Editorial

La continuidad de Grande Marlaska no se sostiene

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No existe  argumento que legitime, que acaso aligere, la gravedad de la reacción del ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, a una presunta salvaje agresión homófoba que resultó ser falsa. No es la primera vez que el ministro comete un exceso, de palabra, acto y omisión, y su crédito lleva meses agotado. Por eso resulta particularmente intrigante qué es lo que Sánchez quiere proteger cuando no prescinde de él en plena renovación de su Ejecutivo, un movimiento tan pretencioso como ineficaz, al albur de las encuestas.

Lo aterrador de la actuación de Grande Marlaska no es que la firme un ministro del Interior, que también. Lo tremendo es que lo haga un juez. El PSOE, presto a aprender de Podemos la apropiación indebida de una falsa superioridad moral cimentada en la defensa de las minorías, no jugaba a lo que juega su ministro. No al menos hasta el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría federal, primero, y la presidencia del Gobierno, después. El exmagistrado no dejó ni siquiera trabajar a la policía a la que manda antes de aprovechar cualquier púlpito, prestado o pedido, para endosar a la oposición conservadora la responsabilidad de un crecimiento de los delitos de odio que, sostiene el Gobierno, se está registrando en España. Señalar a Vox como ariete de su ataque de amplio espectro a todas las fuerzas conservadoras es en sí mismo un acto encaminado a trasladar la tensión política a las calles, a la polarización, a la fractura. Y además una maniobra de escaso rédito, pues entrega argumentos servidos en bandeja de plata a los partidos señalados. 

Que en este caso haya sido una denuncia falsa la que ha desnudado al ministro no es relevante. Los crímenes de odio existen y son preocupantes. Pero también lo es que el titular de Interior no condenara los insultos a otras fuerzas políticas durante las celebraciones del Orgullo (que se lo cuenten a Ciudadanos, por ejemplo), o que los recibimientos masivos a asesinos terroristas se estén dando en el País Vasco con la plena indolencia del Ministerio que dirige el otrora presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. No menos preocupante es que la Justicia haya acreditado una purga irregular en la cúpula de la Guardia Civil, o que jamás se escuchara a Grande Marlaska afear a su socio de Gobierno la incitación a los acosos que los prebostes de Unidas Podemos han practicado de forma continuada desde su asalto a los cielos hasta la vida institucionalizada. Todo, dejando al margen cuestiones como lo ocurrido en Ceuta o los paseos por España de personajes de dudosa condición, cuestiones ambas en las que comparte el mérito con Asuntos Exteriores. El ministro podrá aferrarse al sillón, pero hace tiempo que dejó de merecerlo.