Cinco años sin tregua

Agencias
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El levantamiento militar de los huthíes contra el Gobierno en marzo de 2015 se ha convertido en la mayor crisis humanitaria del planeta y amenaza con agravarse por la crisis del coronavirus

Cinco años sin tregua - Foto: KHALED ABDULLAH

Siria cumplió hace unas semanas 10 años del inicio de la guerra civil que ha llevado al país a vivir una crisis sin precedentes. Libia está a punto de sumar su sexto año sumida en un terrible conflicto bélico cuyo fin aún se augura lejano. Pero la peor situación se vive en Yemen, uno de los países más empobrecidos del mundo y que, según datos de la ONU, sufre la peor catástrofe humanitaria del planeta, por culpa de unos combates que comenzaron hace cinco años. Y la situación podría, incluso, ir a peor, puesto que la amenaza del coronavirus en esta nación, situada entre Asia y África, pone en jaque al Estado más vulnerable del Globo, donde las negociaciones de paz apenas han avanzado en este lustro.

El germen del conflicto fue plantado en septiembre de 2014, con un levantamiento militar por parte de los huthíes y fuerzas vinculadas al expresidente Alí Abdulá Salé que derivó en la toma de la capital, Saná, ese mismo mes y la dimisión del hasta entonces jefe del Ejecutivo, Abdo Rabbu Mansur Hadi, en enero de 2015. Así, los rebeldes crearon el Comité Revolucionario Supremo, una autoridad interina creada por Ansar Alá -nombre del grupo conocido popularmente como huthíes, respaldado por Irán- que en marzo decretó una ofensiva para expandir su control hacia el sur del país.

En el marco de la misma, las fuerzas rebeldes y las de Salé -históricamente rivales- lograron avanzar hasta llegar el 25 de marzo a los alrededores de Adén, sede provisional de las autoridades lideradas por Hadi, quien se vio forzado a huir a Arabia Saudí, y un día después inició una intervención militar contra los sublevados.

Así, el 26 de marzo de 2015 arrancó la operación Tormenta Decisiva, con apoyo logístico de Estados Unidos, con el objetivo de sacar a los huthíes del poder y volver a colocar en la Presidencia a Hadi, quien se mantiene desde entonces como jefe de Estado en el exilio reconocido por la mayoría de la comunidad internacional.

El operativo militar, que duró casi un mes, dio paso a la operación Restaurar la Esperanza, que continúa activa, si bien en los últimos meses ha reducido sus actuaciones aéreas en el marco de las conversaciones entre las partes en conflicto, mediadas por la ONU, para intentar lograr un acuerdo de paz.

Este proceso de conversaciones ha derivado en un acuerdo de repliegue y desmilitarización de la ciudad portuaria de Hodeida, de importancia estratégica para la entrada de bienes y suministros, así como a un acuerdo para el intercambio de presos.

Sin embargo, desde principios de año, y especialmente en las últimas semanas, ha habido un repunte de los combates en varias zonas del país -principalmente en la provincia de Al Jauf, al noroeste de Saná- que ha hecho temer por el frágil proceso de diálogo. En este sentido, el enviado especial de Naciones Unidas para Yemen, Martin Griffiths, reclamó el 12 de marzo una reducción de los enfrentamientos para alejar al país del «precario camino» al que se dirige, antes de advertir de que se trata de «un punto crítico».

La complejidad del conflicto ha tenido como reflejo el asesinato en 2017 de Salé -quien gobernó el país durante 33 años hasta caer en el marco de la Primavera Árabe- a manos de los huthíes tras romper su alianza con ellos o la toma de Adén y Socotra por parte de los separatistas suryemeníes, apoyados por Emiratos Árabes, parte de la coalición internacional.

La guerra, enmarcada en el conflictivo tablero regional -y reflejo de las intensas disputas entre Arabia Saudí, Estados Unidos e Irán-, registró un repunte en septiembre de 2019 con una serie de ataques contra instalaciones petroleras saudíes. Riad informó de ataques contra dos instalaciones de la petrolera estatal Aramco con un total de 10 drones, aunque sin causar daños personales, y la coalición acusó inmediatamente a Irán, pese a que los huthíes reclamaron la autoría, lo que incrementó la ya de por sí tensa relación entre Washington y Teherán.

Pasos adelante y atrás

Pese a ello, las partes protagonizaron el año pasado un acercamiento y las tensiones en Adén tras el levantamiento armado de los separatistas, que se hicieron con el control  de la ciudad -capital interina del Gobierno de Hadi-, fueron solucionadas con un acuerdo que permitió volver a normalizar una situación que amenazaba con abrir otro frente en la guerra.

Por ello, Griffiths llegó a decir a finales de noviembre que veía «signos positivos», a lo que se sumó un pacto en enero para el intercambio de 1.400 prisioneros de guerra -el primero desde que comenzó el conflicto- después de unas negociaciones en Jordania.

Sin embargo, desde enero se ha registrado un repunte de las operaciones militares en varios frentes, principalmente en Al Jauf y Marib, haciendo temer un retroceso en los avances obtenidos durante los últimos meses. Este incremento de los enfrentamientos se produjo tras la muerte del general iraní Qasem Soleimani en un bombardeo estadounidense en  Bagdad. Teherán respondió atacando bases iraquíes en las que están desplegados militares del país norteamericano.

«Las partes en conflicto pueden llevar a Yemen hacia una desescalada y el reinicio del proceso político o, me temo, hacia una mayor violencia y sufrimiento que hará más arduo el camino hacia la mesa de negociación», afirmó Griffiths. Y todo podría ir a peor: el país vive ya un terrible brote de cólera y se enfrenta a la amenaza de la pandemia de coronavirus. Dos razones más de peso para intentar alcanzar la paz.