Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


¿Es posible la paz?

10/06/2022

Seguramente es una pregunta que todos nos hemos planteado alguna vez, y que, en mayor o menor medida, está en el candelero desde hace ya algunos meses. En los diálogos y comentarios a pie de calle a todos nos parece mentira que lo que está sucediendo en Ucrania pueda ser real. A pesar de que hay otras muchas guerras (unas armadas y otras camufladas) que se siguen manteniendo en muchos rincones del mundo, y frente a las cuales no siempre hay un clamor o eco de desaprobación. 
Si miramos a la historia de la humanidad es fácil constatar que las guerras han acompañado casi siempre -¡o siempre!- el devenir de nuestro mundo. Y cuando olvidamos esos acontecimientos, y sobre todo callamos las razones profundas que están a la base de muchas guerras, seguimos corriendo el riesgo de abonar campos fértiles para nuevas batallas. 
Y, a pesar de contar con tantos medios formativos que podrían contribuir a construir una paz duradera, preferimos que caiga en el olvido, ignorando que el corazón humano sigue teniendo las mismas necesidades y debilidades de siempre. Cuando pensamos que la paz es sólo ausencia de guerra, o cuando pensamos que es solo un problema de los otros, estamos facilitando situaciones que después ya difícilmente pueden tener remedio.
La paz no es simplemente un estado alcanzado tras muchas batallas y negociaciones. La paz es un regalo sumamente delicado que hay que cuidar y proteger cada día. Es como una hermosa planta, frágil y delicada, que exige ser cuidada constantemente por todos. Porque basta que uno solo se descuide de hacerlo, para que la planta pierda fácilmente el vigor y la salud.
La paz exige una imprescindible corresponsabilidad para seguir creciendo y fortaleciéndose en nuestras sociedades. De nada sirve culpabilizar a otros, si cada uno no nos empeñamos en construir esa paz en lo profundo de nuestros corazones y en nuestros pequeños ámbitos familiares y sociales. 
Hay tantas situaciones de la vida capaces de debilitar esta hermosa y necesaria planta: desde los rencores alimentados, hasta los egoísmos no reconocidos; cualquier acto de discriminación, de desprecio, de indiferencia. Pero, también, la irresponsabilidad frente a las pequeñas cosas de la vida, las faltas de respeto, de cuidado de la naturaleza, de reciclaje… Cosas «tontas» pero que van minando los campos de la vida, haciendo los terrenos peligrosamente transitables. De ello tenemos experiencia en la marcha habitual de la vida: las críticas desenfrenadas, los chismorreos, el bulling, la falta de paciencia,… podríamos hacer una lista interminable de actitudes o situaciones cotidianas que en vez de potenciar la paz o la serenidad, potenciar la violencia y el desprecio.
No pretende aquí hacer una especie de examen de conciencia, pero sí de que nos demos cuenta de lo importante que es nuestra actitud de cara a seguir potenciando, cuidando y favoreciendo una sociedad de paz. Nuestros rencores o deseos de venganza, así como nuestras insatisfacciones y heridas no superadas son como pólvora capaz de almacenarse y ser sumamente peligrosa. 
Muchos preferirán seguir desentendiéndose y centrando la mirada en las cabezas que ponen en marcha a los ejércitos. Pero esas cabezas no tendrían ningún poder si en el corazón de los hombres hubiese un convencimiento total de la paz; si no fuesen fácilmente manipulables en su dolor o sed de culpabilizar a otros. En nuestros sentimientos somos fácilmente manipulables, cuando alguien le pone voz a nuestro descontento, y nos hace creer que el enemigo a eliminar son los otros, porque culpables de nuestra situación: ya sea económica, social, personal, familiar o religiosa. En el fondo, nuestra fragilidad y falta de paz interior, es una de esas dimensiones profundas de la persona más fácilmente dominable. Y de ello saben aprovecharse muy bien ciertos líderes para su propio interés, a la par que nos hacen creer que son nuestros liberadores.
Creo que una correcta educación emocional y en valores, puede ser la mejor siembra para seguir garantizando y promoviendo la paz en nuestras vidas y en nuestros pueblos. De otro modo seguiremos siendo fácilmente presas de ideologías o de caciques con vocación de salvadores de la humanidad.

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