Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Energía, ¿otra crisis?

31/10/2021

Por si no teníamos bastante con la crisis sanitaria por la Covid-19, las últimas noticias en el ámbito económico hacen presagiar otra crisis mundial de corte energético, añadiendo mayor incertidumbre por el desconocido impacto y las temidas consecuencias que toda crisis global suele generar.
Los motivos son varios, pero no podemos soslayar el sobrevenido por la alta demanda a escala internacional y que, seguramente, hunda sus raíces en el propio parón provocado por la pandemia y el retorno a cuotas de producción industrial muy ligadas a la transformación del combustible tradicional. Pero junto a ello, no podemos obviar tampoco los errores cometidos por no pocos países en la necesaria adaptación a la denominada energía verde, sacrificando demasiado pronto otras fuentes energéticas como son las nucleares y los hidrocarburos. Por de pronto, toda esta tormenta perfecta permite atisbar una serie de consecuencias a la vuelta de la esquina de indudable inquietud: paralización de las economías por cierres de actividades productivas, escasez de materias primas, subidas de precios en transportes y alimentos, aumento desorbitado de las tarifas eléctricas, encarecimiento del gas natural y del petróleo y hasta posibles apagones masivos. Casi nada.
Desde mediados del siglo pasado hasta ahora, el consumo mundial se ha multiplicado por cinco, las emisiones se han incrementado más del 100% y la productividad industrial es cuatro veces mayor. Todavía prevalece el consumo de energía de hidrocarburos y de carbón, cierto, pero el acuerdo de Paris de 2015 marcaba como objetivo cero emisiones en el año 2050 y, ahora, como consecuencia de la pandemia, ese calendario no parece que se diga muy realista.
Si el invierno se presenta frío, ya hay quien vaticina que no habrá suficiente gas para el uso del calentamiento doméstico y la producción empresarial en varias zonas de Europa. Así las cosas, se presenta una lucha abierta entre Asia, Europa, Medio Oriente y Sudamérica por el gas natural de Qatar y EEUU, fundamentalmente. 
¿Y en que posición figura España dentro de toda esta crisis? Pues, de momento, se encuentra al rebufo de lo que marque la evolución de los acontecimientos, porque Bruselas no puede intervenir unilateralmente los precios. Y, por si fuera poco, las malas relaciones vigentes entre Argelia y Marruecos menoscaban la llegada de gas por el gaseoducto con más capacidad de suministro para nuestro país. Esto obligará a recurrir al gas natural licuado para su transporte por barco, lo que, a todas luces, implicará un sobrecoste en unos momentos en los que, precisamente, España paga los precios por la electricidad más altos de su historia. Ya solo faltaría que se hiciera realidad lo que pronostica el Gobierno austriaco a propósito de un «gran apagón eléctrico» que podría sufrir Europa en los próximos años como consecuencia de todo lo anterior.
No podemos en todo caso sustraernos a los efectos nocivos que ya se perciben en el tejido empresarial más local, el español. La crisis energética lo está estrangulando, con una subida escalofriante y descontrolada de la electricidad, a la que hay que sumar el impacto negativo que todavía ejerce la pandemia, provocando una inaudita subida de precios en el consumo a las familias.
Los consumidores ya estamos acusando estas fuertes subidas y no solo en la electricidad. Ahí está para corroborarlo el aumento en la cesta de la compra y el registrado en otros productos de primera necesidad, que lastrarán la recuperación económica con un indeseado frenazo en el consumo y, por consiguiente, provocando otro escollo en las ventas empresariales y comerciales. La pregunta final que hay en la calle es sencilla. ¿Cómo un país como España, con tanta capacidad solar, no tiene hechos los deberes en cuanto a una eficiente gestión de la energía, anticipándose a este tipo de contingencias? ¿Nos habremos precipitado al enterrar las centrales nucleares antes de tiempo? O la otra pregunta más extendida: ¿Alguien maneja realmente a esta Europa dormida?