Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Aún no es Navidad

22/11/2020

La Navidad no ha llegado todavía. Pero llegará. Tan seguro como que el 21 de diciembre será el solsticio de invierno y, al amanecer, la luz vencerá a las tinieblas en el día más corto del año. Es comprensible que en un año tan oscuro que parece el mismo solsticio, queramos adelantar esa alegría que acompaña a esas fechas, que suelen lanzar un mensaje de esperanza al mundo. 
Sin embargo, nos guste o no, aún falta un mes para Navidad, y adelantarla no solo no va a hacer que llegue más pronto, sino que puede que a finales de diciembre estemos hartos de luces por un lado y, por otro, contribuye a la progresiva comercialización y al vaciado de significado de estas fiestas. La Navidad es una celebración religiosa, con orígenes paganos, pero en ambos casos con un significado fundamental: la esperanza. Para los cristianos, es el momento en el que nace Jesús, Dios hecho hombre para salvar a los hombres. Esta esencia de la fiesta viene quedando relegada en los últimos años por todo lo que la acompaña. No me entiendan mal, participo de todas y cada una de las tradiciones de la Navidad, pero si lo hago es precisamente porque siento muy dentro su significado: ese saber que efectivamente, en la vida hay momentos duros y difíciles, pero al final todo pasa. Es algo que podemos sentir y sabemos que está ahí. Todos lo reconocemos, da igual cómo lo llamemos. Eso es la esperanza, el mensaje de la Navidad, y eso es lo que, en realidad, estamos deseando, la promesa de que volveremos a vivir una vida plena, sin miedo o incertidumbre. 
Pero en Navidad también vemos a nuestros seres queridos. Aunque hagamos bromas sobre los cuñados o la tensión familiar, al final es lo más importante. Compartir la esperanza con la gente a la que queremos. Y precisamente este año, en el que mejor entendemos la importancia de este momento, será el más duro. No sabemos si podremos encontrarnos, en caso de hacerlo tendrá que ser con cuidado y en muchas mesas habrá sillas vacías. Por eso esta semana, ante la anticipación con que nos estamos preparando, han anunciado reuniones para desarrollar medidas para celebrar las fiestas de manera segura. Teniendo en cuenta las medidas que vienen tomando los gobernantes contra la pandemia, seguramente vuelva a entrar en juego la responsabilidad individual. Tenemos que ser conscientes y consecuentes, y celebrar sin perjudicar. Saber que de nosotros puede llegar a depender en cierta medida cuántas personas habrá sentadas a la mesa el año que viene.
No sé qué determinaciones tomarán para garantizar la seguridad de las celebraciones este año, pero sí sé las que voy a tomar yo. Porque necesito la Navidad, como todos, y la espero con ilusión, pero sobre todo necesito que mi gente esté bien. Por eso limitaré las relaciones, mantendré distancia de seguridad, mascarilla y ventilación. Decoraré mi casa con muchas ganas –en concreto el próximo día que me dirija a ustedes–, porque será donde pase la mayor parte del tiempo. Y me centraré en el significado real de estas fechas que, aunque lo disfracemos, es lo que a todos nos urge este año. Sobre todo, mantendré el espíritu de la esperanza dentro de mí. Al final, eso es la Navidad y por eso la necesitamos tanto.