Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


La Historia en tiempos de memoria

13/03/2022

En la Cátedra Monarquía parlamentaria, que yo dirijo en la Universidad de Burgos, esta semana han participado como ponentes dos reputados historiadores, Juan Francisco Fuentes (Barcelona, 1955), y Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), que hicieron un relato y un análisis de nuestro pasado, y que gracias a su capacidad interpretativa comprendimos mejor el tiempo en el que estamos viviendo; siendo la Monarquía de nuestra Constitución el tema común de Fuentes y de Fusi, llegamos con sus argumentos históricos, es decir, describiendo los hechos con veracidad y criticándolos con lógica, a la conclusión que la democracia ha encontrado en un Rey Jefe del Estado una ecuación política que nos da el resultado de una convivencia basada en el Estado de Derecho; una conquista única en nuestra historia.
Tenía previsto escribir del déficit histórico con el que las democracias atlánticas -las naciones aliadas a un lado y otro del Atlántico- abordaron las consecuencias de la implosión de la URSS, y el fin del comunismo soviético, sirviéndome del reciente libro de Laurence Rees (Inglaterra, 1957), Hitler y Stalin. Dos dictadores y la segunda guerra mundial, pero la muerte de John E. Elliott (Inglaterra, 1930-2022), el gran hispanista y gran amigo de España, me ha obligado a cambiar mis planes para esta 'carta'. Pero la necesidad de pensar este tiempo incierto, a partir de la Historia, seguirá siendo mi propósito.
Le debo a sir John E. Elliott muchas de mis definiciones con las que describo el pasado histórico en mis trabajos de investigación de los siglos XVII y XVIII, y también en mis ensayos y en artículos periodísticos, referidos a la actualidad, como, por ejemplo, los conceptos de Elliott sobre la 'historia atlántica'. En su libro Haciendo Historia (History in the Makind, 2012), escribió este párrafo, que me influyó muchísimo en mi idea de las 'democracias atlánticas': «Como el burgués gentilhombre de Molière que descubrió haber estado hablando durante cuarenta años en prosa sin saberlo, me di cuenta de que a finales de la década de 1960 había estado escribiendo historia atlántica sin ser consciente de tal hecho».
Gracias a mi amigo Juan José Solozábal, a fines de los años noventa del pasado siglo fue posible que Elliott participara en un seminario que organizamos en el Senado de España, cuando yo ya no presidía esa Cámara. La conferencia de Elliott sobre España, y su descentralización autonómica, se publicó en la revista Cuadernos de Alzate, dirigida por Solozábal, y ese texto deberían conocerlo quienes hoy, desde propuestas extremistas de derecha y de izquierda, están amenazando con liquidar el Estado de las Autonomías; y lo mismo cabe advertir, a quiénes les dan cuartel u oportunidades de gobierno.
Desde aquel seminario senatorial, he mantenido correspondencia con sir Elliott sobre asuntos históricos, y le envié mis artículos y libros. Una y otra vez me contestó, y como prueba de su inmensidad intelectual, y de su grandísima cortesía, me dijo que siempre leyó lo que le envié. Cuando le remití mi libro Los antiguos vizcaínos (siglos XV-XVIII). Violencia, consenso, capitalismo y sexualidad. Marcial Pons, 2020), intercambiamos opiniones sobre las sociedades atlánticas del pasado, y me escribió lo siguiente: «Es fascinante tu recuperación de las dos vidas paralelas y ver la convergencia de dos personas con raíces tan distintas cuando se trataba de la protección y salvación de los fueros. También me impresionó la importancia del servicio militar en Flandes para esta vieja nobleza provincial.  Fascinante igualmente la trayectoria personal y profesional de Iñiguez de Acurio en las Indias. Es más valioso y memorable el retrato de dos seres que vivían y respiraban que un montón de teorías abstractas».
Si me atrevo a mostrar las líneas que sir John me escribió, el 14 de diciembre de 2020, es para mostrar la importancia del conocimiento histórico para fundamentar la convivencia social, y también, las pacíficas relaciones internacionales; Elliott fue un sabio, comprometido con los valores democráticos y con el cosmopolitismo.
Por último, deseo copiar un párrafo del libro de Laurence Rees, Hitler y Stalin, porque incide en lo que Elliott pensaba de los relatos históricos: «¿Por qué Putin se esforzaba por sanear la historia del pacto de Stalin con Hitler? Es obvio. Este periodo extraño estorba en el relato heroico de la victoria del Ejército Rojo contra el nazismo. La solución de Putin pasó por retorcer y distorsionar el curso real de los acontecimientos. Y aunque es inquietante escuchar de un líder poderoso cómo trata de ese modo la historia, por lo menos esa estrafalaria versión de los hechos demuestra por qué es importante entender qué sucedió en realidad». Apliquemos ese párrafo a lo que Putin dice hoy de Ucrania. Menos memoria y más Historia en la escuela y la universidad, y en los medios de comunicación.