Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Cuando las luces se apaguen

10/01/2023

Concluyen las Navidades, hoy día de Reyes, día de ilusiones y sueños que los adultos no debemos romper en la inocencia de los niños. Aquellos magos, solo magos, que no reyes Y las luces se apagan en el entreacto navideño que ha pasado tan veloz como entrañablemente. Ojalá así haya sido para toda familia. Pero la realidad, la enfermedad, la soledad, el abandono de nuestros mayores, los umbrales de pobreza, la muerte, también están presentes. Debemos sacar lo mejor de nosotros mismos. Ya en 2023, el siglo adquiere ya su ritmo, trepidante y desconcertante desde 2020. La incertidumbre sigue reinando. Ya sea por el Covid, ya por la guerra en Ucrania, pese a este anuncio repentino del Kremlin de 36 horas de alto el fuego y que coincide con la pascua ortodoxa, ya sea por la propagación del covid a velocidad de vértigo en China y que hará que los más renuentes en vacunarse acaben por hacerlo.
Se apaga la luz navideña, se apagan los leds de miles de ciudades y pueblos de España. Y empieza un año políticamente de altísimo voltaje. Un todo o nada. Donde los dos principales candidatos, Sánchez, de volver a presentarse y Feijoo, se la juegan. Probablemente estamos y estaremos ante una de las elecciones generales más competidas y reñidas de cara a una mayoría de gobierno, no tanto a quién gane. Se acabaron las mayorías absolutas. Aquellas que tanto se criticaban pero que eran un bálsamo para quién gobernaba. En mayo elecciones autonómicas y locales. Y aunque no todo es igual y mucho menos lo que se juega en las arenas electorales tanto autonómicas como en los ayuntamientos, la lectura va a ser unívoca y leída absolutamente en clave de diciembre de 2023 cuando los españoles acudamos a votar en las generales legislativas.
Ojalá el voltaje, ojalá la tensión política y partidista esté presidida por un único afán de solucionar los problemas de los españoles que son muchos. No es tiempo de frivolidades ni tampoco de demagogias que no conducen sino a la división y a una mayor fractura. Es urgente revitalizar y devolver la confianza a las instituciones. Todas, pues no hay ni una sola que no haya sufrido el desgaste de la erosión de la credibilidad y la corrupción. O el partidismo y la falsa separación de poderes que nunca ha sido tal en nuestra democracia. Y tampoco lo será en un escenario a medio y corto plazo. Mucho nos tememos sin embargo que las buenas intenciones y el diálogo y sobre todo la voluntad real de tenerlo y atesorarlo es una entelequia vacua y estéril.
Arrancamos un año con buenos datos de empleo y que son sin embargo cuestionados por el adversario político. No se reconocen aciertos o medios aciertos de reformas laborales pese a que podía ser más social y humana y se aprovecha para fustigar. Todos lo han hecho cuando han sido oposición y cantado a los siete vientos su propalación de gestión por quién gobierna. El buen gobierno sin embargo es algo difícil de ejecutar en estos lares. Altura de miras. Menos cortoplacismo y trinchera. Porque eso es, en definitiva, lo que siempre nos ha debilitado como país y nación.