Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


La lotería

21/11/2022

Siempre me sorprendió, y agradablemente, el protagonismo que alcanza la lotería a medida que se acercan las Navidades. Parece que hay mucha gente que hace del juego a la lotería una práctica habitual durante todo el año, semana a semana. Pero creo que para una gran mayoría la lotería de verdad es la lotería de Navidad, esa que estos días y semanas, cuando estamos a un mes de que se canten los números, anda circulando en forma de décimos y participaciones de acá para allá, estimulada incluso por anuncios televisivos de muy buena factura. Es la que se ha convertido en una tradición que, más allá de la posibilidad que cada uno acaricia de resultar agraciado en el sorteo, encierra un caudal magnífico de nostalgia y de anécdota.

Para empezar, esta lotería tiene una característica que la distingue de las demás y que le da una impronta entrañable: está vinculada a la relación entre las personas, las familias y los amigos, y por eso se reparte y se comparte. Habrá quien acapare números con codicia, pensando que, si toca, que le toque a él, y nada más que a él. No es el caso más habitual, creo. Lo normal es que se desee la suerte en grupo, como buen deseo colectivo, y el hecho habitual de dividir los décimos en participaciones de menor costo para que más gente pueda adquirirlas, de intercambiar números entre familiares y amigos, de poner números en fondo común, significa eso, una voluntad de compartir la probabilidad del premio, tanto la simple expectativa, como la alegría si finalmente ocurriera. Ciertamente, no hay muchas otras costumbres tan especiales como ésta, tan arraigada en esta época, tan llena de nostalgia por los recuerdos que suscita.

Tan preñada también de anécdotas. Hay quien busca obsesivamente determinados números porque ha leído una estadística de terminaciones a la que concede todo crédito; y quien adquiere los números solamente en lugares concretos de venta porque la creencia popular, o la fama, les acompaña; y quien adquiere todo lo que ve, en cada establecimiento donde se ofrece, porque no se podría perdonar el resto de sus días haberlo tenido a mano si resultara agraciado; y, en fin, quien distribuye más participaciones de los décimos de que dispone y reza y reza para que ese número no resulte premiado. De todo hay en esta materia.

Pues bendita sea la lotería de Navidad, si todavía es motivo para estimular buenos sentimientos. Que de lo otro ya hay bastante el resto del año.