Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Querida Campanilla:

29/01/2021

Espero que estés bien de salud en estos tiempos difíciles que corren. ¡Cuánto deseo que tanto tú como los tuyos gocéis de buena salud para afrontar este nuevo año!   
Añoro las tardes en las que salíamos a jugar y no importaba la hora de vuelta. Cuando pasábamos los fines de semana batallando, sin móviles, corriendo de un lado a otro. Añoro a Wendy y sus delicados rizos. ¿Sabes que tiene ahora tres hijos? Son los tres clavados a ella con sus grandes ojos azules y sus rizos de oro. Añoro tantas cosas de  tiempos pasados… ¡Qué tiempos! ¡Qué divina infancia!
De los demás sé muy poco. Ahora con los móviles volvemos a estar muy conectados a pesar de la distancia, pero hay gente al que l3e perdí la pista totalmente. Con el capitán Garfio estuve tomando café en una terraza con el frio invierno. Ya sabes que vuelve a estar todo cerrado y aunque nos vimos con mascarilla, decidimos aplazar nuestros encuentros mensuales a momentos en los que la pandemia esté mejor. Desconozco cuando será eso…
De Caperucita Roja sé que es empresaria. Desde que abrió el negocio no deja de recibir premios de reconocimiento. Le va genial con la “telecesta” y en estos momentos la comida a domicilio es un buen recurso. Está claro que hay que reinventarse y aunque ahora hay más tiempo para cocinar con el confinamiento, de vez en cuando apetece darse un capricho y que te den todo hecho. Pero es verdad que nos tenemos que cuidar y la alimentación saludable es importante para nuestro metabolismo, pero también para tener un equilibrio sostenible con la naturaleza. Caperucita nunca dejó de soñar y ahora puede volar….
Pedro, sigue criando lobos. Dice que le sale más rentable que el negocio anterior de los cuervos. Ya sabes el dicho… ¡Cría cuervos! Los beneficios tienen sus altibajos, pero educa a su manada para cuidar el ganado y parece que ya no son los bravos torbellinos de antes. Le lleva mucho tiempo. No me puedo imaginar lo dura que es la vida en el campo. Está feliz viviendo en lo que ahora se llama la España vaciada, rodeado de hermosos paisajes y verdes prados.
Por lo demás, este año estoy muy contento en el colegio que me han asignado de interino. No tenemos muchas incidencias, pero cada día hay clases confinadas en toda la provincia y es difícil atender las demandas de todas las aulas según sus circunstancias. Llevamos tantos años con la misma dinámica que ahora cuesta cambiar de tercio. Esta semana, por ejemplo, hemos conmemorado el Día Mundial de la Educación Ambiental, con el objetivo de crear consciencia sobre la delgada línea que hay entre el desarrollo de la humanidad y la adecuada conservación del planeta. Nuestro dañado mundo necesita unos cuidados intensivos para reanimarle e impedir que terremotos, cambios bruscos de temperaturas y pandemias no sean tan frecuentes y alarmantes. No sabes lo complicado que ha sido hacerlo sin salir al jardín, solo con actividades de aula. Al menos he aportado mi granito, sembrando valores medioambientales en la clase de ciencias naturales, animando a los niños y niñas a participar con sus familias en la búsqueda de soluciones a problemas que están en nuestra mano y que les harán crecer como adultos respetuosos con el planeta.
Lo mismo ocurre con el Día escolar de la no violencia y la paz. Cada año, llenábamos el patio de familias y niños, que cantaban “color esperanza” y alzaban la voz para que “los mayores” seamos un espejo en el que mirarse. Pero este año no hay ni canción, ni patio y menos aún esperanza. Intento ser positivo con ellos dando ejemplo en las acciones cotidianas, pero ni se pueden prestar material escolar, ni pueden jugar con actividades de contacto y estamos continuamente separados más de metro y medio. Menos mal que sonríen con la mirada, quieren con el alma y saludan con el gesto amable de quien respeta y admira de corazón.  De nuevo, la infancia, demuestra que crecer es parte de la vida, pero que podemos hacerlo sin perder los valores, la inocencia, la honestidad que tanta falta hace y romper con los lazos que provoca la envidia en los peores momentos de nuestras vidas.
Mi querida Campanilla, “no digo adiós, porque decir adiós significa irse lejos, e irse lejos significa olvidar” y yo no quiero olvidar el niño que fui y que siempre te encontraré volando la “segunda a la derecha y después siempre adelante hasta la mañana”
Siempre tuyo, Peter Pan.