"Verse bien desde primera hora alegra el resto del día"

E.Carretero
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Con 15 años, y a escondidas porque aún no tenía edad para trabajar, esta madrileña de origen abulense cogió por primera vez un peine y unas tijeras, dando los primeros pasos en una profesión que hace seis años le llevó a montar su propia peluquería

"Verse bien desde primera hora alegra el resto del día" - Foto: Mercedes MartÁ­n

Recuerda Marta Velilla (Madrid, 1976) que cuando siendo pequeña venía a nuestra ciudad le sorprendía lo «guapa y arreglada» que le parecía la gente de Ávila. «Había mucho glamour», dice al rememorar esos paseos por el Mercado Grande durante aquellas estancias en Padiernos, el pueblo materno. Y es que ya desde pequeña esta madrileña hija de padre segoviano y madre abulense le daba mucha importancia al aspecto físico y a la estética. No es de extrañar por tanto que un verano entrara a ofrecerse en una peluquería en la que buscaban un aprendiz. Recuerda que le faltaban aún unos meses para cumplir los 16 años y que como no tenía edad para trabajar la metieron en una habitación muy pequeña. Allí, oculta los primeros meses, aprendió las primeras nociones de peluquería, profesión en la que decidió formarse algún tiempo más tarde. Poco después, rememora, empezó a trabajar en una peluquería de la calle Sagasta, compatibilizando ese trabajo con clases nocturnas en un ciclo formativo que la capacitó para ejercer esta profesión, si bien terminados estos estudios decidió hacer cursar también los de Administrativo.

Recuerda Marta que fue por aquella época también cuando empezó a frecuentar un poco más Ávila, en este caso Padiernos, el pueblo de su madre, a donde venía fines de semana y vacaciones hasta que en el año 2003 decidió dejar Madrid para establecerse en la capital abulense, donde hace seis años abrió su propio negocio de peluquería y estética.

 

¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza sobre Ávila?

Paz, tranquilidad y protección.

¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?

Su diversidad. La majestuosidad de Gredos, que te hace sentir pequeñita; el verde del Alberche, la temperatura del Tiétar, las encinas del Valle Amblés...

¿Y lo que menos le gusta?

La actitud crítica y queja continua de la sociedad abulense en general, sin aportar soluciones.

Un lugar para perderse.

La calle del convento de Las Madres, que tiene una energía mágica; me da mucha paz. Y también sentarme debajo de la nogala que tenía mi abuelo en un huerto en Padiernos y oír el sonido de las hojas y sentir la brisa; eso me encanta.

Un recuerdo de su infancia.

Cuando aprendí a montar en bicicleta en Padiernos. Yo vivía en Madrid, pero veníamos los fines de semana.  

Un personaje abulense que le haya marcado.

Santa Teresa por su capacidad para emprender, por su tesón, porque se empeñó en fundar conventos a pesar de encontrar muchas dificultades. Pero ella estaba muy enfocada en su proyecto y consiguió sacarlo adelante.

El mayor cambio que necesita Ávila es...

Potenciar lo que ya tenemos; ayudar a agricultores y ganaderos, que se ha demostrado que son la base de la economía; seguir fomentando el turismo con otras formas alternativas, potenciar las energías renovables y hacer la ciudad atractiva para industrias, para que se instalen aquí, generen empleo y podamos sacar provecho de la ubicación estratégica que tenemos.

¿Qué tiene Ávila que mantener?

La gastronomía, que está todo riquísimo;las tradiciones, como la dulzaina, los bailes regionales o la matanza, y dárselas a conocer a los más pequeños para que ellos puedan continuar y no se pierdan nuestros orígenes.

¿Qué le parece Ávila hoy?

La ciudad perfecta para tener niños.

¿Cómo ve Ávila en el futuro?

Con más trabajo, con diversidad de fuentes de ingresos, con más ganas y con una mentalidad más abierta.  

¿Qué puede aportar usted a Ávila?

Lo que podemos aportar todos, más actitud de mejora, más alegría, más ponernos en el lugar del otro y dar ejemplo. Todos somos parte del cambio y si tu haces lo que consideras que es mejor para la ciudad o para la sociedad al final esto es como una cadena; otro lo ve y lo hace y al final, sin darnos cuenta, hemos cambiado la ciudad a mejor. Cada uno podemos aportar lo que creamos; son pequeños gestos que repetidos continuamente consiguen grandes cambios.