Un taller de segundas oportunidades

I.Camarero Jiménez
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El Museo de Ávila cerró este martes, aún día de vacaciones escolares, la tercera y última actividad sobre 'cacharros rotos' que de nuevo contó con el respaldo de las familias y la inquietud de los niños

Un taller de segundas oportunidades - Foto: Ana I. Ramirez

El Museo de Ávila volvió a hacer pleno este martes, aún festivo para los escolares abulenses. Pleno de niños porque con sus talleres didácticos volvieron a colgar el cartel de no hay billetes (de hecho ya estaba desde hace días). Fue una forma más de conciliar la vida familiar y laboral de los padres con las vacaciones de los hijos y haciéndolo además de la mejor manera posible que no es otra que enseñando a los más pequeños de la casa y sobre todo despertando su interés. 

La propuesta de los responsables del museo fue muy bien recibida por los 14 pequeños de entre 6 y 12 años de edad que descubrieron que las cosas, que los objetos, pueden tener una segunda vida e incluso que les podemos dotar de nuevos recuerdos para prolongar su pasado, presente y futuro. 

El título que se le dio a la actividad fue ‘Los locos de los cacharros rotos’ y en la hora y media que tenían por delante se puso en las manos de los pequeños una pieza cerámica que había que recomponer pues estaba previamente fracturada. 

Ayer el encargado del taller fue Juan Gil, en otras ocasiones las directrices las daba Charo Santamaría, a la sazón responsable del área de  Educación del Museo de Ávilay es que cada uno tiene su particular forma de enfocar una actividad que a priori se ha repetido tres veces en estas vacaciones de Navidad, pero solo a priori porque realmente cambia pues cambia el monitor y, por tanto, el enfoque. Del mismo modo que el monitor, cambian los niños pues han sido en tres días diferentes y no se podía repetir.

El cupo estaba en 15 alumnos por cada actividad y como eran tres talleres los pequeños que han disfrutado de estas propuestas han rondado el medio centenar.Siempre ansiosos de aprender los escolares tenían por delante la misión de recomponer una pieza que después se han podido llevar a casa para reutilizarla si así lo deseaban.

Durante la jornada de ayer les mostraron una técnica oriental con la que reparar la cerámica; una vez ‘pegada’ la pieza se dispusieron a resaltar ‘las cicatrices’ de la vasija con una masa en cuya base había témperas doradas con las que aportarle cierto valor. 

Un poco ese poner bonitas las fracturas.

Son actividades sencillas las que se proponen en el Museo de Ávila, siempre muy bien recibidas y que cuentan año tras año con buen respaldo de público. Es lo que tiene ser «bien conocidos» en Ávila, además de valorados y de eso el museo sabe mucho. La información difundida en medios hace bastante, pero más incluso el boca a boca de quienes pasaron por sus dependencias con anterioridad porque al final «somos muy conocidos, más conocidos que elTato» bromeaba Charo Santamaría al respecto. 

A veces esas fracturas, esas imperfecciones que ayer resaltaron los pequeños en tonos dorados pueden ser bellas porque el caso es que una vez se han reparado permiten que el objeto siga ahí, prolongue su vida útil e incluso pueda tener nuevos usos o simplemente hacer aflorar recuerdos.