La grandeza de los más pequeños

M.M.G.
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Los niños se han convertido también estos días en pequeños héroes de andar por casa. Con su esfuerzo están contribuyendo de manera fundamental a que la pandemia acabe lo antes posible

La grandeza de los más pequeños

Mucho hablamos estos días de los héroes de bata blanca, de los que cuidan a nuestros enfermos en domicilios y hospitales. También de los que visten de verde y amarillo, limpiando nuestras calles y vaciando cada día sin falta los conetenedores de basura. Por estas páginas han pasado también los héroes del volante, los que conducen horas y horas sin poder parar en un restaurante de carretera para así abastecer nuestros supermercados. O los valientes apostados detrás de una caja de supermercado para que nuestras neveras sigan llenas.

Todos se merecen nuestra admiración y homenaje. Pero en esta película hay otros héroes. Son más pequeños, sí. No se juegan la vida con la misión que se les ha encomendando, por supuesto. Y no podrían tan siquiera asomar sus ojitos por encima de un gran volante o superar el mostrador de una farmacia. Pero con su esfuerzo están contribuyendo, y mucho, a que esta crisis pase cuanto antes.

Hablamos, claro, de los niños: pequeños maestros de vida que nos están demostrando estos días que el mejor truco para sobrellevar esta cuarentena es ponerse cada mañana una sonrisa en los labios.

Hemos hablado con algunos de ellos. Queríamos que nos contaran también cómo se sienten, qué piensan del coronavirus, qué es lo que más echan de menos y muchas cosas más. Cada uno nos cuenta su particular historia. Varía mucho en función de cuántos son en casa, de si trabajan o no sus padres... Pero todas merecen un aplauso. 

El primero de ellos vuelva hasta la casa de la familia Bengoechea, donde cinco hermanos bregan a diario con esta nueva realidad. Son Candela, Curro, Beltrán (cuarto, tercero y primero de la ESO respectivamente), Bosco y Sara (cuarto y segundo de Primaria en este caso). Discuten de vez en cuando, por supuesto («y siempre gana Curro», dice Bosco) pero en general lo van llevando bien. Son, como todos los niños con los que hemos hablado, conscientes de la gravedad del tema y entienden que por eso se tienen que quedar casa, llenando su tiempo de mil maneras posibles.

Bueno, en realidad, tampoco tantas. Porque las tareas que reciben cada día por parte de los profesores del colegio copan la gran mayoría de su tiempo. Sobre todo en el caso de los mayores. «Yo dedico siete horas al día al cole», plantea su cruda realidad Candela, que se siente desbordada ante tanto trabajo impuesto vía online. Y sus hermanos hablan de lo mismo: saturación de tareas que van llevando como pueden, con el problema añadido, además, de que no disponen de un ordenador o tablet para cada uno, y muchos de los deberes precisan de esta tecnología.

Todos echan de menos a sus amigos. Y poder salir a la calle. Aunque tienen la posibilidad de salir al pequeño patio privado que tiene su casa. «Yo echo de menos ir a cumpleaños de amigas», nos dice la pequeña de la casa. «Yo ir al parque», apunta Bosco. «Y yo, aunque luego me queje, echo mucho de menos ir al cole», plantea Beltrán un sentimiento que está sorprendiendo a la inmensa mayoría de los niños que están en casa: añoran sus clases y a sus compañeros y empiezan a apreciar la gran suerte que tienen de poder ir a un cole.

Aunque sienten también que el confinamiento les está aportando cosas positivas. «Ahora hacemos comidas mucho más ricas», nos confiesa Curro. «Y jugamos a más juegos de mesa», le apunta Beltrán. Las chicas de la familia se quedan con el poder estar más tiempo juntos. 

Y sobre qué será lo primero que harán cuando puedan salir de casa al terminar el confinamiento hablamos también con Marina yValeria, dos hermanas de ocho y once años respectivamente. «Yo lo primero que voy a hacer es celebrar mi cumpleaños», sueña Marina, para la que el primer ‘daño colateral’ de todo esto fue la suspensión de su fiesta. «Y quiero dar un paseo en bici», se imagina ya pedaleando al aire libre. «Pues yo lo primero que quiero hacer es ir al cine con mis amigas», nos responde Valeria, que en su lista de ‘cosas por hacer’ también ha apuntado ya disfrutar de una gran comida familiar, con sus tíos, primos y abuelos. 

Es ella la que se lanza también a hablarnos de sus sentimientos. «A veces me siento un poco agobiada, como si alguien me empujara hacia la casa», plantea con inocencia un sentimiento que de alguna manera todos hemos experimentado estos días.

Pero ella es una niña positiva y que, al igual que su hermana, también está sabiendo encontrar lo bueno de todo. «Lo mejor de todo es que estoy haciendo manualidades y lo que más me gusta es cuando nos conectamos toda la clase en una videoconferencia», comparte con nosotros. «Pues para mí lo mejor es que me dejan ver cosas en el ordenador y que estoy jugando con todos mis juguetes», nos responde con una sonrisa Marina.

Paula, prima de Valeria y Marina, está viviendo su confinamiento con sus padres y hermano. A sus 14 años es otra adolescente ‘atada’ a los deberes y las horas de estudio. «No me da tiempo a aburrirme», asegura respecto a sus muchas obligaciones escolares. Las clases online y los deberes llenan la mayor parte de su tiempo. «Es que cada día nos mandan lo que habríamos hecho en clase, pero claro, tardamos más», plantea a modo de queja mientras sueña con poder ver de nuevo a sus amigos cara a cara. «Ahora toco el piano porque mis clases siguen de manera virtual y veo muchas series», comparte con nosotros sus trucos para ir llevando la situación lo mejor posible.

Hablamos ahora con Teresa, alumna de cuarto de Primaria, para la que lo mejor de todo esto está siendo que pasa mucho más tiempo con la familia, incluidos sus abuelos, a los que cuidan entre todos. «Jugamos al continental, que es lo que le gusta a mi abuela», se ríe con toda la inocencia del mundo y, como Marina, sueña con volver a pedalear en los alrededores de su casa. «Es que justo me acababa de lanzar», se lamenta Teresa.

María e Inés son hermanas y también tratan de llevar con alegría el encierro. «Lo mejor de estar en casa es que estamos mucho tiempo juntos y que puedo cocinar, que es mi pasión», nos dice una pequeña de diez años que sueña con «tirarse de croqueta por el cesped de su urbanización para sentir la libertad». A su lado, Inés, de siete años, ansía «poder ir pronto a Soul Kitchen» su restaurante favorito, a comer unos nachos con su familia.

¿Y cómo lo llevan los más pequeñines? O mejor dicho, ¿cómo lo hacen los padres para entretener, por ejemplo, a una niña de un añito? Nos lo cuenta Roberto, cuya pequeña, Iria, cumplió su primer año de vida el 18 de marzo. Ella, como los bebés de estas edades, no se entretiene fácilmente y demanda mucha atención. Además, se está lanzando a andar, así que hay que estar siempre con mil ojos. «Es duro, pero también es muy gratificante», reflexiona en alta voz Roberto. «Muchas veces los padres nos quejamos de que por motivos de trabajo nos perdemos muchas cosas de nuestros hijos, pero nosotros ahora no nos vamos a perder nada. Y eso es un privilegio», se despide de nosotros con este precioso mensaje.