Sira vuelve a casa

María Albilla (SPC)
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La escritora María Dueñas recorre las calles del Tánger dorado de los años 40 siguiendo los pasos de la protagonista de su novela

Sira vuelve a casa

Hay historias que se agarran al corazón. Van contigo, aunque no lo sepas y un día despiertan y te iluminan con su haz de luz en el momento. ¿Cuándo? Es algo que la ciencia no puede resolver. Es un golpe en el corazón y a María Dueñas le ocurrió una mañana de domingo paseando por el cementerio de los ingleses en la ciudad de Tánger. La estampa dista mucho de ser tétrica y oscura. Es frondosa y está llena de luz. Es evocadora. Lleva al pasado, conduce hasta las vidas de los dos centenares de almas que descansan en ese camposanto pertenecientes a los miembros de la potente colonia británica que allí vivió, ingleses que encontraron su sitio en el mundo en la cosmopolita Tánger de los años 40 del siglo pretérito.

Y ahí renació Sira. Ahí volvió a la vida tras años en la memoria de millones de lectores y en el corazón de su creadora. Volver a la ciudad del norte marroquí le sirvió a Dueñas para desear ponerse en su piel y dejarla volar de nuevo tras 12 años. Porque la Sira que ahora recorre Tánger no es aquella niña enamoradiza e inocente de El tiempo entre costuras, es una mujer que ha aprendido a vivir y que se ha convertido en fuerte y resiliente.

Para María Dueñas estar en la ciudad marroquí es estar en casa. La conoce bien y la imagina mejor, por eso siempre vuelve y recorre sus calles con la soltura de quien nunca ha perdido la raíz, esta vez siguiendo las huellas de su Sira, el libro que tantas alegrías le está dando desde que vio la luz el pasado abril: 11 ediciones en seis meses en España y la inminente traducción de este título a 35 lenguas, entre ellas árabe, como ya sucedió con su ópera prima.

La familia de Dueñas lleva vinculada con Marruecos desde 1926, cuando su abuelo viajó a Tetuán para trabajar en el consulado como topógrafo. Aquella ciudad le hizo feliz, pero regresó a su Córdoba natal para casarse. «A mi abuela nunca le gustó que se contara esta historia, pero dicen las malas lenguas que hubo que embriagarle un poco para que mi abuelo se subiera al barco para regresar a contraer matrimonio», cuenta divertida la escritora. La quinta hija del matrimonio, su madre, nació en Tetuán y el vínculo con Tánger se hizo imborrable. «Crecí con las referencias a Marruecos en casa y a Tánger siempre se venía a hacer las cosas importantes. Creo que crecí pasando por África sin saberlo y este territorio se convirtió casi sin darse cuenta en origen y destino», comenta mientras recorre la medina siguiendo los pasos de su protagonista por los escenarios de la novela.

Mezcla de culturas

Las calles de Tánger distan mucho hoy de ser como en aquellos años 40, pero a Dueñas no le cuesta imaginarlas como entonces. «Hay mucha documentación, muchas fotografías de la época en la que esto era una gran mezcla entre la población marroquí y la europea. Había una convivencia muy pacífica y bien avenida. Había muchas Siras, gente que llegaba a la ciudad y se adaptaba a la vida en ella», explica María Dueñas. Y es que Tánger bebe de tantas culturas que allí está la única iglesia cristiana (Saint Andrews, junto al cementerio inglés) que, mirando a La Meca, tiene grabado en uno de sus arcos el Padrenuestro en árabe.

Una de las paradas imprescindibles en la ruta de la espía y costurera es el palacio de Sidi Hosni, llamado así por la tumba que alberga de un santo con el mismo nombre. Aquí la vida de ficción de Sira se une a la muy real de la millonaria Barbara Hutton, un personaje del que se podrían escribir mil y una historias sin apenas abandonar los muros de este encalado edificio. 

El paraíso existe y está aquí, aquí, aquí reza una pequeña placa en la puerta. Toda una declaración de intenciones de la dueña, que, según cuentan, se disputó con el general Francisco Franco su adquisición, cuenta Dueñas. «Es una leyenda, pero a mi me gusta pensar que fue así», añade. De lo que no hay duda es de que Hutton convirtió este enclave en una residencia de verano en la que las fiestas se convirtieron en legendarias. «El caviar nunca se terminaba y mandaba traer el champán y las flores en avión desde París», cuenta la escritora desde la puerta, ya que en la actualidad sigue siendo un edificio de tirularidad privada.

La influencia de Hutton fue tal que incluso la marca Rolls-Royce le hizo un vehículo con un ancho especial para que cupiera por la puerta de la qasbah, que ella previamente había pedido que ensancharan para poder pasar -aunque se lo negaron-. Pero al margen de las anécdotas que pudo protagonizar en la ciudad, que fueron muchas y sonadas, Dueñas se vale también de la millonaria norteamericana para hacer un guiño a los orígenes de Sira en la calle Redondilla y a las muchas mujeres andaluzas de origen humilde que llegaban a la ciudad para ejercer de costureras para los pudientes porque en la ciudad había más que brillo, contrastes.

En realidad, la influencia de Hutton en Tánger fue tal que el hilo rojo de la vida la unió con los Rolling Stones. En la misma calle donde vivió Hutton está el Café Baba, una taberna de marineros en la que apareció la rubísima norteamericana en el año 46. Allí La reina de la Medina bebía té y fumaba hachís entre fiesta y fiesta y la fama del café fue creciendo entre la comunidad internacional, atrayendo intelectuales, artistas y estrellas de rock extranjeras, como sus satánicas majestades, que se dejaron seducir por esta ciudad en más de una ocasión. No deja de ser curioso hoy que aunque el olor a hachís esté impregnado en cada fisura de las paredes y los dados del parchís sigan retumbando en sus cubiletes, se escuche de fondo a un tanto la quería, tanto la quería que yo... de Andy y Lucas.

Más madura y valiente

Al margen de los escenarios compartidos entre los que literatura y vida se entremezclan con el devenir del tiempo, el reencuentro con Sira ha sido estupendo para Dueñas, que apunta que la acogida de los lectores ha hecho que meterse tantos años después en la piel de su personaje mereciera la pena. Además, la autora explica que a esta Sira más madura y valiente le tiene un especial cariño porque «comparte más conmigo y con las mujeres actuales. Tienen una lucidez distinta, ha tenido un hijo, concilia... Es una mujer más de nuestro tiempo que no se ajusta tanto a los cánones de los años 40 en España».

Y así, pasando por el Zoco Chico o el ruinoso Teatro Cervantes, vestigio poco cuidado del legado español en la ciudad, o escuchando la llamada a la oración de una mezquita mientras visitas la catedral, se llega al mar. En frente se divisa el  hoy decadente Hotel Continental en el que arranca El tiempo entre costuras...  Todo esto es Tánger. Origen y destino para María Dueñas.

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