Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Contra la pandemia del miedo

09/04/2021

Uno de los sentimientos que más nos condiciona en la vida es el miedo. Un sentimiento ligado a tantas realidades que, consciente o inconscientemente nos determinan terriblemente en la vida. Desde los miedos básicos y universales a la enfermedad, a la muerte, al sufrimiento, … hasta los miedos ligados a nuestra visión del futuro: el éxito, el amor y la amistad, el tener un puesto de trabajo, el hacer carrera, el alcanzar unos objetivos concretos, el vivir con salud, etc. Así, todo lo que consideramos que de una u otra forma puede amenazar nuestro futuro, nuestro éxito o nuestra felicidad, se convierte en un terreno abonado para que puedan florecer los miedos. Un sentimiento, por otro lado, necesario e imprescindible para la supervivencia, porque nos mantiene en aptitud de alerta frente a lo que puede resultar peligroso, y nos posibilita un modo diferente, más positivo, de afrontar los retos que se pueden plantear en la vida.
Pero dejando a un lado ese miedo de consecuencias positivas para la vida, mi reflexión se orienta hacia esa actitud irracional que, en vez de estimularnos y protegernos, corre el riesgo de convertirse en un freno paralizante, en una rémora para la vida, en una especie de obsesión que condiciona nuestra existencia. Y que puede convertirse en la peor esclavitud de la vida.
Pararnos unos minutos a cavilar sobre esta cuestión se hace urgente en medio de la situación que vivimos desde hace ya más de un año. Condicionados por la situación de la pandemia del Covid-19, hemos visto cómo las alarmas se han venido disparando constantemente, y de manera más recurrente ante las llamadas olas de contagio, con todas las consecuencias sociales y sanitarias ligadas a ella. La inmensa mayoría de los ciudadanos hemos sentido miedo, algo que es lógico y natural. El problema es cuando ese miedo se enquista y bloquea a la persona. Y más allá de las medidas de prudencia y de responsabilidad, puede generar una especie de aislamiento familiar y social que, mal gestionado, puede repercutir negativamente en la salud de la persona.
Es verdad que muchas veces, ni los medios de comunicación, ni las actuaciones políticas ayudan a un posicionamiento psicológico estable. La confusión que generan las noticias y los datos, las diferentes opiniones y modos de actuar, las medidas, a veces, tan ilógicas que se toman… Todo ello tiene su influencia en el ciudadano, sobre todo si no es capaz de hacer un discernimiento racional y meditado de todo lo que se dice y hace. 
Es legítimo que cada uno se cree su propia opinión y que se fundamente en las fuentes que, quizás, mejor corroboren sus ideas. Pero se hace necesaria, también, una actitud racional y lógica, que pueda ayudar a posicionarse frente a los miedos paralizantes, y no dejarse condicionar tan fácilmente por los titulares. Se insiste mucho en la responsabilidad ciudadana, en el uso de las medidas sanitarias. Algo que, sin duda, nos ayuda a protegernos y proteger eficazmente frente a la difusión de los contagios. Pero la vida sigue adelante y se hace imprescindible, dada la prolongación en el tiempo de esta situación, aprender a convivir pacíficamente. Hay que reaccionar frente a los condicionantes irracionales. De otro modo corremos el riesgo de tener que malvivir con una pandemia contra la cual no hay una vacuna, ni un remedio de curación inmediata: el miedo.