Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


Un discurso fallido

24/02/2023

En la precampaña electoral a la que están dedicados todos nuestros políticos (España les importa muy poco) descubrimos que el relato nacional se extiende sin límites por toda la geografía provincial y local. Unos y otros; unos contra otros. Este es el esquema de trabajo que está sobre las mesas de los representantes, aunque con matices que, una vez más, inciden en la categoría moral de quienes los proclaman.
Me llama la atención, aunque no me sorprende, que los representante socialistas, sea cual sea su demarcación, se afanen de nuevo en mostrarse a los españoles como «defensores» de una situación que no se genera en su propio seno, sino que tiene como referencia su altura moral frente al PP y Vox; son el "dique de contención" que necesitan los españoles frente a un oponente que viene a destruir la concordia y nuestra democracia. Valoremos, pues, el discurso. 
En primer lugar, la elección de candidatos. Que alguien se atreva a decir que unos son elegidos a dedo y otros no, se cae por su propio peso. Llevamos cuarenta años viendo como todos los «políticos» están donde están porque se les ha elegido a dedo. La dependencia de la organización es tal que nadie se sale del guion preestablecido y que, lo quieran o no, viene desde la sede del partido nacional, regional o provincial.
En segundo lugar, la relevancia de dichos candidatos. ¿Que una persona sea «reconocida» significa que es la más adecuada, la mejor para el cargo? Aquí tenemos un problema. Hay muchas caras que llevan demasiado tiempo en el ruedo público y no han demostrado nada en su trayectoria. El ciudadano no aprecia más que rutina en los grupos políticos cercanos o lejanos a su postura. Están siempre los mismos, su tribuna se sostiene sobre el mismo planteamiento retórico, salen en los medios para decir lo de siempre, no hay novedad en el discurso ni en los rostros.
Esto no impide que el elegido diga aquello que «viene a trabajar» por tal ciudad, provincia o región; que se «siente muy unido» a los ciudadanos; que «lo dará todo» y que su honestidad marcará el trabajo diario que realizará si sale elegido. Muchas sonrisas y  aplausos el día del nombramiento y fotografías que hablen de la frenética actividad que desarrollan.
Por debajo, el relato se amplifica sobre postulados propagandísticos e ideológicos; se repite el discurso que sale de sus presidentes nacionales, replicando todo y magnificando lo malo del adversario. En fin: que todo seguirá igual.
Y encontramos muestras por doquier de cómo está el patio en cualquier frente activo de la vida de un político, esos supuestos representantes que cobran mucho y no dejan su huella en iniciativas importantes para España. Por ejemplo, que el ilustre Errejón se oponga alegremente sobre el modelo publicitario que destaca «cuerpos imposibles» o «dietas mágicas» por el daño de causa en la sociedad, puede ayudar a redescubrir su imagen apagada antes los españoles, pero que no diga nada cuando se descubre al instante que es un seguidor fiel en Instagram de mujeres esculturales, puede ocasionarle un gran traspiés. O cuando la vicepresidente Díaz dice que van a ayudar al sector cultural a «reconquistar derechos», porque son «un gobierno feminista, ecologista, pero somos el gobierno de los trabajadores y trabajadoras de la cultura», no sabemos muy bien a qué viene dicho mensaje (si quieres dar más dinero al sector cultural, pues lo haces, como también lo hacen con los sindicatos).
Cuando el presidente del Gobierno de España se despacha, como suele hacer siempre, con que es la ultraderecha la que se opone a las políticas sociales que impulsa y que, por tanto, «bloquean los avances democráticos porque la ciudadanía les da la espalda», lo que les lleva a «oponerse a la democracia y recurrir al asalto de las instituciones democráticas», ¿qué podemos esperar de sus correligionarios? Y cuando dice que se trata de «controlar la democracia por la puerta de atrás» ¿Qué es lo que oculta? Con una economía tiesa, gracias al despilfarro al que se dedica la izquierda española, resulta difícil pensar en que podamos llegar a algún destino.
Menos discursos vacíos y más propuestas y resultados.

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