José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Es 2020, ¡hemos venido a jugar!

02/10/2020

Queridos tres lectores: deseo que hayan pasado el mejor verano posible dadas las circunstancias y que la salud los haya respetado en los tiempos que corren. Eso ya sería el premio gordo en la lotería que nos ha tocado vivir. Espero que me permitan la licencia de abusar en mi titular de la sorna y el humor ante lo que para muchísimos es un drama personal y algo que nunca hubiésemos deseado como sociedad. La frase con la que retomo columna se está haciendo popular en redes sociales, Whatsapp o incluso en las escasas charlas de barra de bar que van quedando. Es un remedo del más castizo «de perdidos, al río» travestido con luces de neón de Las Vegas y un cierto toque de atrevimiento milenarista ante el negro porvenir. Ya lo confesó en rapto de apocalíptica sinceridad política el ministro Castells —sí, hay un ministro que se llama Castells; de Universidades, por más señas. Créanme. Lo dice Google— la semana pasada: «Este mundo se acaba». Si la hecatombe viene certificada por tan alta autoridad, es normal acudir a aquello otro de «para lo que nos queda en el convento…» –no concluyo por prudencia, caso de que alguno de ustedes esté leyendo esta humilde columna junto a un buen desayuno– y abusar al máximo de los postreros días. 
Es más, visto que las tres cuartas partes satisfechas del año parecen haber alcanzado las más altas cuotas de mala suerte y desgracias, cualquier otra cosa que antaño nos hubiese parecido arriesgada e imposible se antoja hoy menor: ¿Invasión alienígena? ¿Erupción solar? ¿Meteoritos en rumbo de colisión? ¿Conflictos mundiales? ¿Elecciones americanas? ¿Desmontar la constitución y torpedear la monarquía? Miedo, ¿quién dijo miedo?
Pero el manido lema con el que Addit organizó unas jornadas para emprendedores–«Tiempo de crisis, tiempo de oportunidades»– abre una ventana positiva en este maremágnum. El hambre aguza el ingenio, y vamos a pasar mucha hambre, me temo. De lo inevitable puede surgir la mutabilidad, adaptarnos y reinventarnos. No necesariamente el que cambie y se mueva lo hará en la dirección correcta, pero seguro que el que juegue a don Trancredo habrá perdido antes de salir el toro. Es la hora de los visionarios, que navegan con el rumbo a décadas vista. 
Tenemos en marcha un plan industrial con financiación no despreciable de la Junta; espero que se idee para el mundo del 2040 olvidando los estereotipos del 2020. Competiremos con muchos otras ciudades en feroz guerra por atraer industria, no vale solo con tener suelo gratis bien dotado –habrá profusión– o ayudas que el pasado demostró pan para hoy y desastre para mañana. Experimentemos, apostemos, repartamos los huevos en todas las cestas posibles. 
Queremos aumentar población, lejos espero del lamentable Ávila dormitorio de los 100000 que iluminó la burbuja. Y para ello necesitamos construir ciudad y verdadera calidad de vida, no el parque turístico rodeado de solares y edificios a medio construir en el que hemos perdido décadas, obviando que de monumentos bonitos en pueblos vaciados está el territorio lleno. Y entonces sí, venderlo en Madrid.  
Olvidemos el rédito inmediato, la foto fácil y el cortoplacismo electoral, arriesguemos. Total, es 2020 y hemos venido a jugar.