilla (SPC)
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"La culpa nos hace avanzar más lentas por la vida"

Sí o sí, Sonsoles Ónega es una romántica. No sabemos si lo demuestra en su faceta privada, pero lo que es seguro es que lo hace en cada novela y Mil besos prohibidos vuelve a ser un ejemplo. Pero su último título es mucho más. Tiene amor y tiene pasión, pero también una crítica hacia el voraz mundo de la banca, una llamada de atención sobre la importancia de elegir cómo queremos morir y reflexión sobre de qué manera la culpa lastra y convive con la mujer. 

Desenfada, locuaz y divertida, la periodista pasa por un gran momento profesional al que este libro, cuya aparición se pospuso a causa de la pandemia, pone la guinda.

 

Dudo entre preguntar o afirmar que es usted una romántica.

Lo soy, tú lo has dicho. No soy muy original si digo que en la vida nos encanta querer y que nos quieran. Me gusta bucear en  las historias de lo que une a los hombres, que al final son las emociones, los sentimientos.

¿Cree que como los protagonistas, Mauro y Constanza, todo el mundo debería tener un amor de esos que dejan cicatrices en el corazón?

A todo el mundo le gustaría. Muchas veces en la literatura podemos vivir esas historias que no ocurren en la vida real y que nos gustarían.

 

Es que los personajes se dicen unas cosas tan bonitas...

Todas esas conversaciones pendientes que tenemos las entablan los personajes de Mil besos prohibidos. Dicen lo que a mí me gustaría decir y también lo que deseo escuchar. Cuando entregas una novela, al escritor le recorre una sensación de orfandad y, en este caso, además me quedé muy sola, porque me hubiera gustado quedarme a vivir entre sus páginas. Ha sido una novela redentora porque ha coincidido con un memento personal muy delicado y creer en el amor siempre es una perspectiva sanadora.

 

¿En su caso, dejó algún amor de juventud abierto, quizá, a una nueva oportunidad?

No de la manera en que el recuerdo del amor persigue a los personajes de la novela. No tengo ningún amor obsesivo que me haya perseguido durante tantos años, pero naturalmente me acuerdo de mi primer amor y del sentimiento de pena profunda cuando me dejó.

El relato se abre la puerta a un mundo de segundas oportunidades. ¿Todo el mundo merece la suya?

Sin duda. Y además en esta novela la reclama constantemente Constanza, que cree que la vida se la debe por todo lo que ha sufrido. Pienso que en la realidad es igual, y no solo en lo personal. También en lo profesional. Los errores no deben, no pueden, sepultarnos.

¿Se debe o puede contener la pasión?

No, hay que vivir de manera intensa, hay que enamorarse de todo lo que uno hace. Yo no lo concibo de otra manera. Hay que querer sin límites. El tiempo no es infinito, pero sí lo pueden ser las emociones.

"Todos necesitamos volver al instante en el que fuimos felices. Es un recurso de la naturaleza, el salvavidas de los mortales", escribe en las páginas del libro. ¿Cuál es el suyo?

Tengo instantes de felicidad magnífica en Galicia, por ejemplo, y es un recurso al que vuelvo con la imaginación muchas veces. Pero la memoria nos tiende trampas y nos hace creer que lo escaso es abundante. Es tremendamente caprichosa.

Fíjate, el amor de Constanza y de Mauro no fue nada en comparación con lo que les quedaba por vivir, pero ellos lo magnificaron e hicieron de aquella historia el centro de sus vidas. Por eso creo que también hay que relativizar esos momentos porque escarbar en el pasado nos puede causar tormentos incurables.

La novela tiene historias de gran calado al margen del amor. Una de ellas el es juicio al banquero Gerardo Barrios. ¿Cuánto tiene de reivindicación de los ecos de la crisis financiera de 2008?

Hemos vivido unos años en los que nos hemos acostumbrado a presenciar cómo el poder ha abusado de sí mismo y me apetecía dibujar este paisaje como forma de denuncia a través de la literatura. 

¿Cree que hay intocables o podríamos acabar viendo incluso al Rey emérito sentado en el banquillo?

Bueno, sobre Don Juan Carlos es una investigación muy inicial. La Fiscalía deberá plantear sus acusaciones en caso de que encuentre indicios sólidos de la comisión de los delitos.

Pienso que esto refuerza nuestro estado de derecho. Esa sensación de impunidad que sacó a la gente a la calle el 15-M se está demostrando falsa. Aquí nadie se escapa del banquillo si ha cometido delitos y eso es una tranquilidad para el ciudadano en estos tiempos de falta de consenso y cuestionamiento constante de la instituciones. No manoseemos demasiado la Justicia, que nos ha dado sobradas muestras de que funciona. Y a los hechos me remito: Iñaki Urdangarín cumple condena en  Brieva, a Jaume Matas en Aranjuez, a Rodrigo Rato en Soto del Real... No podemos decir que hay espacios de impunidad en este país.

Un taxista le dice a Constanza: «¿Por qué no los echan? ¿A quiénes? Hay que echar a todos los políticos y empezar de cero». ¿Cómo aprecia la gestión política de la crisis sanitaria por la que pasamos?

La frase que has usado como introducción es el gran riesgo de las sociedades, el querer echar a todos. La alternativa a un sistema de partidos es una dictadura, así que cuidado con que la desafección de los ciudadanos acabe calando en la sociedad en su conjunto y se piense que los políticos no son útiles. Pero entiendo perfectamente esa percepción porque a día de hoy, cuando más hemos necesitado una alta política nos han demostrado su categoría. Y no es opinión. Son hechos objetivos. La hoja de servicios de la política en cuanto a búsqueda de soluciones consensuadas es un folio en blanco.

Otro de los temas de calado de la novela es el testamento vital que hace Rosalinda. ¿Por qué es tan importante que nos acostumbremos a especificar de qué manera queremos morir?

Es importante con todos los matices que la afirmación rotunda conlleva. Pienso que la sociedad es suficientemente madura para abordar este asunto y legislar sobre cómo queremos morir, pero debería hacerse desde el consenso. Precisamente porque los matices ideológicos son importantes, todos deberíamos encontrarnos a gusto en una legislación de este tipo.

Todos los programas electorales llevan este tema, cada uno con un enunciado distinto, y acaba siempre en un cajón. No sé cuándo llegará el momento... La verdad es que el personaje de Rosalinda solo abre la boca una sola vez en toda la novela, pero personaliza este gran  asunto pendiente como sociedad.

En este país es que todo lo que tenga que ver con consenso es casi siempre sinónimo de utópico...

Es que aquí se entiende que consenso es sinónimo de renuncia y no tiene nada que ver. El problema de esta generación de políticos es que no son capaces de sacrificar nada por el acuerdo. Y parece que se ha demonizado cuando debería ser el fin último de la política. Sin acuerdo, unos acaban eliminando las políticas de los otros y así nunca se podrá avanzar, y si no, mira lo que pasa con las leyes de Educación.

Constanza Mendiola lleva a sus espaldas un gran sentimiento de culpa. Por la muerte de su hija, por el gran secreto que guarda de su madre, por haber perdido a Mauro... ¿Es inherente a la mujer ese sentimiento de culpa?

Sí y es un sentimiento muy femenino, que contagia mucho más a la mujer que al hombre y eso nos hace avanzar más lentas por la vida.

No culpamos por todo. Por trabajar, por no trabajar, por no ir a las extraescolares de nuestros hijos, por llegar tarde a buscarlos, por salir, por no hacerlo... Y esto lo tenemos que resolver nosotras con nosotras mismas. No se puede decretar por ley el fin de la culpa.

Bueno, quizá también con algo de ayuda por parte de los hombres y de la sociedad, ¿no cree?

Yo creo en las alianzas entre hombre y mujeres, no creo en la supremacía de un género sobre el otro. Para que las mujeres avancemos debemos hacerlo de la mano de los hombres, básicamente porque son ellos los que ocupan ahora el poder. 

Pero también necesitamos ayuda de la sociedad, que tiende a señalar a quien no se comporta según, para mí, unos caducados códigos. Yo me siento totalmente identificada con movimientos como el de Malasmadres porque es una manera de liberarnos de las etiquetas y de empezar a vivir la vida de una forma muy parecida a la de los hombres.

Está pasando por un momento profesional pleno de proyectos, no así en el personal tras su divorcio. ¿Cómo concilia?

Tengo ayuda en casa y esto es fundamental. Además, lo reivindico para todos los hogares españoles. La conciliación tiene mucho de entender que las familias somos pymes, generamos empleo legal y los políticos deberían darse cuenta y bonificar de alguna manera la contratación de personas que nos ayuden en casa. Eso liberaría muchísimo a las mujeres sobre las que, estadísticamente, recae buena parte del trabajo doméstico. A tu pregunta, con mucha organización y tirando de la familia cuando lo necesito...

Pero tus hijos... no están muy contentos con tanto trabajo...

Los niños reclaman muchísima atención, como es lógico, pero siempre digo que espero que puedan entenderme sin la necesidad de tenerme que perdonar antes.

Yo no quiero sentir culpa. Espero que mis hijos valoren una madre satisfecha con la carrera profesional que eligió y para la que se formó.

¿Pero en algún momento se ha sentido culpable o lo tiene superado?

Naturalmente. La gran desigualdad yo la descubrí cuando fui madre. Ahí se abre la verdadera brecha. Durante una década estuve llegando a casa a las diez de la noche para estar en el informativo de Pedro Piqueras  y ellos ya estaban acostados... y esto genera cierto desconsuelo.  

Ha presentado ya algún debate de Supervivientes y se estrena en La casa fuerte. ¿Qué pensaba de los realities cuando se dedicaba a la crónica parlamentaria?

Siempre me han parecido un espacio de evasión para el ciudadano. Detrás hay unos equipos con muchísimo talento y me han parecido un momento de relajación total en el que no pensar en nada de lo que nos rodea.

El Congreso ahora lo ve más como un Gran Hermano o se ha convertido en Supervivientes.

Hay algunos supervivientes, y al presidente del Gobierno me remito. Es un superviviente de sus propias circunstancias.

¿Cuál sería su titular para la crónica política de estos días?

Mucho ruido y pocas nueces. Siento una gran desilusión ante una generación de políticos que no es capaz de aportar soluciones.

Para Gran Hermano, el del confinamiento. ¿La realidad ha vuelto a superar a la ficción?

Sin duda. Esto solo era imaginable en una película, así que con pies de plomo que hay por ahí alguna serie de ficción política tipo Years and years, que cuidado...