Un año crucial

M.R.Y. (SPC)-Agencias
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Las nuevas autoridades comunitarias se enfrentan a un 2020 en el que el Brexit estará otra vez sobre la mesa, pero que también incluirá desafíos migratorios y medioambientales

La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Foto: JOHANNA GERON

Si 2019 ha sido el año del cambio en el seno de las autoridades comunitarias -sus máximos dirigentes tomaron las riendas de las instituciones hace menos de un mes-, 2020 será el de los grandes desafíos para un bloque que tiene que cerrar el Brexit y cicatrizar las heridas que dejará el divorcio de su primer socio, pero también relanzar el proyecto europeo y hacer valer su peso en el tablero del mundo, así como reconquistar a los ciudadanos caídos en brazos de la extrema derecha para seguir construyendo un bloque sólido y unido.
El reto más inmediato llegará en unas semanas. La fecha prevista para que el Reino Unido abandone la UE es el próximo 31 de enero y, a partir de entonces, quedarán solo 11 meses por delante -el llamado período de transición- para concluir las negociaciones sobre la futura relación entre las partes. Un diálogo que se antoja complicado por las exigencias desde Londres y la falta de tiempo -el propio Brexit se ha retrasado más de 10 meses desde la fecha inicial estipulada-.
Para la casi recién estrenada presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, no va a ser una tarea fácil. Ya su predecesor en el cargo, Jean-Claude Juncker, tuvo serias dificultades para firmar un Tratado de Retirada con el primer ministro británico, Boris Johnson, y el apoyo abrumador en las elecciones del pasado 12 diciembre ha envalentonado a un premier que no descarta salir por las bravas en diciembre de 2020, aunque no se llegue a un acuerdo. Y, en caso de que no haya un consenso, la CE ya avisado de que «se volverá a estar al borde del abismo».
Pero el divorcio británico no solo es un quebradero de cabeza con la mirada puesta en Londres. En el propio seno de la UE se teme que este precedente pueda llevar a un contagio. El Brexit, según los expertos, ha dado «legitimidad a expresiones que buscan denigrar a los inmigrantes» y limitar las llegadas de extranjeros, además de exacerbar la crisis de identidad, algo que ha derivado en un auge del populismo y de la extrema derecha.
Esos dos aspectos -el mayor respaldo a los partidos ultras y nacionalistas, y la falta de una empatía comunitaria- ya se han empezado a reflejar en el resto de 27 Estados del bloque. La conjunción de las dos crisis más recientes que han sacudido al Viejo Continente en la última década -la del euro, consecuencia directa de la económica, y la de los refugiados, que llevó a varios países a cerrar sus fronteras- fue el detonante de esta situación, en la que naciones como Grecia o Italia también se han planteado una ruptura, aunque sin el éxito del Reino Unido.
Las soluciones fáciles para problemas complejos ofrecidas por la extrema derecha encuentran un buen caldo de cultivo entre los perdedores de la crisis financiera, de la globalización, que por hartazgo terminan votando a esas fuerzas, apunta el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea Miguel Ángel Benedicto.
Esos partidos críticos con la globalización, y «la UE es una forma de globalización», van a seguir existiendo «siempre», apunta, por su lado, la catedrática e investigadora principal del Real Instituto Elcano, Carmen González Enríquez.
Detecta también el «incentivo» que los nuevos partidos -incluidos los liberales- han supuesto para un electorado cansado de sus sistemas democráticos con partidos tradicionales y también por la dificultad de la UE de «seguir ofreciendo perspectivas de crecimiento continuo y de aumento del bienestar» de padres a hijos, «algo que había estado pasando desde su fundación» tras la Segunda Guerra Mundial.

Pacto verde

Ante esta situación de malestar social, ambos expertos alertan de que la política contra el cambio climático, si no se tiene muchísimo cuidado con ella, puede alimentar aún más a la extrema derecha y producir protestas antisistema, como las vividas en Francia con los chalecos amarillos por la subida del precio de los carburantes. La importancia de estos planes medioambientales es tal, que la primera medida anunciada por la nueva CE de Von der Leyen fue, precisamente, un Pacto Verde Europeo para cambiar los programas de los socios comunitarios. 
Algunas de las propuestas sobre la mesa de los grupos más activos contra el cambio climático «pueden llevar a una disminución de la actividad económica, a más paro y quizá a mayor pobreza», «a un aumento de la desigualdad», señala la investigadora de Elcano, donde dirige las áreas de opinión pública y de migraciones.
Los «necesarios» avances tanto en la economía verde como en la digital «van a dejar perdedores por el camino, y hay que protegerles y ayudarlos, ya que de lo contrario avanzará la extrema derecha en Europa», advierte Benedicto, que cita como uno de los grandes retos de Europa «coser» esas fracturas, pero también las existentes con los países del Este o entre las metrópolis y las zonas rurales, con el problema de la despoblación.
Ambos estudiosos coinciden también en la necesidad de trabajar a favor de una solución en el problema de la migración.
Frente a la presión migratoria, en este momento sobre todo de África, Benedicto considera «urgente» crear un sistema de asilo común para la UE, con dos patas: «por un lado, los países con fronteras externas (España, Italia, Malta y Grecia) deben comprometerse a controlar la migración irregular, y por otro lado, el resto de los Estados miembros deben solidarizarse» con ellos.
Y, además, añade González, la UE debe diseñar «políticas mucho más activas de presencia en el continente africano y de apertura de vías legales de migración para jóvenes formados capaces de incorporarse a nuestros mercados de trabajo de forma exitosa».

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