Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


No son simples anécdotas

11/03/2023

En esta semana que hoy acaba se han producido dos sucesos, bastante más serios de los que algunos nos quieren hacer ver y para los que se deben tomar medidas y evitar se repitan en el futuro por el bien y la seguridad de todos.
El primero ocurrió el pasado miércoles durante el transcurso de una de las manifestaciones habidas en Madrid, con motivo del Día Internacional de la Mujer, que, para la mayoría de los participantes, se desarrolló con total normalidad y en la que se escucharon gritos reivindicativos –unos más acertados que otros- en favor de las mujeres. Pero hubo un grupo de jóvenes que marchaban en la misma y no tuvieron «mejor idea» que lanzar proclamas –desconozco a la autora de la letra, pero ya le vale– en contra del líder de Vox y de su madre cantando «qué pena me da, qué pena me da que la madre de Abascal no pudiera abortar». Cerca de esa cuadrilla de chicas estaba la secretaria de Estado del Ministerio de Igualdad, Ángela Rodríguez, quien compartió y publicó en sus redes sociales un video en el que se autogrababa y más tarde borró, aunque se hiciese viral y lo vieran miles de personas, mostrando lo orgullosas que estaban las chavalas –las define así la número dos del ministerio de Irene Montero– como ella misma por los gritos que salían de esas bocas.
Pronto ese desafortunado cántico desató la polémica y provocó la reacción tanto de los líderes de la oposición, como otras muchas personas, que lo ven injustificable y piden la dimisión de Angela Rodríguez, también conocida como Pam. Ella ha respondido manifestando que los miembros de Vox «no entienden el feminismo porque nunca han estado en una manifestación feminista y por tanto desconocen que hay mucha variedad de cánticos y lo que las chavalas más jóvenes de este país digan en una manifestación sólo les corresponde a ellas». 
Los miembros del Gobierno de coalición han hecho «mutis por el foro». Sólo el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, preguntado sobre el hecho en Extremadura, muy desacertadamente dijo «no hay que quedarse en anécdotas más o menos afortunadas, sino en recordar que el 8M fue un día festivo, reivindicativo, en el que las mujeres volvieron a decir que tenemos que seguir avanzando en la igualdad». ¡Que a gusto se habrán quedado ambos dos y las chavalas que corearon tal aberración!  
Si este hecho de tan poca gracia fue el miércoles el domingo al mediodía nos enterábamos del extraño accidente sufrido por un helicóptero 'Pegasus' de la Dirección General de Tráfico al tener que realizar un aterrizaje de emergencia –se desconocen los motivos– en el término municipal de la localidad madrileña de Robledo de Chavela. Al principio conocimos que las dos personas que iban en él, funcionarios de la DGT, habían podido salir dichosamente ilesas y que el piloto se marchó rápido a casa desde donde cayó la aeronave. En su domicilio se personó más tarde la Guardia Civil para hablar, recabar información y realizarle las pruebas de alcohol y un test de drogas –dio positivo en cocaína y anfetaminas– que se debieron hacer en el lugar del accidente si no hubiese huido. Fechas más tarde nos llega la información que viajaba una polizona en el helicóptero, la mujer del piloto, cuando solo había autorización para dos personas.
Todo un despropósito, una grave imprudencia y una irresponsabilidad del conductor de la aeronave, que, al menos, no se ha cobrado víctimas, aunque sí cuantiosos daños materiales en el vehículo. 
Este accidente nos lleva a pensar que estamos desprotegidos cuando volamos en avión, viajamos en tren o en autobuses interurbanos pues desconocemos, seguro, las autoridades también lo ignoran, las condiciones en las que está en esos momentos quien va a ponerse a los mandos del medio de transporte. No comparto las declaraciones del ministro del Interior, Grande Marlaska, tras este percance en Robledo de Chavela cuando dijo «las circunstancias determinan que hagamos reevaluaciones y la adopción de las medidas que sean necesarias y precisas». De poco, creo, valen esos reconocimientos y evaluaciones, que, cada cierto tiempo, dicen se les realiza. 
Lo suyo sería comprobar, antes de emprender el viaje y aunque suponga «ciertas molestias» para ellos, el estado del piloto, maquinista y conductor. Todos, seguro, viajaríamos mucho más tranquilos y sin la duda de si, quien coge los mandos, está en perfectas condiciones para ello.
Dos acontecimientos los de esta semana muy graves y, en contra de lo que algunos han dicho, no son simples anécdotas.