Payasas 'a una nariz pegadas'

SPC
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Salamanca acoge del 5 al 9 de diciembre el III Encuentro de Payasas que congrega a numerosas profesionales de toda España para debatir sobre las mujeres y el humor

Pepa Plana y Virginia Imaz (D) imparten cursos en el Tercer encuentro de payasas en Salamanca. Foto: Ical

La Biblioteca Torrente Ballester de Salamanca celebra el III Encuentro de Payasas que ha logrado reunir a más de una treintena de profesionales y aficionadas de toda España. Se trata de una iniciativa cultural promovida por el Ayuntamiento de la ciudad que se lleva a cabo también en otros entornos como el Espacio Almargen, La Malhablada, Café Manolita y La Bulé. Entre otras propuestas, además de la formación impartida por profesionales como Pepa Plana o Virginia Imaz, entre otras, se han desarrollado actuaciones y galas clown-cabaret así como una mesa redonda. Un encuentro con el que se pretende dar visibilidad a estas mujeres y propiciar un debate y reflexión sobre las mujeres y el humor, como explicó la actriz salmantina, Eugenia Manzanera, que junto con Marieta Monedero y Mari Ángeles Alonso, han logrado llenar de alegría y humor estos espacios.

Contar en esta tercera edición con mujeres fundamentales en el mundo de las payasas, como Pepa Plana, Virginia Imaz, Merche Ochoa y Montse Trias, entre otras, “es todo un placer”, incide Eugenia, quien añade que además de ser unas profesionales “son mujeres generosas que han sabido transmitir toda su sabiduría y grandiosidad”. A través de este encuentro se pretende dar mayor visibilidad al papel de la mujer como payasa, porque como señala, “no viene de ahora que las mujeres tengan que utilizar todos los recursos” para dejarse ver. En ese sentido, Manzanera explica que siempre ha sido complicado “hacerse un hueco”, como sucedía ya desde los griegos, pasando por la comedia del arte, con el uso de las máscaras ya que los papeles femeninos era representados por hombres hasta la llegada de la mujer, que actuando sin máscaras “era mucho más inteligente”.

Conocimiento y reconocimiento

Virginia Imaz, payasa profesional con más de 30 años de experiencia en este mundo, dice que este tipo de eventos a los que acude desde su primera edición, facilitan un espacio de encuentro donde “conocerse y reconocerse”. Relata que las mujeres creadoras y artistas necesitan “reconocerse en las otras, ver las dificultades comunes y ser conscientes de las búsquedas creativas”. A ese nivel, para ellas estos encuentros son “una fiesta, una provocación, un contraste”. Su experiencia en este curso impartido para mujeres, sirve para reírse de la construcción sexo-género, del dolor que podían tener dentro por no ser las adecuadas o perfectas, aquellas que la sociedad dice que “hay que ser”.

Según los testimonios de las participantes, para todas “hay un antes y un después”, no funcionan igual tras estos cursos. Todavía, cuando hay hombres en el grupo, dice Imaz, salen muchas cosas que son interesantes pero se da un permiso y confianza “enorme”. Lo consideran como “un trabajo de sensibilidad” y de atreverse a mostrarse vulnerable, lo que ella define como “un espacio seguro donde sentirse a salvo”.

Tanto Pepa Plana como ella, conocidas como precursoras en este género, cuentan ya con mucha experiencia en el terreno y tal y como relatan han acudido a festivales en los que de los diez o 12 espectáculos programados, los suyos fueron los únicos de mujeres. Virginia Imaz argumenta con sinceridad que “además estaban programados en el peor horario y espacio”. Aunque agradecidas por estar presentes, dice que “se trataba casi de un engaño” para convencer al resto de que “no tenemos tanto talento” y eso “no es verdad”, apunta.

Camino difícil para la mujer

En general, la actriz y payasa Virginia Imaz dice que las mujeres “somos más pobres en el planeta,” en todos los ámbitos y también en el artístico, y alude que se reciben menos cuantías en las subvenciones. A pesar de no creer que se haga “a mala fe”, todavía queda esa concepción de que “el humor es cosa de hombres”. Las mujeres van abriéndose camino, pero aseguran que “cuesta mucho”, porque el humor “está cargado y tira a dar”, sentencia Imaz.

Según su experiencia, ejemplifica que una de las cosas que está demostrado que hace reír, es “quitarse importancia”. En ese sentido, dice que “si tú primero te das importancia y luego te la quitas, tienes más garantía de hacer reír”. Así, en el espacio público hay muchos hombres que son figuras muy importantes, por lo que a su juicio “es fácil hacer humor con eso” para quitarle importancia. Pero a su vez, lamenta que no haya tantas mujeres “importantes”, y se pregunta “cómo se van a quitar importancia si de entrada el sistema social no la da”. Virginia Imaz asegura que “primero habrá que dar importancia para luego quitarla”.

Al final, el tema de la payasa “es un viaje de empoderamiento” también para los hombres para “buscar hombres de otra manera”. Entre los payasos comenta que hay historias en las que los protagonistas “han sufrido porque no les gustaba el fútbol, eran tiernos, o tenían miedo”. De ese modo, relata que el sistema patriarcal “nos da a unos y a otras” y para ella, están haciendo un “camino a través del humor” para afrontar algunas adversidades y cambiar también el mundo. Considera que hay una dimensión social, “es un trabajo de amor por uno mismo y de aceptarse con límites e imperfectas”.

Potencial cómico

“A veces cuando peor te van las cosas, el público se divierte más”. También es cierto que el público también se divierte cuando todo va bien, “es una parte heroica con un nivel e identificación muy bonito”, pero cuando uno está “en la mierda”, como la gente se identifica con ello, “también lo agradece”, explica esta actriz.

Virginia Imaz empezó en este mundo convencida de que este humor “era cosa de hombres” y estuvo cinco años haciendo cursos de Clown, porque “me reía mucho”, pero sabiendo que ella iba a ser actriz trágica, existencial en teatro. Pero llegó un momento, en el que dio con el profesorado adecuado, que le animó en un solo fin de semana a integrar “en un click” todo lo aprendido durante esos años. A partir de ahí, esta payasa se dio cuenta de que “todas las personas tienen un potencial cómico”. Fue al mismo tiempo cuando tomó conciencia del feminismo. Reconocer que venía de Magisterio y de estar interesada en la coeducación, en hacer una escuela inclusiva y ahí “se descubrió feminista”, muy a su pesar, porque defendía la idea radical de que “las mujeres somos personas” y al escuchar hablar a otras mujeres se dio cuenta de que “había cosas que nos habían dicho a las mujeres como que esto no es lo nuestro”.

En esa construcción también le ayudó el hecho de su constitución física. Confiesa que era una “joven gordita”, con un cuerpo que ella misma define como “divergente”, por lo que le decían que nunca iba a poder ser la protagonista de obras de teatro. Lo alucinante, como expresa con una sonrisa, es que ha logrado ser “con ese cuerpo” la protagonista indiscutible de todos los espectáculos clown en los que participa. Por ello, afirma que el clown trae el gran mensaje de “la diversidad, la presentación de lo estéticamente divergente y de que todo lo vivo es muy hermoso y merece respeto”.

Con nariz o sin ella

Pepa Plana es otra de las figuras de referencia en este género, en su caso “con su nariz pegada”. Este es su primer año en el encuentro celebrado en Salamanca y relata que “nos tocó ser mujeres” y el humor “está escrito en masculino”. Plana explica que históricamente no hay casi mujeres payasas como referentes. Las primeras empezaron en los años 70 “como extrañas”, por lo que considera que “hay mucho trabajo por hacer”, pero el hecho de no tener estereotipos “también es un regalo”, porque a su juicio, “así no imitan a nadie”.

Cuando Pepa empezó no había mujeres solas, payasas que hicieran humor para adultos, pero por su parte consideró que tenía que inventarse ese circuito. Gracias a más apoyos teatrales comenzó a trabajar. Estudió Arte Dramático y después de diez años como actriz no hubo marcha atrás y “mi payasa ganó, me eligió a mí”. Afirma que “no sabe hacer nada más”, porque ser payasa es su oficio.

Asegura que el público entiende rápido, también en la estructura dramática hay espectáculos de todos los colores. Por su parte, confiesa que nunca ha hecho espectáculos para público infantil y familiar y parece que todavía se encasilla a “los payasos para niños”. Sin embargo, ella disfruta llevando su humor por todo el mundo, sus espectáculos giran a veces con o sin código verbal, lo que le permite viajar sin límites.

En esta ocasión, Pepa acude como formadora en uno de los talleres que se imparten estos días en la Biblioteca salmantina Torrente Ballester, donde intenta dar a conocer las herramientas “esa artesanía” para que después se puedan pulir y “trabajar la diferencia” de manera que “busquen su original para parecerse solo a uno mismo”, con nariz o sin ella.

Sin duda, estos días de encuentro constituyen toda una experiencia enriquecedora para estas mujeres que buscan un lugar reconocido en esto del humor, porque la sonrisa y la felicidad no entienden de género.

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