Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


Llenar esta Castilla tan vaciada

18/02/2021

Vivimos en una cada día mas vaciada Castilla y León, a consecuencia de las pocas oportunidades de trabajo que hay en la mayoría de las capitales de nuestras provincias, que hacen que los jóvenes tengan que emigrar a otras poblaciones para continuar sus estudios cuando acaban el Bachillerato. Luego, como es casi imposible encontrar un empleo en su lugar de residencia - tanto para ellos recién acabada su formación como para los que tienen ganas de un oficio digno, que les permita vivir más o menos holgadamente- optan por buscarlo en otras localidades españolas. También, cada día son mas, marchan a  ciudades extranjeras donde están mejor remunerados y la calidad de vida es superior. Los horarios fuera de España suelen ser de jornada continua permitiendo con gran facilidad compatibilizar el trabajo, vida familiar y ocio. 
La situación no es nada halagüeña y bastante menos en los pueblos castellanos y leoneses. Se están quedando únicamente con pocos vecinos y de avanzada edad, que en buen número viven solos sin, en demasiadas ocasiones, alguien que les pueda atender directamente. Cuentan con escasas ayudas de las administraciones y las que reciben provienen de organizaciones no gubernamentales, como Cruz Roja, que tienen programas de ayudas para estas personas mayores a fin de hacerles su estancia en el pueblo un poco más agradable.
Una Castilla vaciada por la que, como igualmente ocurre en otras zonas de España, poco o nada se preocupan los políticos a pesar de llenárseles la boca –sobre todo en las campañas electorales– de que van a volcarse con esos municipios deshabitados a fin de volver a tener vida en sus casas y calles. Pero la realidad es distinta y ocurre como con otras muchas promesas, todo queda en bonitas palabras. ¡Del dicho al hecho hay mucho trecho!    
Esos demasiados pueblos y sus pocos habitantes lo que de verdad necesitan es revertir la situación a mejor para evitar que diariamente sean varias las casas que atrancan puertas y ventanas a la vez que los pequeños negocios existentes han de echar el cierre con tristeza por la falta de clientela viéndose obligados a abandonar su terruño. Igualmente estos pequeños municipios, por esa falta de vecinos, dejan de tener una directa asistencia sanitaria –cómo echan de menos al médico de pueblo– y al contar con escasa población infantil los pocos alumnos que hay deben acudir a otras localidades cercanas, porque la escuela local no puede mantenerse con menos de cuatro niños.
Con satisfacción hemos conocido como algunos municipios abulenses –La Torre, Muñotello, Muñana y Santa María del Berrocal– están aumentando su población con la llegada de varias familias que se han establecido ya en ellos. Todo gracias a la Fundación Madrina –en Ávila cuenta con sede– que, además de acoger y proteger a la infancia más vulnerable y a la mujer embarazada frente a la exclusión social, educativa y laboral cuenta con otra iniciativa denominada ‘Pueblos Madrina’ para recibir en municipios españoles a familias sin hogar o con serias dificultades económicas, que ahora, debido a la pandemia del Coronavirus, se ha acentuado alarmantemente. 
Las familias que han llegado a estos pueblos cuentan con una pequeña ayuda económica de la Fundación –presidida por Conrado Giménez– para emprender su nueva vida. Tienen todo el apoyo de los Ayuntamientos, que les han facilitado viviendas vacías con un alquiler a bajo precio. Ha hecho alegrar a los maestros pues, al aumentar el número de alumnos, no cerrarán las escuelas. Los vecinos contentos con sus nuevos moradores ya que «darán vidilla» al municipio y a quienes, desde el primer momento, se han ofrecido para cuanto puedan necesitar que esté en sus manos. Y las familias esperanzadas con que esta decisión de venirse al pueblo, encontrar trabajo y escolarizar a sus hijos les sea positiva para de esta manera poder olvidar lo pasado y bastante sufrido hasta ahora.
La Fundación Madrina tiene quinientas familias vulnerables en lista de espera. Hay otras muchas españolas e inmigrantes en la misma situación. Sería bueno que otros pequeños municipios, en situación agónica y con peligro de desaparecer por falta de personas y por tanto de futuro, siguieran el ejemplo de estos cuatro pueblos abulenses. Al llegar nuevos vecinos la situación cambiaria. Son gentes con ganas de trabajar, prosperar y vivir. Lo padres –muchos con buena formación– podrían desempeñar esas labores que ahora no se realizan por falta de personal, como jardinería, albañilería, limpieza, cuidado de mayores y por qué no labores agrícolas y ganaderas. 
Si a esto añadimos la posible vuelta de algunos que se fueron y ahora teletrabajan –estarían más tranquilos y tendrían mayor calidad de vida que en las grandes ciudades– a la vez que se les dieran de verdad, no de boquilla, esas ayudas tan cacareadas por los políticos de todas las administraciones, seguro que se comenzaría a llenar esta Castilla tan vaciada.